sábado, enero 16, 2016

El Ratoncito Pérez

- ¡Mamá, mamá, se me mueve un diente!
- Tranquila, no pasa nada; es que se te va a caer.
La niña rompe a llorar.
- Pero si yo me los he lavado todas las noches…

Es la consecuencia de coaccionar a los niños para que se laven los dientes diciéndoles que, en caso contrario, se les caerán. Claro que, luego, el Ratoncito Pérez lo arregla todo. Basta con que el niño deje su diente bajo la almohada para que el misterioso ratón lo cambie por unas monedas o unas chucherías. Con razón se dice que Pérez es el animal que más dientes posee.
No siempre ha sido así, o no ha sido así en todas partes. Parece ser que en Europa Central es un hada quien se encarga de la recogida de los dientes de leche, hada (o lo que sea) que, en el País Vasco, recibe el nombre de “Maritxu teilatukoa” (María la del terrado). Hasta el padre Luís Coloma (el de Jeromín, creo) puso su granito de arena en ayudar a la tradición (y entretener al niño Alfonso XIII) y escribió un cuento al Ratoncito; de hecho el Ayuntamiento de Madrid colocó una placa conmemorativa en la fachada de la casa donde supuestamente habitó el célebre ratón.

En los años 50, a mi pueblo no había llegado el bichejo; ni los dentistas. Apenas cumplías seis años, si no antes, mamá empezaba a darte la lata con “menéate los dientes que, si no, luego te saldrán muy feos”. Y en cuanto el diente estaba en tenguerengue, acudía mamá con el hilo de coser entre los dedos y procedía a la operación: ataba el hilo al cuello del diente, decía “un tironcillo para probar, si está fuerte lo dejamos para otro día” y ¡zás!... ¡estaba maduro!
Como digo, a mi pueblo no había llegado el ratoncito Pérez, pero debíamos tener algún antepasado vasco porque encomendábamos el diente al terrado: digo yo que por allí andaría Maritxu para recogerlo. La operación también tenía su protocolo: buscábamos un terrado no muy alto, en mi caso el del corral, girábamos el hilo como si fuese una honda y lanzábamos el diente a las alturas; mientras tanto recitábamos:
Terraíco, terraíco,
te tiro este dientecico
pa que me salga otro más bonico.

lunes, enero 11, 2016

La Magnitud del Estado

En uno de mis últimos viajes entablé una cierta amistad con George. George es un abogado de origen alemán que reside en las Islas Baleares y que ha vivido en carne (familia) propia las consecuencias del Muro y las consecuencias de su demolición. De familia socialdemócrata (Willy Brandt), inmerso en una economía de mercado tirando a liberal, George ha evolucionado políticamente en función  del esfuerzo exigido o empleado en mejorar sus condiciones sociales y económicas.
Hemos tenido largas charlas sobre la cantidad de estado que es necesaria para que no impida el desarrollo individual sin, por ello, desproteger al individuo frente a los poderes fácticos. No hemos llegado a ningún acuerdo. Mientras que George defiende la reducción del estado al mínimo, yo pienso que tampoco se puede dejar al país, sin más, en manos de quienes manejan el dinero con el objetivo principal de generar más dinero.
Los acontecimientos políticos de los últimos meses decantan la razón hacia el planteamiento de George. Veamos.

El presidente de la Generalidad de Cataluña disolvió el Parlamento a principios de agosto. Desde entonces, salvo la aprobación de la declaración de intenciones de la nueva mayoría, no se ha legislado nada en esta comunidad autónoma, a la vez que hemos disfrutado de un gobierno en funciones más preocupado de cerrar los pactos necesarios para su continuidad que en gobernar; cuanto menos hemos tenido un gobierno a medias. Mientras tanto, ha bajado el paro en Cataluña, ha aumentado el número de afiliados a la seguridad social, hemos crecido por encima de la media europea y española… y se ha pagado la deuda farmacéutica. Hasta se ha mantenido la calificación de riesgo que conceden Moody’s y Standard&Poor’s.  Con los datos del Gobierno de la Generalidad en la mano, Cataluña está mejor que en agosto.

