miércoles, noviembre 18, 2015

J’aimerais être français (aujourd’hui)

Jueves, 11 de marzo de 2004
Circulaba por la C58, camino del trabajo, cuando la emisora que tenía sintonizada informó de una explosión en la estación de Atocha. Durante la media hora que duró el trayecto, la noticia se fue concretando hasta hablar de explosiones en 4 trenes de cercanías, alguno de ellos aún lejos de la estación. Las víctimas ascendieron a 193 muertos y casi 2000 heridos.
El gobierno, con las elecciones generales a tres días, dio por buena la sospecha de que el atentado era obra de ETA y echó el resto para defender una autoría que, probablemente, le haría revalidar su mayoría absoluta en las cámaras legislativas. Los españoles manifestaron su repulsa hacia los terroristas y su solidaridad con las víctimas. Mientras, la policía encuentra una furgoneta con algunos detonantes y unas cintas grabadas con versículos del Corán. En medios periodísticos y políticos se empieza a hablar de Al Qaeda como autor material de la masacre.
Durante el día 12 se extiende y desarrolla la teoría que desvía las sospechas desde ETA hasta Al Qaeda. El gobierno continúa achacando a ETA la autoría, aunque la banda terrorista lo desmiente mediante una llamada al diario Gara. Bajo una lluvia torrencial, en Madrid se manifiestan 2,3 millones de personas en contra del terrorismo; las manifestaciones se repiten en Barcelona y otras muchas ciudades españolas: se habla de más de 11 millones de manifestantes.
El día 13, víspera de las elecciones generales, coge fuerza Al Qaeda como responsable único. Los yihadistas se atribuyen la autoría en una cinta magnetofónica depositada en una papelera. Los partidos políticos de oposición desisten de su apoyo al gobierno y rompen el silencio del “día de reflexión” para arrimar el ascua a su sardina. De forma “espontánea” las redes sociales arremeten contra el partido en el gobierno y convocan manifestaciones ante sus sedes llamándolos asesinos. Se culpa al presidente del gobierno de haber provocado el atentado por declararle la guerra a Irak. La muchedumbre parece olvidar a quienes pusieron las bombas.
El día 14, domingo, la oposición gana las elecciones.

Viernes, 13 de noviembre de 2015
Son algo más de las 10 de la noche cuando llego a casa; vengo de oír a dalr en un concierto que, junto a otros cantantes aficionados o pseudoprofesionales, ha dado en el Liceo. Llego a tiempo de ver los 20 últimos minutos del España-Inglaterra. Al acabar el partido, zapeo en busca de alguna peliculilla y tropiezo con el atentado de París. Las imágenes de televisión y los mensajes en las redes sociales son espeluznantes. No hay duda de la autoría y, cuando decido apagar la televisión, los muertos van camino del centenar. La reacción del presidente francés ha sido casi de acto reflejo: declaración del estado de emergencia, prohibición de manifestaciones callejeras y llamamiento a la población para que se quite de en medio.
El sábado despertamos con casi 130 muertos y 200 heridos. Tanto políticos como periodistas se alinean junto a Hollande; una ligera discordancia por parte de Marie Le Pen, que parece pedir el cierre de las mezquitas y la repatriación de los inmigrantes. España entera (también sus políticos y periodistas) claman con una sola voz contra el terrorismo integrista. Las calles de París, en especial la Place de la Republique, Le Carillon y Le Bataclan, se llenan de flores, palmatorias y franceses que lloran la masacre y hacen flamear la bandera tricolor. La aviación francesa responde al llamado Estado Islámico bombardeando su teórica capital.
Cada acto oficial o público finaliza con las notas de la Marsellesa que, una vez más, nos ponen los pelos de punta.

Desde el viernes pasado me ronda una idea: por unos días me hubiera gustado ser francés, o mejor, me gustaría que los españoles tuviésemos el mismo sentimiento por España que los franceses lo tienen por Francia. ¡Vive la France!

Última hora
Empiezan a aflorar las diferencias entre los políticos españoles y, mientras el presidente recurre al Güí… meeee… ante el G-20, los partidos de oposición se desmarcan (en todo o en parte) y proponen soluciones que pasan por abolir leyes aprobadas en la presente legislatura. ¡Carroñeros!