miércoles, noviembre 24, 2010

Abecechario


Leo la columna de Espido Freire en el ADN de hace un par de semanas. Espido anda cabreada con los académicos de la lengua, que se han cargado de un plumazo un par de letras de nuestro idioma y simplifican la acentuación para enmascarar las carencias ortográficas de muchos personajes y personajillos que viven de la palabra y que se quedan con el culo al aire a la hora de trasladarlas al papel y no tienen la secretaria a mano. Comparto el cabreo de Espido.

Desde que los humanos se bajaron de los árboles (no va por ti, Eto’o) y averiguaron que una buena estaca ayudaba a reventar cabezas, y una lasca de sílex rebanaba mejor un mondongo de carne, pusieron todo su esfuerzo mental en inventar máquinas que les hiciesen la vida más fácil y enfocaron sus pesquisas a que máquinas y animales trabajasen por y para ellos. Basta echar un vistazo a los manuales de “Érase una vez el hombre, décimo quinta edición ya en su quiosco", para comprobar cómo la vida de los humanos fue cambiando a medida que los inventos se perfeccionaban. Lo que en ningún caso ha ocurrido, o no tengo noticias de ello, es que el hombre cambiase su modo de vida para adaptarse a las deficiencias de una máquina.

En 1492, no podía ser otro año, Elio Antonio de Nebrija publicó su Gramática de la Lengua Castellana (GRAMMATICA), primera gramática que se publicaba de una lengua vulgar romance. Nebrija era, ante todo, un enamorado del latín y su trabajo presenta determinadas incongruencias, no porque no hubiese pensado en ellas, sino porque quería que el castellano mantuviese intactas sus raíces latinas, empresa imposible de llevar a cabo ya que, por entonces, aquella lengua vulgar ya estaba contaminada por los estudiosos de los clásicos griegos y por su contacto directo con el árabe y el hebreo. Lo que Elio Antonio no tenía previsto es que la primera consecuencia de su Gramática Castellana fuese la desaparición del idioma que pretendía regular o su rápida evolución hacia lo que hoy todos los países llaman español, salvo quienes lo hablamos, que aún no sabemos o hemos decidido si se llama castellano o español. La primera preocupación del humanista andaluz (esta condición hizo que su Gramática tuviera una dura oposición ya que tomaba sonidos de sus vecinos árabes) es que cada sonido estuviese representado por una única grafía; así prescindió de la “q” y de la “k” puesto que ya tenía el sonido “c”, mantuvo la letra “ç”, desdobló las semiconsonantes “u” e “i” en “u” y “v” y en “i” y “j” , respectivamente, se deshizo de la “y” e incorporó la “ch” y la “ll”. La “ñ” se representaba en latín como “gn” pero, por entonces, ya se usaba la “n” con tilde y no hubo necesidad de incluir ninguna otra consonante doble. Hasta pensó, parece, en inventarse nuevas grafías para “ch” y “ll”, pero eso habría sido alejarse demasiado del modelo latino. En la edición que he ojeado de la Grammatica, aparecen las siguientes letras como componentes del abecedario de 1492: a, b, c, ç, ch, d, e, f, g, h, i, j, l, ll, m, n, o, p, r, s, t, u, v, x, z. Sólo que Nebrija habla de 26 letras y aquí aparecen 25; probablemente sea “ñ” la letra que falta. Y a pesar de lo que dice, la propia Grammatica muestra que “q”, “k” e “y” continuaban utilizándose. Con el tiempo desaparece la “ç” y en siglo XIX se incorpora la “w”, único representante de las lenguas bárbaras que ha conseguido introducirse entre los signos gráficos latinos. Con ello llegamos a las 29 letras del idioma español, aunque, allá por el año 54, yo lo recitaba con 30 letras incluyendo la “rr” que oficialmente nunca se consideró como tal.

