viernes, enero 18, 2013

No et fas més vell

Llevo varios días en que, por casualidad, acabo circulando detrás de una furgoneta que luce un eslogan que me llama la atención: “No et fas més vell, et fas més savi (no te haces más viejo, te haces más sabio). Parece que se trata de una campaña de siembra de optimismo hecha con mayor buena fe, pero me toca las narices que traten de endulzarme la píldora: con el tiempo todo envejece y cuando uno cumple años, le guste o no, se hace más viejo. No he entendido por qué los humanos tenemos la manía de negar la evidencia. La vejez no es ninguna vergüenza, la vejez es una putada; aunque la verdadera putada es no llegar a viejo. Mis abuelos fueron viejos, mi madre está en la tercera edad y, en medio, existieron la gente mayor (gent gran, en Cataluña) y los ancianos, que eran viejos en el hablar fino.

A los afectados parece que también les repele la palabra viejo. ¿Quién no ha oído decir aquello de “soy viejo pero tengo el espíritu joven”? Seamos razonables: mi espíritu tiene la misma edad que mi cuerpo y cuando mis huesos crujen, mi espíritu dice ¡ay! Aunque haya espíritus que le pongan al mal tiempo buena cara y expriman hasta la saciedad la alegría de vivir.

De todos los eufemismos sobre los años cumplidos hay uno que me gusta: “no soy viejo, soy antiguo”. Que ya sabemos que es lo mismo, si bien la antigüedad se paga a mejor precio que la vejez. Del dicho que nos ocupa, “no et fas més vell, et fas més savi”, casi podía decirse que se aproxima a la realidad: cuantos más años se tienen (més vell), mayor número de conocimientos se han adquirido (més savi). Lo que pasa es que el alemán ataca, se olvidan los conocimientos y, no sólo se es más viejo, también acaba uno hecho un carcamal desmemoriado.