jueves, marzo 29, 2012

Huerga henerá:

Preámbulo
Corría el año 1968, cuando tuve ocasión de participar en mi primera huelga. Se preparaba el mayo francés y las cosas andaban revueltas en las empresas con muchos trabajadores y en la Universidad. El delegado de uno de los cursos superiores se presentó en mi clase y explicó que debíamos votar si queríamos o no huelga y, en caso de que saliese que sí, si queríamos huelga indefinida o intermitente; explicó que, si hacíamos huelga indefinida, nos podían anular la matrícula, pero, si la hacíamos intermitente, esto es, dos días sí y uno no, llamábamos igualmente la atención y no se corría ningún riesgo. Un novato preguntó el motivo de la huelga.
-Se trata de ayudar a los obreros de SEAT y a los mineros de HUNOSA que están en huelga –respondió el delegado-.
-¿Qué les pasa?
-¿Qué más da? ¡Se trata de ayudar!
El resultado fue que nuestra clase se oponía a la huelga, pero, en caso de que se llevara a cabo, optaba por la huelga indefinida. El delegado no entendía que, siendo unos cagados que decíamos no a la huelga, presumiésemos de valientes optando por la indefinida. Hubo que explicárselo: No se votó sí porque no fue capaz de explicarnos por qué nos jugábamos la matrícula, y se optó por huelga indefinida porque cuando se agarra un toro, hay que agarrarlo por los cuernos.

Exordio
Últimamente he cambiado la emisora de radio que me acompaña en el despertar. Quiosquera me hizo saber que no quiere levantarse mientras oye a los voceros hablando de política, y busqué una emisora con música. Di con Radio Tele-Taxi y ahora me despierto flamenqueando con Antonio Molina, Juanito Valderrama, Rafael Farina, la Paquera de Jerez o la Niña de la Puebla. También se cuela alguna que otra entrevista a políticos.
Esta mañana he despertado sorprendido. Alguien ha manipulado el dial y me ha salido otra emisora recordando el tema del día: la huelga general. Bueno, tampoco es tan grave; sólo que han leído un comunicado que me ha puesto los pelos de punta. Puedo entender que los políticos nos engañen, puedo llegar a justificar (muy poco) que los sindicatos nos lleven al huerto, pero no encuentro razón alguna que me permita aceptar la falta de memoria de un periodista o que hable sin antes haberse documentado. El comunicado era más extenso pero la parte que me ha llamado la atención venía, más o menos, a decir:
-“Esta emisora apoya la huelga general convocada para oponerse a una ley que arrebata a los trabajadores todos los derechos conseguidos en los últimos 30 años”.
En los últimos 36 años, que yo recuerde, los trabajadores por cuenta ajena hemos conseguidos dos derechos:
• Semana laboral de 40 horas
• Desempleo remunerado

Trama
En 1976, servidor cobraba 16 pagas anuales: 12 mensualidades y 4 pagas extraordinarias (beneficios, 18 de julio, vacaciones y Navidad) y pagaba un IRTP del 12% sobre todo lo que pasase de 140.000 pts (mi sueldo anual rondaba las 400.000 pts). Además, por ley no escrita, cada año se conseguía un aumento igual o mayor del IPC calculado para el año recién acabado.
Llegó el tío Paco con la rebaja. El tío Paco fueron Paco Fernández Ordóñez, Enrique Fuentes Quintana y Adolfo Suárez González que, primero, redujeron el porcentaje de IRTP al 9% pero aplicado a todo el sueldo y, luego, transformado en IRPF por la Reforma Fiscal, llegó a ser del 25% de todos los ingresos, contando también como ingresos un valor teórico de mi casa. Y el tío Paco fueron los mismos señores, que se inventaron o copiaron el poner como porcentaje máximo de subida salarial el valor previsto (por ellos) para la subida del IPC del año que entraba.
A partir de ahí los derechos de los trabajadores, ganados en siglo y medio de lucha, han ido desapareciendo a mayor o menos velocidad, según las dificultades económicas a que nos han conducido los mismos gobernantes que entonces o ahora nos recortan las alas.

Véanse las tres últimas reformas (laborales o de modernización del sistema de Seguridad Social) que han conducido a una huelga general y continúese retrocediendo en el tiempo para comprobar que la mayoría de derechos recortados ya existían (con mínimas diferencias) hace 30 años
1.- Real Decreto-ley 10/2010, de 16 de junio, de medidas urgentes para la reforma del mercado de trabajo.
2.- Ley 27/2011, de 1 de agosto, sobre actualización, adecuación y modernización del sistema de Seguridad Social.
3.- Real Decreto-ley 3/2012, de 10 de febrero, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral.

Desenlace
Dando por supuesto que estamos de acuerdo en que los asalariados han de recurrir a todos los medios (legales) disponibles para defender sus derechos, nos tememos que, una vez más, se los haya utilizado para hacerle o deshacerle la cama a un gobierno.
En el telediario de mediodía, oíamos a los dirigentes sindicales felicitarse por el éxito de la huelga. También los oímos el 29/09/2010 y el decreto-ley 10/2010 no se derogó, a pesar de que uno de los que encabezaban la manifestación de Madrid accedió al cargo de Ministro de Trabajo apenas 3 semanas después de manifestarse. La huelga del 29-S exigía también la retirada del proyecto del gobierno de retrasar la edad de jubilación hasta los 67 años; tampoco se dio marcha atrás y se aprobó la ley 27/2011. Los sindicatos nunca más volvieron a hacer referencia a ningún intento de recuperar los derechos de los trabajadores perdidos mediante tales leyes.
En este mismo telediario, hemos oído a Josep Antoni Duran i Lleida decir:
-La huelga general pretendía que el gobierno retirase la ley 3/2012. Sólo puede ser un éxito si se cumple el objetivo; no creemos que mañana se vaya a retirar la ley.