Y aquí viene cuando los humanos se ponen al servicio de la técnica y no al revés. Los anglosajones y sus parientes yanquis admiten pero no usan el Sistema Métrico Decimal y los europeos (continentales) tuvimos la mala suerte de que la invención del ordenador nos pilló en pleno apogeo USA. Los formularios se miden en pulgadas y las mentes pensantes determinan que en una pulgada caben 6 líneas en vertical y 10 caracteres en horizontal; establecen el octeto (byte) como unidad de almacenaje y definen los octetos que corresponderán a los 10 dígitos (fácil para el sistema binario) y a las 26 letras mayúsculas de SU alfabeto. No hay letras minúsculas, ni acentos, ni chorradas de esas como la “ñ”, la “ç” o la “l·l”. Los franceses nos echan una mano (se echan, quiero decir) e introducen la “ç” y los acentos, sin los cuales el francés deja de ser francés; los hispanohablantes (mayormente de California y Tejas para abajo) consiguen que una pieza de la cadena de las impresoras sea sustituida por “Ñ” y nos las apañamos para escribir “CH” y “LL” a base de teclear dos veces. Pero los sistemas de clasificación fallan: no es lo mismo “A” que “Á”. “A” es la primera letra del alfabeto y, por tanto, se clasifica en primera posición; “Á” es un carácter especial y se clasifica (según qué sistema operativo) delante de todas las vocales o detrás de todas las vocales. Con dificultad y bastantes años, son muchos los sistemas operativos que tratan en igualdad de condiciones las vocales con o sin tilde e, incluso, que intercalan la “ñ” entre la “n” y la “o”, pero de lo que no hemos sido capaces los que hablamos idiomas con letras digráficas es que nos metan los dos grafos en un solo octeto y se clasifiquen como es debido. La RAE ya dio un primer paso hacia la rendición incondicional, al aceptar que “ch” y “ll” quedasen englobadas en el diccionario dentro de las letras “c” y “l”, lo que puede tener sentido ya que no tenemos técnicos capaces de resolver el problema clasificatorio. Lo que no tiene nombre es que nuestros ilustres hombres de letras cometan un doble letricidio que, por ser doble, tampoco se puede clasificar.

Puestos a reformar la gramática, métanse con las incongruencias de Elio Antonio de Nebrija y normalicen el uso de la “g” delante de las vocales débiles y el de la “j” delante de las vocales fuertes, es decir, si escribo “gato” no sé por qué he de escribir “guerra” y no “gerra”. Normalícese el uso de “c”, “k” y “q” en base a que “k” es griega y, por tanto, sólo tiene sentido en palabras de tal procedencia, que la “c”, en latín, podía tener sonido “q” o “ch” y bien podía valer para que este último sonido quepa en un octeto, y que la letra “q” tenga el mismo uso que en latín donde “equus” sonaba “ekuus” o “qui”, “quae”, “quod”, que sonaban “kuí”, “kué”, “kuód” (los acentos son gratuitos). Y así otras varias incongruencias, como la desaparición de la “h” pues, ya que no se pronuncia, ¿para qué demonios se escribe? Que nos la dejen a los andaluces para que podamos visitar Uelva y ponernos morados qomiendo hamón en Habugo.

En cuanto a las nuevas normas de acentuación, hace años hubiera estado de acuerdo: acentuar “sólo” adverbio, para distinguirlo de “solo” adjetivo, es absurdo. El lector debe saber cuándo se trata de uno o de otro. Con el tiempo me he pasado al bando contrario: si el escritor no es capaz de distinguir si una palabra es adverbio o adjetivo, mejor que se dedique a otra cosa porque, lo que es yo, me dedico a leer a otro autor.

Otro día, quizás, me apetezca hablar de los diptongos y la acentuación del hiato. Por hoy es suficiente.

PD. Como un servidor no es un experto ni en ortografía ni en prosodia, es más que probable que en este u otros escritos meta la pata hasta el corvejón. El que yo sea un ignorante no justifica que se baje el listón de la sapiencia para que pueda disimularlo (la ignorancia), ni es óbice de que pueda prestar mi opinión sobre temas de cultura.

jueves, noviembre 18, 2010

Encuentros en la radio

Hace meses que no veía amanecer. Por un asunto de investigación que me llevo entre manos, hace unas cuantas semanas y durante varios días seguidos, me eché a la calle antes de las cinco de la mañana. Es divertido; quizá lo cuente algún día. Hacía cinco años que no escuchaba la radio de primera hora, esa hora donde las noticias acaban por despejarte la mente y obnubilarte el cerebro, si es que ello es posible. Por lo general, solía ir saltando entre varias emisoras para comparar las muy diferentes visiones, a veces contrarias, que unos cuantos personajes daban sobre un mismo suceso. Para mis labores de investigación he usado el coche de Dalr, menos conocido que el almamóvil, y no estoy familiarizado con su radio y distribución de emisoras. Tropecé con Onda Rambla y ahí me quedé. Mi primera sorpresa fue ver (oír) que Luís del Olmo está medio jubilado; el resto no fue sorpresa, fue la constatación de lo imbéciles que podemos llegar a ser y cómo nuestros políticos y periodistas (cuarto poder ¿democrático?) nos han olido el pan bajo el sobaco.

La primera noticia que me impactó fue que la ex ministra de igualdad, la ministra de sanidad e igualdad o la directora general de igualdad ha presentado un proyecto de ley, que inicia ya su recorrido parlamentario, uno de cuyos artículos PROHÍBE (palabra harto democrática) a los niños y niñas de las escuelas públicas o escuelos públicos practicar juegos sexistas en el patio. No dice la ley, los locutores y locutoras no lo mencionaron, cuáles son los juegos sexistas, aunque uno imagina que afectará a las niñas que juegan a casitas o con muñecas y a los niños que juegan a policías y ladrones o cualquier otro juego violento. La locutora se puso muy contenta al venirle a la memoria que siempre podríamos jugar a médicos y enfermeras. Error. A médicos y enfermeras jugábamos para poder tocarle el chisme a las niñas, lo cual no tiene problemas ya que la ley prohíbe a los niños y niñas el sexismo pero no la sexualidad pues una cosa es el dominio bruto sobre las personas (prohibido) y otra las marranás (¿obligado?). Jugar a médicos y enfermeras es un juego sexista dado que los médicos siempre eran los niños y las enfermeras (de categoría inferior) eran las niñas. No atenta contra la sexualidad toda vez que el chisme nos lo trasteábamos mutuamente.