El presidente del Gobierno de España disolvió el Parlamento a finales de octubre, si bien desde julio sólo había funcionado para aprobar los presupuestos y unas cuantas leyes anti-secesión. Desde octubre tenemos gobierno en funciones, más preocupado en campañas electores y posterior intento de pactos que formen la nueva mayoría, situación en la que seguimos y que puede prologarse unos meses. Mientras tanto, en España ha bajado el paro, ha aumentado el número de afiliados a la seguridad social, hemos crecido por encima de la media europea y la prima de riesgo se mantiene en unos límites aceptables. Hasta la calificación de riesgo que conceden Moody’s y Standard&Poor’s parece haber mejorado. Con los datos del Gobierno de la Nación en la mano, España está mejor que en octubre.

Los datos apuntan a que George tiene razón: con menos estado parece que las cosas nos van mejor. ¿Podría prolongarse esta situación durante un par de años o hasta que hayamos salido definitivamente de la crisis? Así estaríamos en condiciones de poder afrontar la siguiente…
***
Estoy leyendo el Asesinato de Pitágoras y entendiendo cómo pueden influir las matemáticas en la forma de hacer política. Ayer el Parlament de Catalunya lo entendió también:
JxSí+CUP=Procés

Iniciamos la desconexión.

viernes, enero 08, 2016

Come due gocce d'acqua !

Los componentes del rostro humano son habas contadas. Por eso la policía tarda tan poco tiempo en confeccionar un retrato robot de los presuntos criminales, si bien, rara vez sirve para atraparlos. Y es que la policía se limita a combinar unos cuantos modelos de frente con un puñado de mandíbulas, a los que añade otras tantas narices y unos ojos con más o menos separación sin tener en cuenta el primer postulado de Euclides: por cada célula de la cara pasan infinitas arrugas.
Ahí está el quid de la cuestión: en la geometría. En las infinitas distorsiones que se pueden combinar en las infinitas células está la explicación de que pueda haber infinitos rostros humanos diferentes. De hecho, salvo a Pili y Mili, no creo haber visto nunca dos rostros iguales. Pero como, ay, unos infinitos son más grandes que otros, a veces (sólo a veces), surge la posibilidad de enfrentarse a dos caras semejantes. No es habitual, pero pasa.

Volvíamos Quiosquera y yo de hacer una breve panorámica por la ciudad de Bari, San Nicola incluido, y nos aprestábamos a embarcar en una nave hermana de la tan llorada Costa Concordia. Los italianos están muy preparados para esto de las vacaciones en el mar y permiten el acceso a los buques mediante gusanito, es decir, unas estructuras metálicas que se sitúan a la altura del secondo pìano de la nave y que dejan al pasajero a pie plano. Al menos así habíamos bajado. Pero al subir, nos encontramos que esa entrada se destinaba a los pasajeros VIP que embarcaban en este puerto.
Niente problema. Tomamos el ascensor en sentido contrario y enfilamos el embarque por el puente A, que, como bien dice la letra, se encuentra se encuentra Abajo. Allí había dos entradas: por la proa subían los nuevos pasajeros no VIP y por en medio del barco los veteranos. Cuando estábamos a 10 m. de la primera cola, un novato se separó de la misma y se vino recto hacia nosotros; con una sonrisa me puso el brazo sobre el hombro y me empujó suavemente a un aparte mientras pronunciaba unas frases que no entendí. Lo que sí me vi venir fue algún tipo de estafa o “pedimento”; algo así como:
Prego. Me faltan 1000€ para el billete del viaje y a usted le he visto cara de que me los va a prestar.
Pero, no. Seguía hablando suavemente sin que ni Quiosquera ni yo nos percatáramos de sus palabras aunque nuestro interlocutor, con los dedos juntos, movía su mano derecha delante de mis narices. Al fin logré entender algo.
… una sola parola… PEDONE, PE…DONE.
Separé los brazos del cuerpo, volví las palmas de las manos hacia afuera, dejé caer la mandíbula inferior sin por ello separar los labios, enarqué las cejas y me encogí de hombros. El gesto debió ser suficientemente expresivo: el buen hombre abrió mucho los ojos y se ruborizó ligeramente.
Ma… ¿non sei Nicola?
En realidad yo estaba como alelado y sólo fui capaz de negar con la cabeza.
- Come due gotte d’acqua!
Dio media vuelta y se dirigió a paso ligero hacia la entrada no VIP mientras me pareció escucharle.
Non è una mariconieri…