lunes, marzo 22, 2021

Miodesopsia


Julio de 2019, días antes del patrón. Debían ser las 3,30 o 4 de la mañana, cuando la vejiga me avisó de que la próstata la estaba molestando y que tenía que levantarme para procurarle alivio. Junto a la ventana de mi habitación en Aguadulce hay una farola que proporciona una iluminación tenue pero suficiente; la luz desaparece al salir al pasillo y se recupera al abrir la puerta del retrete, puesto que el ventanuco del mismo se encuentra al otro lado de la farola. Esta circunstancia me permite echar la meada sin recurrir a la luz de la habitación. El día que nos ocupa fue un tanto especial; al entrar en la oscuridad del pasillo, el ojo derecho estalló en una multitud de estrellitas chispeantes, al tiempo que crujían cual si se tratase de la electricidad estática acumulada en la camiseta que nos estamos sacando por la cabeza. La acción duró mientras estuve en la oscuridad del pasillo y se repitió al retornar a la cama.
Por supuesto que a la mañana siguiente me busqué un oculista en Roquetas, el cual me hizo un reconocimiento exhaustivo.
- No se aprecia ningún tipo de lesión; por los síntomas podía haber sido un desprendimiento de retina, pero no es el caso. De todos modos, si se repite, vuelva.
- Doctor, cuando muevo el ojo, veo como una mancha negra que se mueve.
- Nada, tranquilo; eso es una miodesopsia.
- Mio… ¿qué?
- Lo que se llama mosca volante. No tiene importancia. Le desaparecerá con el tiempo o se acostumbrará a verla y no molestará.
Los médicos hacen con las palabras lo mismo que con su letra: las desfiguran para que no sepamos de qué renquea la salud. Menos mal que ahora recurrimos a nuestro amigo Google y sabemos de todo.
Miodesopsia: procede del griego. Myie=mosca, eidos=forma, ops=visión. Visiones en forma de mosca.
Claro que mi ops no tenía eidos de myie, sino de níma, es decir, hilo. Y no de un hilo cualquiera; mi hilo me recuerda cuando mi abuela no lograba enhebrar la aguja y cortaba un cacho hebra y la escupía: por el lado donde mi abuela había metido los dientes, la hebra quedaba roma y por el otro, espeluchada.
 
A pesar de lo me dijo el oftalmólogo (yo también conozco alguna palabra que conserva antecedentes de lengua clásica), ni la mosca se me ha ido ni me he acostumbrado a ella. La utilizo, eso sí, como distracción. Mi mosca se mueve por el lado derecho de mi campo de visión y, girando el ojo a la izquierda, se va situando hacia el centro; cuando la tengo fijada, miro rápidamente a la derecha con la intención de pillarla, pero la pilla es más rápida que yo y sale cagando leches para refugiarse al lado opuesto del lagrimal. En año y medio no me ha vencido el desánimo y tenía la seguridad de que un día ganaría la partida, sería más rápido que ella y lograría enfocarla en mitad de la pupila. No ha sido posible. Con la operación de cataratas el hilo se ha encogido y ahora tiene forma de punto gordo (simeío lípous) y se mueve más lento que la hebra. Sigo jugando con la mosca: me recuerda al juego ese que una pelota va rebotando en tres lados de la pantalla y el jugador puede mover una raya para que no se le cuele por el otro lado.
En mi juego, la mosca rebota en los cuatro lados y no pierdo nunca. Me limito a intentar adivinar cuál será el ángulo del rebote.