Ya amanecido, tuve el placer de escuchar una entrevista que se le hacía al presidente y precandidato a la Generalitat. La entrevista discurría por cauces ya manidos hasta que Luís del Olmo salió de su casi jubilación e hizo la pregunta de periodista experto, curtido en mil batallas.
- Supongamos por un momento que la presidencia del Sr. Montilla depende de un solo voto, uno sólo, y que este voto lo tiene el PP ¿pactaría el Honorable con el Partido Popular?
- De ningún modo.
- ¿Por qué? En el País Vasco se ha hecho.
- Bueno… porque… Cataluña no es el País Vasco (verdad de Perogrullo) y porque el PP es un partido anticatalán. Nadie entendería el pacto con lo que el PP ha hecho a los catalanes.
- ¿Cómo qué?
- ¿Le parece poco denunciar el Estatuto por inconstitucional?
Veamos Sr. Montilla. Si el PP, el Don José o el Partido por la defensa del toreo cree que una ley es anticonstitucional es su obligación denunciarla, es más, al menos en las leyes orgánicas y en las fundamentales, el Tribunal Constitucional debería actuar de oficio, porque, si no, existe el riesgo que en un acuerdo entre los partidos mayoritarios nos impongan las leyes que les dé la gana. Salvando todas las distancias que haya que salvar, Hitler logró “democráticamente” ilegalizar a los partidos que de verdad se le oponían y, cuando sólo quedaron los suyos y los borregos, implantó “democráticamente” la dictadura más feroz de la que hayamos oído hablar. Si hubiese habido un Tribunal Constitucional que actuara de oficio, Hitler habría conseguido lo mismo pero tendría que haber dado un golpe de estado. El problema es que, entre unos y otros (Maragall, Más, Rajoy, Rodríguez, el Tribunal Constitucional, el Parlament, el Congreso de los Diputados, usted...), han engañado a los catalanes y ahora nos quieren aderezar un Estatut diferente al que se aprobó en referéndum y además utilizarlo como arma electoral en uno u otro sentido. Para no repetirme, mi opinión sobre el tema se puede consultar en ¿Es constitucional el Tribunal Constitucional?

La última la he oído esta semana. Iba en mi coche a recoger a mi mamá al cole y llevaba puesta la emisora del régimen español actual. Se comentaba la ya famosa frase de Joan Puigcercós: “A Andalusia no paga ni Deu, ni Deu”. Todos andaban escandalizados por las ofensas del candidato de Ezquerra a Andalucía. Puigcercós tiene razón. Aunque sabemos que Dios tiene el don de la ubicuidad, no hay pruebas contundentes de que haya fijado su residencia en la Comunidad Andaluza y, en todo caso, es seguro que no paga allí sus impuestos. Es más, creo que está exento.
Cachondeos al margen. Vi cómo el gobierno y el parlamento andaluz protestaban airadamente. No los he oído decir ni mu cuando, sin presentar prueba alguna, Escuredo, Rojas Marcos o Clavero Arévalo (por citar a los mas lejanos) elevaban sus gritos al cielo porque Cataluña se llevaba la parte del león de los presupuestos. Rojas Marcos presentó una lista de agravios comparativos que nadie contestó ni refutó y los gobiernos andaluces han ido reclamando la “deuda histórica”. Hasta se ha jaleado a Rodríguez Ibarra por acusar a vascos y catalanes de esquilmar España y nunca ha pasado nada. Seguimos viviendo en un régimen en que cada político se cree en el derecho de decir lo que le venga en gana, dejando la obligación de probar lo que se dice a los políticos del resto de partidos. Quien acabó de descolocarme fue la directora del programa que entrevistó a una consejera o directora generala de la Junta Andaluza o el Junto Andaluz, que, como era de esperar, afirmó que, según la Balanza Fiscal, Andalucía está en la media española pero, en comparación con el PIB de la comunidad, paga más que los demás. La conversación empezó así:
- Doña Fulanita (a la andaluza), como catalana le pido disculpas por las palabras de Joan Puigcercós…
A ver, Gemma. Las verdades o mentiras que diga el Sr. Puigcercós sólo a él competen y sólo él es el responsable. Ningún catalán tiene que pedir perdón por las imbecilidades (si es que lo son) que digan sus representantes políticos. A lo largo de la legislatura, Montilla ha dicho tantas barbaridades como Puigcercós y nadie se ha rasgado las vestiduras.

