sábado, septiembre 29, 2012

Bandera marrón

Playa de El Pozuelo: Junio de 2012

No sé qué pasará en otros países; en España todo en mundo suspira porque su pueblo o ciudad tenga algo que lo distinga de los demás; algo en lo que sea “el primero “, “el mejor” o “el más”. Así, casi todos hemos oído hablar de quiénes fueron los primeros en derrotar a los moros, los primeros en llegar a América, los que fabrican la mejor morcilla o los han criado el cerdo más gordo del contorno.
Mi pueblo, El Pozuelo, presumió durante bastante tiempo de ser el “inventor” del cultivo en arena y producir las primeras hortalizas de la temporada… Hasta que llegaron los invernaderos y jodieron la marrana: los invernaderos de Roquetas, El Ejido y, en general, toda la zona denominada Poniente de Almería no tienen descanso y han empalmado el final de una temporada con el inicio de la otra, de modo que ya no hay ni principio ni final. El Pozuelo se ha quedado sin la única cosa en que fue “el primero” o “el más”.

Quiosquera está variando mis costumbres. Durante el año que estuve trabajando en solitario para el estado, yo me programaba las mañanas y el inicio de la tarde a mi antojo; ahora que ella también se ha incorporado a la misma faena, me va cambiando poco a poco los horarios. Por la fuerza de la costumbre de muchos años, solía comer a la una, leer un ratito, echarme una siestecilla y estar despejado para ver el telediario de las 3 (por lo general, el de TV1 que me ha parecido siempre menos histriónico). Quiosquera, habituada a comer a las tres de larde, me ha ido retrasando el horario y es normal que el telediario me pille en plena comida. Así que no me ha quedado más remedio que pasarme a Hilario Pino (cuando me acuerdo) y ver su informativo de las dos.

Miércoles, 19 de septiembre; Hora aproximada: 14:20.
Han pasado las primeras y más interesantes noticias del día. Hecho mano a “Riña de gatos” de Eduardo Mendoza e inicio la lectura del enésimo capítulo mientras mantengo un oído pendiente de la tele.
- … como la playa más sucia de Europa.
Las palabras del locutor me hacen abandonar la lectura y centrar la atención en el noticiero. Tal como me sucedió en octubre de 1973 en suceso de mayor gravedad, sé exactamente lo que viene detrás.
- ... tan discutible honor le ha correspondido, según los organizadores del proyecto Save the Beach, a la playa de El Pozuelo en Albuñol

¡Vaya, por Dios! Ya tenemos un nuevo título del que sentirnos orgullosos: El Pozuelo puede presumir de tener la playa más guarra de Europa. Mientras otras playas andaluzas trabajan para conseguir que se les otorgue una Bandera Azul que las promocione turísticamente, El Pozuelo, sin esfuerzo aparente, ha conseguido la única Bandera Marrón (el color de la bandera es mío) del continente. Sucede que en mayo y julio he estado un par de veces y, a simple vista, no me ha parecido excesivamente asquerosa. Sucia sí, pero ha habido tiempos en que la he visto peor. Luego, me he fijado en las imágenes del reportaje y he sentido vergüenza: la playa en sí la muestran de lejos y no se apercibe la suciedad; lo que aparece lleno de restos de plástico de los invernaderos es una zona reforzada por grandes pedruscos, destinados precisamente a impedir que la erosión marina arramble con el medio de sustento de los vecinos. Lo que me ha dado vergüenza ha sido que, de las siete u ocho personas entrevistadas, no he reconocido a ninguna, o sea, que ya no conozco a la gente de mi pueblo.

Hace muchos años, tantos como medio siglo o así, la playa era el lugar donde los pescadores varaban sus barcos, los agricultores sacaban los burros a retozar y los niños nos cagábamos en el rebalaje. Y cuando se acababa la cosecha, en particular la de pimientos, las matas que se arrancancaban se tiraban en la arena para alimentar a las cabras de Pedro el Pastor o Paquillo el Colorao. Quiero decir que la playa estaba sucia y que abundaba la mierda, pero se trataba de mierda ecológica, fabricada a base productos naturales sin aditivos ni colorantes ni conservantes. Y en cualquier caso, las primeras marejadas del otoño la dejaban como una patena; y como los agricultores y los niños éramos marranos pero no tontos, solíamos ensuciar los extremos de una playa de casi dos kilómetros para 400 habitantes. En la zona central, justo la que había junto al pueblo, la arena estaba limpia y las aguas transparentes; tal vez, un par de veces en verano, el agua y la arena amanecían con pegotes de alquitrán.
Fue después de las inundaciones de 1973 (el otro suceso que adiviné antes de que el locutor mencionase el lugar), cuando cambiaron las cosas. Ante la desgracia que se abatió en la zona, intervino el estado y se hizo cargo o dirigió (más bien) los trabajos de recuperación; los agricultores, que habían visto sus tierras arrasadas, aprovecharon la ocasión y construyeron invernaderos; y se hicieron las alcantarillas para fastidiar a los niños (supongo) a quienes ya no permitieron cagar en la playa.
Ahí se inició el desastre.

Las alcantarillas fueron a parar a lo que mis paisanos dieron en llamar “la Casilla de la Mierda” y, desde allí, un tubo de no más de 50 m. inyectaba los detritus en el mar. Nunca más volvieron las aguas a ser cristalinas y, según de dónde soplara el viento, las irritaciones en la piel empezaron a ser frecuentes. Para acabar de arreglar el panorama, los agricultores quemaban en la playa los plásticos de los invernaderos, adornados con botes y cajas de insecticidas y desinfectantes (vacíos, claro).
Debido a la variación del litoral marítimo en 1973, la erosión se cebó con la parte central de la playa y, aunque se construyó un muro de contención que salvaguardaba medio pueblo, para el año 2000 el desastre se nos venía encima. En un intento de llamar la atención de las autoridades, los vecinos cortaron la N-340 a la altura de Huarea
Existe un sitio web, titulado EL POZUELO, donde se cuenta la historia de aquellos días y los acontecimientos posteriores, que muestran cómo la administración del estado se chotea de todo un pueblo por pequeño que este fuere. Hoy, tanto el muro que defendía medio pueblo de los embates del mar como las piedras que defendían el otro medio, han desaparecido; sólo permanecen las piedras que impiden que el mar se lleve los invernaderos donde, por cierto, se acumula la mayor parte de la suciedad.

Hoy, 29 de septiembre, por iniciativa de Cervezas Coronita, Save the Beach y los voluntarios que haya podido reunir intentarán limpiar y remozar la playa. Es una iniciativa loable pero inútil: en breve, los agricultores volverán a tirar los restos de plástico, el viento seguirá arrastrando basura por el rebalaje, el mar continuará llevándose la arena y amenazando con destruir las primeras casas del pueblo, y la Casilla de la Mierda insistirá en enturbiar el agua del mar con los restos, ya nada ecológicos, que proceden de las alcantarillas.

Mi pueblo ya tiene bandera.