viernes, enero 08, 2016

Come due gocce d'acqua !

Los componentes del rostro humano son habas contadas. Por eso la policía tarda tan poco tiempo en confeccionar un retrato robot de los presuntos criminales, si bien, rara vez sirve para atraparlos. Y es que la policía se limita a combinar unos cuantos modelos de frente con un puñado de mandíbulas, a los que añade otras tantas narices y unos ojos con más o menos separación sin tener en cuenta el primer postulado de Euclides: por cada célula de la cara pasan infinitas arrugas.
Ahí está el quid de la cuestión: en la geometría. En las infinitas distorsiones que se pueden combinar en las infinitas células está la explicación de que pueda haber infinitos rostros humanos diferentes. De hecho, salvo a Pili y Mili, no creo haber visto nunca dos rostros iguales. Pero como, ay, unos infinitos son más grandes que otros, a veces (sólo a veces), surge la posibilidad de enfrentarse a dos caras semejantes. No es habitual, pero pasa.

Volvíamos Quiosquera y yo de hacer una breve panorámica por la ciudad de Bari, San Nicola incluido, y nos aprestábamos a embarcar en una nave hermana de la tan llorada Costa Concordia. Los italianos están muy preparados para esto de las vacaciones en el mar y permiten el acceso a los buques mediante gusanito, es decir, unas estructuras metálicas que se sitúan a la altura del secondo pìano de la nave y que dejan al pasajero a pie plano. Al menos así habíamos bajado. Pero al subir, nos encontramos que esa entrada se destinaba a los pasajeros VIP que embarcaban en este puerto.
Niente problema. Tomamos el ascensor en sentido contrario y enfilamos el embarque por el puente A, que, como bien dice la letra, se encuentra se encuentra Abajo. Allí había dos entradas: por la proa subían los nuevos pasajeros no VIP y por en medio del barco los veteranos. Cuando estábamos a 10 m. de la primera cola, un novato se separó de la misma y se vino recto hacia nosotros; con una sonrisa me puso el brazo sobre el hombro y me empujó suavemente a un aparte mientras pronunciaba unas frases que no entendí. Lo que sí me vi venir fue algún tipo de estafa o “pedimento”; algo así como:
Prego. Me faltan 1000€ para el billete del viaje y a usted le he visto cara de que me los va a prestar.
Pero, no. Seguía hablando suavemente sin que ni Quiosquera ni yo nos percatáramos de sus palabras aunque nuestro interlocutor, con los dedos juntos, movía su mano derecha delante de mis narices. Al fin logré entender algo.
… una sola parola… PEDONE, PE…DONE.
Separé los brazos del cuerpo, volví las palmas de las manos hacia afuera, dejé caer la mandíbula inferior sin por ello separar los labios, enarqué las cejas y me encogí de hombros. El gesto debió ser suficientemente expresivo: el buen hombre abrió mucho los ojos y se ruborizó ligeramente.
Ma… ¿non sei Nicola?
En realidad yo estaba como alelado y sólo fui capaz de negar con la cabeza.
- Come due gotte d’acqua!
Dio media vuelta y se dirigió a paso ligero hacia la entrada no VIP mientras me pareció escucharle.
Non è una mariconieri…

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