Vale, madrugar no me conviene.

lunes, noviembre 15, 2010

Formula 1: decepción

Hasta ahora y a excepción de algún que otro éxito puntual, nuestra historia deportiva está llena de “por poco” y “otra vez será”; en nuestras conversaciones de cafetería los hitos más comentados son el “gol de Cardeñosa” frente a Brasil, el penalti fallado por Raúl frente a Francia o el balón que se tragó Luís Arconada en la final de París. Aisladamente, se hablaba del gol de Zarra, el gol de Marcelino o el Sapporazo de Paquito Fernández Ochoa. Por fin, a nivel deportivo, 2010 será un año recordado por sus éxitos: campeonato del mundo de selecciones nacionales, conquista de los 14 ochomiles por Edurne Pasaban, Rafa Nadal completando el Grand Slam, quinto tour consecutivo ganado por un español…
Este fin de semana Fernando Alonso debía redondear la temporada proclamándose campeón del mundo de Formula 1 por tercera vez en su carrera. Y se daban las condiciones idóneas; estaba primero en la clasificación y salía tercero, por detrás de Vettel y Hamilton, y dos puestos por delante de Weber, que era, en principio, el rival a batir. Hace tres meses nadie hubiera soñado con tener el título tan a mano. Tras el Gran Premio de Alemania, Alonso andaba por el quinto puesto y tenía delante los McLaren de Hamitlon y Button y los Red Bull de Webber y Vettel; por delante y a considerable distancia, teniendo en cuenta que no había otros coches que les pudieran disputar la primacía.

Fernando Alonso enganchó varias victorias más o menos consecutivas, los Maclaren se desfondaron y los Red Bull se pusieron a tiro. Lejanos pero a tiro. Y la fortuna jugó a favor en Corea: Mark Webber se salió de la pista cuando iba segundo y Sebastián Vettel rompió el coche cuando iba primero y la carrera de acababa. El Gran Premio de Brasil dejó las cosas sobre ascuas: en la última carrera, el Ferrari de Alonso debía cruzar la meta por delante de uno de los dos Red Bull y no muy detrás del otro, sobre todo si ese otro era Webber. Y las pruebas de clasificación en Abu Dhabi ponían el título a huevo: Fernando sólo debía mantener la posición; incluso podía permitirse el lujo de perder un puesto.
El accidente de Schumacher hizo que el panorama cambiase un poco; los que no contaban cambiaron ruedas sin perder la posición y la estrategia de Ferrari se vino abajo. Pero todos los favoritos estaban en las mismas circunstancias: sólo había que cambiar la estrategia y fijar su atención en Vettel. Eso hizo Red Bull. Descartado Webber, se lo jugó todo a una carta y mandó cambiar ruedas al australiano en un momento muy poco propicio. Ferrari picó y puso en práctica la estrategia pensada el sábado que el domingo, justo en ese instante, ya no valía. Sebastián Vettel es el nuevo campeón del mundo de Formula 1. Para Ferrari, para Fernando Alonso y para los aficionados españoles llegó la gran decepción.

No oculto que me habría gustado una victoria de Alonso, pero no me hubiese molestado en absoluto que Mark Webber hubiera acabado luciendo el entorchado de campeón. Alonso ya ha probado las mieles del triunfo; Vettel es muy joven y le quedan muchos campeonatos por delante; Webber está apurando su carrera y apenas le quedan oportunidades. Pero es que Webber es un caballero. Lo he visto este año en dos entrevistas y me ha calado.
En la primera había ganado, teniendo tras de sí a Alonso y a Vettel. Más o menos vino a decir que estaba contento con la victoria aunque había sufrido mucho con esos dos pilotos detrás.
En la segunda entro tercero, con Alonso y Vettel delante. Más o menos vino a decir que estaba contento con la carrera que había hecho quedando por detrás de esos dos fenómenos que lo precedían: ”Pero estos dos chicos hicieron una carrera fantástica hoy. Todo el fin de semana ellos han conducido muy bien y ha sido una buena carrera para todos y estoy muy contento con el tercer puesto”.

