La casilla de la iglesia
Somos dados a cargar el muerto sobre el tonto de turno que el vulgo ha designado previamente. Así, en los chistes, los palurdos son siempre de Lepe; los borrachos, andaluces; el ministro tonto fue Morán y el que dijo lo de “estoy en política para forrarme”, Zaplana. Por temor a equivocarme no me voy a arriesgar a decir si la autora de la frase “el dinero público no es de nadie” fue Carmen Calvo o Magdalena Álvarez, que ambas tienen altura intelectual suficiente para haber depositado semejante perla delante de un micrófono.
Estamos en campaña fiscal y el ministro Montoro nos recuerda a través de la TV que, si no correspondemos con nuestros impuestos, se corta el chorro de los servicios sociales. Es, pues, el momento de recaudar el dinero de nadie para que alguien pueda ayudar otros alguienes. No es sólo el ministro el que nos pide colaboración: la Iglesia Católica también pide que marquemos la casilla de la iglesia.
Yo soy uno de los que acostumbra a marcarla.
En estos días pasados he oído en segundo plano uno de sus anuncios y me ha parecido entender que nos pide que marquemos la casilla destinada a decirle al gobierno que dedique el 0,7% a subvencionar a organizaciones creadas con fines sociales; y, ya puestos, que marquemos al mismo tiempo la casilla de la iglesia porque “a ti no te cuesta nada”. No estoy seguro si dijo “nada” o “más”. Es igual. Todo el dinero que se gaste el gobierno, a mí me cuesta algo, incluso el que gasta en hacer caridad en mi nombre, ya que todo sale de los impuestos y ésos los pago yo (entre otros).
No he vuelto a ver el anuncio pero sigo atento por si me he de replantear la X.
Quizá habría que pensar en que quienes marquen la casilla de la iglesia u otras casillas similares añadan un 0,7% a su cuota íntegra y la paguen. Es muy fácil quedar bien disponiendo un dinero que “no es de nadie”.
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