viernes, noviembre 12, 2010

Garcilaso de la Vega


En la confluencia de la Gran Vía de Colón con la calle Reyes Católicos se encuentra la Plaza de Isabel la Católica en Granada. Es una plazoleta sin ninguna gracia; digo mal, es una plazoleta a la que los edificios que la rodean le han quitado su gracia. La plaza es, sin embargo, uno de los rincones más representativos de Granada: no en vano, en ella se levanta la estatua de Mariano Benlliure que representa el momento en que la Reina Católica da el visto bueno al proyecto del Almirante para buscar el camino más corto hacia la India. Esta estatua que, en un principio estuvo ubicada en el Paseo del Salón, se erigió en 1892 para conmemorar el cuarto centenario del Descubrimiento de América y es uno de los monumentos granadinos, excepción hecha de la Alhambra, más fotografiados. Tiene la suerte de ocupar una situación de privilegio, no sólo por estar en el cruce de dos de las vías más carismáticas de la ciudad, sino que en su proximidad se encuentran la Catedral, la Capilla Real, la Alcaicería, el Corral del Carbón y la Casa de los tiros, y es paso obligado para los que acceden a pie a la Alhambra subiendo por la Cuesta Gomérez.

Es seguro que he pasado junto al monumento en cientos de ocasiones, pero hasta este verano no se me había ocurrido echar un vistazo a las leyendas impresas en su peana. Vista de frente, es decir, desde la Gran Vía, presenta dos fechas escritas en hispano-romano: los números están en latín y los meses en español. Las fechas hacen referencia a la conquista de Granada y al Descubrimiento de América: II de Enero de MCCCCLXXXXII y XII de Octubre de MCCCCLXXXXII (así, con faltas de ortografía y todo).
Debajo, ocupando un lugar de honor, Fray J. Pérez de Marchena, fraile de La Rábida que influyó lo suyo para que los Reyes Católicos recibieran a Colón. Sólo que, al igual que estudiamos que Colón salió del puerto de Palos de Moguer, cuando hay dos pueblos en realidad (Palos y Moguer) y las naves partieron de Palos, Fray Juan aúna a dos monjes: Fray Antonio de Marchena, que fue el fraile que recibió al navegante cuando llegó procedente de Portugal e hizo lo indecible para buscar los enchufes necesarios, y Fray Juan Pérez, antiguo confesor de Doña Isabel, que fue uno de los enchufes empleados por Fray Antonio.
A inferior altura pero destacado, aparece el nombre de Fray Fernando (o Hernando) de Talavera, descendiente de marranos, confesor, a la sazón, de la Reina y primer arzobispo de Granada. A su izquierda, el nombre del Cardenal Mendoza, hijo del primer Marqués de Santillana, y Luís de Santángel.
El Cardenal Mendoza fue algo así como el Mazarino de los Reyes Católicos y es conocido que en Castilla se le denominaba “el tercer rey”. Contrario a la implantación de la Inquisición, consiguió que no se persiguiera a judíos y moriscos en Granada pero, al nombrar a Fray Hernando de Talavera arzobispo de Granada, propuso como confesor real (confesor de la reina; el rey no pecaba, si acaso cabalgaba mozas) a quien después sería conocido como Cardenal Cisneros y que tendría otro punto de vista sobre el trato de moros y judíos.
Luís de Santángel era marrano directamente. Vino con Fernando II de Aragón cuando éste se hizo cargo de la Corona de Castilla poniendo en práctica el “Tanto monta”. Aunque actuó como secretario del rey, su experiencia en la Ceca de Valencia y como Escribano de Ración de Fernando lo catapultaron a la administración de los caudales de la Corona. Fue valedor de Cristóbal Colón y avaló con su fortuna el capital que los reyes habían de aportar a la aventura del descubrimiento.

La cara de la peana que da hacia la calle Reyes Católicos está encabezada por dos nombres de leyenda: Hernán Pérez del Pulgar y Gonzalo de Córdoba, y por allí aparece un tercer nombre, Alonso de Aguilar, único personaje que he visto repetido en el monumento (aparece también en la cara opuesta de la peana) y que, acabo de de enterarme, era hermano mayor de Gonzalo de Córdoba.
Hernán Pérez del Pulgar es conocido por sus hazañas, de las cuales la más conocida es la que cuenta que una noche entró en Granada con varios de sus caballeros, clavó un cartel con las palabras “Ave María” (y una proclama) en la puerta de la Mezquita Mayor, incendió la Alcaicería y, tras un enfrentamiento con la guardia mora, regresó sano y salvo a Santa Fe. A mí me hace más gracia la hazaña que lo sitúa en Salobreña, asediado por las tropas de Boabdil y escaso de agua, cuando lo conminan a rendirse. Pérez del Pulgar, dicen, cogió la última cántara de agua y la tiró desde lo alto el castillo (como Guzmán el Bueno con el puñal); sus tropas, enardecidas por el gesto, destrozaron a los sitiadores que pusieron pies en polvorosa.
Gonzalo de Córdoba o Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido como el Gran Capitán, tuvo un papel importante en el sitio de Granada. Presidió las negociaciones que acabaron con la entrega de la ciudad. Sin embargo, el Gran Capitán es más conocido por sus andanzas en Italia, donde reformó el ejército y puso las bases de lo que luego serían los Tercios Españoles. Virrey de Nápoles, fue víctima de sus oponentes que lo acusaron de malversar fondos; destituido por Fernando el Católico, Gonzalo de Córdoba presentó las “Cuentas del Gran Capitán”, tan meticulosas, detalladas y cargadas en gastos superfluos que han quedado como dicho popular.

Vista la peana desde la acera más cercana a la Plaza Nueva, figura en lugar destacado el nombre de Fernando el Católico y, arriba, a la derecha, Garcilaso de la Vega. He de decir que en la peana haya bastantes nombres más de los que he citado y que de la mayoría no tengo ni la menor idea de quienes fueron, ni ganas de investigarlo, pero me llamó mucho la atención el nombre de Garcilaso. Sé de la existencia de tres Garcilasos:
· Garcilaso de la Vega, poeta del siglo XVI, descendiente del Marqués de Santillana, amigo íntimo de Juan Boscán y cercano al emperador Carlos con el que participó en bastantes cuestiones bélicas. Precisamente palmó de un pedruscazo en la cabeza al asaltar sin casco el castillo de Mui (guerree, pero seguro).
· Garcilaso de la Vega, el Inca. Hijo ilegítimo de un pequeño noble extremeño y biznieto del Inca Túpac Yupanqui. Es el primer mestizo de las letras en castellano. Su padre le dejó una fortunilla con la que pagar sus estudios y hacer carrera en España. Murió el 23 de abril de 1616, el mismo día que Miguel de Cervantes.
· Garcilaso a secas. Camarero del Colegio Mayor de San Bartolomé y Santiago de Granada. Conocido por las borracheras que agarraba el Día de la Inmaculada y por las poesías guarras que recitaba mientras permanecía en estado de misticismo etílico.

Está claro que ninguno de los tres es el Garcilaso de la estatua de la Plaza de Isabel la Católica. Llevo desde el verano intentando averiguar a quién corresponde ese nombre y, aunque encuentro bastantes homónimos cercanos a la época, ninguno acaba de cuadrar con el personaje. O, por lo menos, los artículos que encuentro no hacen referencia a que ninguno de ellos estuviese por Granada.

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