Lo dicho, yo no habría sufrido ninguna decepción si Mark Webber se hubiese coronado como campeón del mundo.

viernes, noviembre 12, 2010

Garcilaso de la Vega


En la confluencia de la Gran Vía de Colón con la calle Reyes Católicos se encuentra la Plaza de Isabel la Católica en Granada. Es una plazoleta sin ninguna gracia; digo mal, es una plazoleta a la que los edificios que la rodean le han quitado su gracia. La plaza es, sin embargo, uno de los rincones más representativos de Granada: no en vano, en ella se levanta la estatua de Mariano Benlliure que representa el momento en que la Reina Católica da el visto bueno al proyecto del Almirante para buscar el camino más corto hacia la India. Esta estatua que, en un principio estuvo ubicada en el Paseo del Salón, se erigió en 1892 para conmemorar el cuarto centenario del Descubrimiento de América y es uno de los monumentos granadinos, excepción hecha de la Alhambra, más fotografiados. Tiene la suerte de ocupar una situación de privilegio, no sólo por estar en el cruce de dos de las vías más carismáticas de la ciudad, sino que en su proximidad se encuentran la Catedral, la Capilla Real, la Alcaicería, el Corral del Carbón y la Casa de los tiros, y es paso obligado para los que acceden a pie a la Alhambra subiendo por la Cuesta Gomérez.

Es seguro que he pasado junto al monumento en cientos de ocasiones, pero hasta este verano no se me había ocurrido echar un vistazo a las leyendas impresas en su peana. Vista de frente, es decir, desde la Gran Vía, presenta dos fechas escritas en hispano-romano: los números están en latín y los meses en español. Las fechas hacen referencia a la conquista de Granada y al Descubrimiento de América: II de Enero de MCCCCLXXXXII y XII de Octubre de MCCCCLXXXXII (así, con faltas de ortografía y todo).
Debajo, ocupando un lugar de honor, Fray J. Pérez de Marchena, fraile de La Rábida que influyó lo suyo para que los Reyes Católicos recibieran a Colón. Sólo que, al igual que estudiamos que Colón salió del puerto de Palos de Moguer, cuando hay dos pueblos en realidad (Palos y Moguer) y las naves partieron de Palos, Fray Juan aúna a dos monjes: Fray Antonio de Marchena, que fue el fraile que recibió al navegante cuando llegó procedente de Portugal e hizo lo indecible para buscar los enchufes necesarios, y Fray Juan Pérez, antiguo confesor de Doña Isabel, que fue uno de los enchufes empleados por Fray Antonio.
A inferior altura pero destacado, aparece el nombre de Fray Fernando (o Hernando) de Talavera, descendiente de marranos, confesor, a la sazón, de la Reina y primer arzobispo de Granada. A su izquierda, el nombre del Cardenal Mendoza, hijo del primer Marqués de Santillana, y Luís de Santángel.
El Cardenal Mendoza fue algo así como el Mazarino de los Reyes Católicos y es conocido que en Castilla se le denominaba “el tercer rey”. Contrario a la implantación de la Inquisición, consiguió que no se persiguiera a judíos y moriscos en Granada pero, al nombrar a Fray Hernando de Talavera arzobispo de Granada, propuso como confesor real (confesor de la reina; el rey no pecaba, si acaso cabalgaba mozas) a quien después sería conocido como Cardenal Cisneros y que tendría otro punto de vista sobre el trato de moros y judíos.
Luís de Santángel era marrano directamente. Vino con Fernando II de Aragón cuando éste se hizo cargo de la Corona de Castilla poniendo en práctica el “Tanto monta”. Aunque actuó como secretario del rey, su experiencia en la Ceca de Valencia y como Escribano de Ración de Fernando lo catapultaron a la administración de los caudales de la Corona. Fue valedor de Cristóbal Colón y avaló con su fortuna el capital que los reyes habían de aportar a la aventura del descubrimiento.

La cara de la peana que da hacia la calle Reyes Católicos está encabezada por dos nombres de leyenda: Hernán Pérez del Pulgar y Gonzalo de Córdoba, y por allí aparece un tercer nombre, Alonso de Aguilar, único personaje que he visto repetido en el monumento (aparece también en la cara opuesta de la peana) y que, acabo de de enterarme, era hermano mayor de Gonzalo de Córdoba.
Hernán Pérez del Pulgar es conocido por sus hazañas, de las cuales la más conocida es la que cuenta que una noche entró en Granada con varios de sus caballeros, clavó un cartel con las palabras “Ave María” (y una proclama) en la puerta de la Mezquita Mayor, incendió la Alcaicería y, tras un enfrentamiento con la guardia mora, regresó sano y salvo a Santa Fe. A mí me hace más gracia la hazaña que lo sitúa en Salobreña, asediado por las tropas de Boabdil y escaso de agua, cuando lo conminan a rendirse. Pérez del Pulgar, dicen, cogió la última cántara de agua y la tiró desde lo alto el castillo (como Guzmán el Bueno con el puñal); sus tropas, enardecidas por el gesto, destrozaron a los sitiadores que pusieron pies en polvorosa.
Gonzalo de Córdoba o Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido como el Gran Capitán, tuvo un papel importante en el sitio de Granada. Presidió las negociaciones que acabaron con la entrega de la ciudad. Sin embargo, el Gran Capitán es más conocido por sus andanzas en Italia, donde reformó el ejército y puso las bases de lo que luego serían los Tercios Españoles. Virrey de Nápoles, fue víctima de sus oponentes que lo acusaron de malversar fondos; destituido por Fernando el Católico, Gonzalo de Córdoba presentó las “Cuentas del Gran Capitán”, tan meticulosas, detalladas y cargadas en gastos superfluos que han quedado como dicho popular.

Vista la peana desde la acera más cercana a la Plaza Nueva, figura en lugar destacado el nombre de Fernando el Católico y, arriba, a la derecha, Garcilaso de la Vega. He de decir que en la peana haya bastantes nombres más de los que he citado y que de la mayoría no tengo ni la menor idea de quienes fueron, ni ganas de investigarlo, pero me llamó mucho la atención el nombre de Garcilaso. Sé de la existencia de tres Garcilasos:
· Garcilaso de la Vega, poeta del siglo XVI, descendiente del Marqués de Santillana, amigo íntimo de Juan Boscán y cercano al emperador Carlos con el que participó en bastantes cuestiones bélicas. Precisamente palmó de un pedruscazo en la cabeza al asaltar sin casco el castillo de Mui (guerree, pero seguro).
· Garcilaso de la Vega, el Inca. Hijo ilegítimo de un pequeño noble extremeño y biznieto del Inca Túpac Yupanqui. Es el primer mestizo de las letras en castellano. Su padre le dejó una fortunilla con la que pagar sus estudios y hacer carrera en España. Murió el 23 de abril de 1616, el mismo día que Miguel de Cervantes.
· Garcilaso a secas. Camarero del Colegio Mayor de San Bartolomé y Santiago de Granada. Conocido por las borracheras que agarraba el Día de la Inmaculada y por las poesías guarras que recitaba mientras permanecía en estado de misticismo etílico.

Está claro que ninguno de los tres es el Garcilaso de la estatua de la Plaza de Isabel la Católica. Llevo desde el verano intentando averiguar a quién corresponde ese nombre y, aunque encuentro bastantes homónimos cercanos a la época, ninguno acaba de cuadrar con el personaje. O, por lo menos, los artículos que encuentro no hacen referencia a que ninguno de ellos estuviese por Granada.

martes, noviembre 09, 2010

Caleidoscopio papal

Llegó, se expuso y se fue. Crónica breve de la visita del Papa a Barcelona.
A esto podría reducirse la visita papal a la Ciudad Condal en lo que a mí respecta, pero un suceso que ha hecho correr tantos ríos de tinta y ha enfrentado tantas ideas se merece algo más. Por de pronto me recuerda nuestra poca cultura para con los números ordinales, y es que, a partir de décimo, las pasamos canutas para dar con ellos y preferimos recurrir al cardinal correspondiente. Así, somos capaces de hablar de Alfonso Décimo el Sabio, aunque continuemos con Alfonso Doce o Alfonso Trece y nos refiramos a Pío Doce, Juan Veintitrés o Benedicto Dieciséis (Benet Setze para la ocasión). Si la memoria no me falla, lo correcto sería hablar de Benedicto Décimosexto o Benet Setzè, a menos que nos empeñemos en llamarlo Benedicto Dieciseisavo, siguiendo el ejemplo de un antiguo ministro que está dispuesto a igualar el registro de Fraga en cuanto a disfrute de coche oficial.

La polémica se ha centrado en dos aspectos fundamentales: qué hace en un estado que se autodenomina laico el jefe espiritual de la Iglesia Católica y por qué hemos de pagar el viaje los barceloneses.
Como casi siempre, los que se muestran contrarios a la visita papal y al dispendio que ocasiona son los que defienden el derecho de los musulmanes a que el gobierno les levante una mezquita y disculpan a ciertos mandatarios que meten mano en el cajón para sufragar asociaciones de dudosa utilidad. Y, como casi siempre, los que aplauden la visita del Papa y justifican el dispendio son los que se escandalizan cuando otras confesiones religiosas reclaman subvenciones para fomentar su culto o exigen mostrar en público los signos externos de su fe.

¿Por qué vino el Papa a Barcelona?
Entiendo que es el quid de la cuestión. O el Papa se montó un viaje privado o el Papa fue invitado a consagrar la Basílica de la Sagrada Familia.
Si el Papa llegó como invitado, no hay más que hablar: quien invita paga y cuida de su invitado para que su estancia sea cómoda y placentera.
La discusión tendría sentido si el viaje del Papa hubiera sido privado, en cuyo caso, el estado español sólo estaría obligado a velar por su seguridad como, por ejemplo, hizo durante la visita privada de la familia Obama (las pirracas de la familia) a Granada.
Podría darse un tercer supuesto: el Papa viene a Santiago a ganar el jubileo y se aprovecha su estancia para que consagre la Sagrada Familia. En este caso, es de suponer, la invitación habría partido del Arzobispado de Barcelona que debería (sus fieles católicos) correr con todos los gastos salvo los de seguridad.

Trastornos a los ciudadanos
Lo que no cabe duda, después de ver algunas imágenes en televisión, es que la gente se lo pasó pipa: unos aclamando a su jefe espiritual y otros expresando su rechazo a la visita. Los perjudicados fueron quienes no participaron en ninguna de las manifestaciones que, una vez más, vieron como Barcelona quedaba partida por la mitad impidiendo que la gente pudiera desplazarse con una cierta comodidad. Igual que el día del Triatlón, la Cursa del Corte Inglés o la Maratón de Barcelona. Bueno, no. Ésta última es peor porque el itinerario cerca toda la parte baja de la ciudad e imposibilita entrar o salir de ella. El itinerario asignado al Papa permitía rodear el rebaño y llegar, más o menos, al lugar previsto. Quienes no tuvieron opción fueron los vecinos que se vieron obligados a demostrar a cada paso que no eran terroristas.
Urge construir el Manifestódromo en las grandes ciudades españolas; en las grandes y en las pequeñas. Hubiésemos llevado allí al Papa para que fuese aclamado por sus fans y, luego, trasladado a la Sagrada Familia con la seguridad estricta y necesaria para que no nos armasen un pitote en casa.


Rentabilidad de la visita
Lo que más insistentemente ha trascendido es que la visita papal ha costado 2,5 millones de euros a los barceloneses. Lo que los medios oficialistas han remarcado es que la visita de Benedicto ha dejado unos ingresos de 25,2 millones de euros a los comerciantes, hoteleros y restauradores de Barcelona, amén (y nunca mejor dicho) de unos 3 millones más en concepto e proyección publicitaria de nuestra ciudad. Claro que a la mayoría nos ha tocado pagar. Pero como dijo Josep Borrell siendo ministro: “A mí no me preocupa la deuda pública porque, en definitiva, es dinero que un español debe a otro español”. A un servidor tampoco le preocuparía el gasto del viaje si en “mi” quiosco se hubiesen vendido estampitas, banderas amarillas y otros recuerdos por valor de, pongamos, cien mil euros.
Además de los beneficios económicos, no hay que desdeñar que parte de la celebración religiosa se hizo en catalán y que, probablemente, haya sido la vez que más personas han oído a la vez hablar en nuestro idioma. Más incluso que cuando Andorra entró a formar parte de la ONU.

Los colores
La leyenda, empeñada en enaltecer los valores bélicos, cuenta que el Escudo de Cataluña aparece en tiempos de Wifredo el Velloso cuando ayudó a Carlos el Calvo en una decisiva batalla contra los normandos. El rey franco obsequiaría al Conde con un escudo con fondo de oro sobre el que, el mismo rey, trazaría las cuatro barras con sus dedos mojados en la sangre del Conde de Barcelona.
Otra leyenda, rescatada ésta por Marcelo Capdeferro, cuenta que el escudo es de la época de Pedro II que se trasladó a Roma para ser coronado por el Papa, rendirle vasallaje y adherirse a la Cruzada contra los Albigenses o Cátaros. En recompensa, el Papa Inocencio permitiría al Rey de Aragón usar los colores del Vaticano (amarillo).
Aunque hay documentación de que el escudo cuatribarrado sobre fondo de oro ya era utilizado por Alfonso II de Aragón, padre de Pedro, pudiera ser que Benedicto XVI diera por buena la leyenda y hubiese venido a Barcelona a cobrar sus derechos de vasallaje.

Resumiendo: la visita del Papa nos ha tenido entretenidos unas cuantas semanas y ha sido disfrutada por unos y padecida por otros durante unos días. A partir de ahora, se irá diluyendo en el olvido aunque siempre queden motivos para entablar una discusión.

Y es que en el mundo traidor
nada es verdad ni es mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira.
Ramón de Campoamor.

Y es que el viaje del Papa puede mirarse con muchos cristales; incluso con un caleidoscopio.
Por si no ha quedado claro, yo no esperé al Papa; es más, me quité de en medio para no estorbarle ni que me estorbara. Y como tanto el itinerario como los horarios habian sido publicitados con profusión, pude montarme los míos propios de modo que no coincidiésemos. Así que, para mí, la visita del Papa fue mucho más agradable que la celebración del último Triatlón.

P.D.- En las imágenes que televisión transmitió desde Santiago eché de menos la figura de O Cura de Fruime.

martes, noviembre 02, 2010

Lisboa: Mosteiro dos Jerónimos

El Monasterio de los Jerónimos es una construcción impresionante de tropecientos metros de largo por un palmo (en comparación) de ancho; o eso es, al menos, lo que parece a simple vista. Fue mandado construir por Manuel I para conmemorar la llegada de Vasco de Gama a la India de Verdad y, casualidades de la vida, el arquitecto encargado de las obras hizo un diseño de estilo manuelino, que viene a ser como el plateresco pero en portugués: encaje de bolillos.


Llegados a la puerta principal (digo lo de principal porque era la única que se veía abierta) teníamos delante la taquilla de entrada al monasterio y a la derecha la puerta de la capilla, de dimensiones acordes con el conjunto, es decir, en vez de capilla era capa.
Como en nuestra anterior visita no habíamos podido ver la iglesia (estaba cerrada), decidimos empezar por ahí. Desde hace unos años acá vengo haciéndome un lío con las hijas de los Reyes Católicos y sus maridos portugueses; Isabel y otra casadas con Manuel y otro, por parejas y escalonadamente: una se casa con uno, uno las palma, una se casa con otro, una las palma y otro se casa con otra (o al revés). Antes de entrar en la capilla había vuelto a leerme ese retazo de historia que, combinado con las estatuas del monumento, esta vez no se me va a olvidar. En la capilla están enterrados el otro y la otra, es decir, Manuel I de Portugal y María de Castilla y Aragón; lo malo es que, justo enfrente(o al lado, no recuerdo), están sus sucesores Juan III de Portugal y Catalina de Austria, nietos ambos de los Reyes Católicos.
Y que se diga que la casa de Austria desapareció de España por mor de la consanguinidad… Por allí anda también la tumba del rey Don Sebastián; dicen que vacía. Y para compensar, a la entrada del templo, a ambos lados de su única nave, Vasco de Gama, que de naves sabía bastante, y Luís de Camoens, autor de Os Lusiadas, y a quien se atribuye la frase: “Hablemos de castellanos y portugueses, porque españoles lo somos todos”.

De los Jerónimos recordaba el claustro, así que nos fuimos a la taquilla para sacar la entrada. Había un cartel con los precios donde pudimos ver que se aplicaba un precio especial a Grávidas y Portadores de Deficiencia (com Cartao de Deficiencia). Me quedé unos segundos pensando porque no veía claro si el precio reducido se aplicaba al deficiente o a quien lo llevaba. Luego acabé haciendo comparaciones; mientras que nuestros legisladores pierden el tiempo en buscar palabras que no sean “ofensivas” para cojos, mancos, tuertos o subnormales, los portugueses llaman a las cosas por su nombre. Si eficiente es el que realiza sus funciones con eficacia y perfección, deficiente debe ser el que no llega a tanto en una o más tareas. O sea, que no sé si por deficiente físico, psíquico, moral, ético o estético, es decir, por feo o por lisiado, el billete me salió más barato. Y sin Cartao de Deficiencia que en España, al menos en Cataluña, es del tamaño de un Mapa Mundi y no me cabe en la cartera.

Tenía en mente que, cuando lo vi por primera vez, el Claustro de los Jerónimos me impresionó; esta vez también: lo encontramos lleno de chatarra y piezas de mecano, ya que lo estaban preparando para un concierto, y no precisamente de Mecano. Subimos a la segunda planta intentando sacar desde allí alguna fotografía potable. Desde esa altura, siempre que no se mire hacia abajo, sigue siendo una maravilla. Pero encontré cambios; en el lugar donde antes estaban los retretes han abierto una tienda de suvenires, mientras que los retretes están ubicados en el antiguo banco. Me explico.
En mil novecientos ochenta y tantos, llegamos a Lisboa en sábado y nos encontramos que hasta el lunes no abrían los bancos. Íbamos escurridos de escudos y tuvimos que trampear utilizando la tarjeta VISA, que por entonces no era muy apreciada en el país, y el dinero que llevábamos en pesetas. Pero en algunos sitios sólo aceptaban escudos y se nos estaban acabando. En la segunda planta del Claustro de los Jerónimos había una ventanilla que decía “Banco. Change”. Y allí nos fuimos aunque fuese a cambiar mil pesetas. Turistas noveles, salíamos acongojados al extranjero y, en previsión, me había comprado en el Corte Inglés un cinturón con cremallera interior, de modo que, con cuatro dobleces, podía ocultar unos cuantos billetes de mil pesetas. Una vez hube cambiado, cogí a Dalr y nos fuimos al retrete; entré dentro de uno de los cubículos y le eché paciencia para efectuar con eficacia el doblado y ocultación de los billetes portugueses. Estaba en plena faena, concentrado, cuando llamaron a la puerta.
- ¡Pom, pom!
- Está mi padre –oí que decía Dalr-.
- ¡Pom, pom, pom! –el individuo golpeaba con más fuerza-.
- ¡Estoy estreñío! –grité desde dentro-.
- ¡Ah! –exclamación seca y el buen hombre dejó de importunar-.
Cuando salí se disculpó.
- Bambino disía…


Llegamos riendo al encuentro con Quiosquera.
- ¿Qué os pasa, par de tontos?
- Uno que va a llegar hoy a su casa diciendo que ha aprendido que “ocupado”, en español se dice “estoy estreñío” –y le conté la película-.
- ¡Eres…!