En conclusión:
• La “juerga general” de 2010 sólo sirvió para dar el espaldarazo a los recortes llevados a cabo por el gobierno en 2010 y a los recortes que iba a aprobar en 2011.
• Mucho nos tememos que los sindicatos se den por satisfechos habiéndole enseñando los dientes al gobierno y, a partir de mañana, no se vuelva a hablar de los derechos perdidos. Mucho nos tememos que los sindicatos hayan dado el espaldarazo a la ley y lo de hoy haya sido una nueva “juerga”.

martes, marzo 13, 2012

Murciélagos

Las veladas de verano son largas. A principios de los cincuenta, la luz eléctrica se daba cuando empezaba a oscurecer y se quitaba apenas aparecían las primeras luces del alba; y la potencia era la justita: una bombilla de 25 watios se consideraba un despilfarro, de modo que, para hacer la cena, mi madre tenía que encender el candil; no es que diese buena luz, pero al menos era barata: la torcida duraba bastante y como combustible se usaba el aceite sobrante de freír pescado. Lo mejor era cenar temprano y salir a la puerta de la calle a tomar el fresco. Claro que eso podía ser divertido para los mayores, que se pasaban la velada hablando de sus cosas, pero para los niños era una aburrición; menos mal que mi tío Manolo nos entretenía enseñándonos a distinguir las estrellas y constelaciones; por entonces, el cielo era una criba de puntos iluminados y bastaba con fijar la vista en un punto para hundirse en la profundidad del universo. Nos enseñó a distinguir la Vía Láctea o Caminico de Santiago, la Osa Menor y Mayor, que a menudo denominaba El Carro, y la Estrella Polar, que es la última del rabo de la Osa Menor. Posiblemente nos hablara de otras constelaciones que he olvidado con el tiempo. Lo que más nos llamaba la atención, por su escasez, supongo, eran las estrella fugaces y los cometas; nos explicaba que las estrellas fugaces no eran estrellas, mientras que los cometas sí lo eran; nunca me quedó claro de qué estaba hecho el rabo de los cometas.

Había un espacio de tiempo que a los niños nos costaba llenar: el crepúsculo. Era demasiado oscuro para que nuestras madres nos permitieran estar lejos de casa, pero demasiado claro para estar en ella. Los más pequeños nos dedicábamos a cazar mosquitos.
Al caer la tarde, la atmósfera empezaba a llenarse de unos bichejos voladores que nosotros denominábamos mosquitos pero no picaban ni nada de eso. Eran como las mariquitas, aunque totalmente negros, y tenían un vuelo torpe que era fácil de interceptar y derribar. Los bichos que caían, acababan encerrados en un canutero. La gracia del entretenimiento estaba en que, cuando el canutero estaba bastante lleno, lo acercábamos al oído y daba la sensación que los bichos cantaban; seguramente los pobres pedían auxilio para que alguien los ayudase a escapar. Al final, los idiotas se morían.

Los niños más grandes tenían diversiones más arriesgadas: cazar murciélagos. Al contrario de lo que se ve en las películas y en los videos de National Geographic, los murciélagos de mi pueblo no pasaban el día colgados de las ramas de los árboles o del techo de una cueva. Durante el día permanecían bajo los aleros y uralitas del terrado y, al anochecer, se dejaban caer y emprendían su vuelo irregular y característico. De nuevo mi tío Manolo explicaba que los murciélagos ven poco pero tienen un súper oído que les vale para detectar insectos que pululan en la noche y de los cuales se alimenta; nunca entendí para qué quieren esos dientes tan afilados si, básicamente, comen bichejos blandos y diminutos (lo de las películas de Drácula vino después).
El sistema de caza era simple: se hacía uno con una caña larga, que se podía coger en cualquier seto, y se plantaba en mitad de la calle esperando los cazas enemigos. Cuando aparecía un murciélago, se agitaba la caña a derecha e izquierda intentando contactar con el animal; lo normal era que el murciélago esquivase la caña y continuara su vuelo. De vez en cuando se conseguía una diana y el bicho se iba al suelo; era entonces cuando entendíamos por qué aparcaban en las alturas: les es muy difícil levantar el vuelo a ras de tierra. Entonces venía el peligro; a un murciélago hay que agarrarlo por las dos alas y levantarlo manteniendolas lo más separadas posible; cualquier descuido lleva a que se revuelva y muerda al pobre niño que lo ha derribado. Es un bicho feo… horrible, pero la piel, al tacto, parece de terciopelo; y siempre da la sensación de estar cabreado mostrando sus dientes, en particular los colmillos, con la boca abierta.
¿Eso era toda la diversión? No. La caza en sí puede ser divertida pero siempre esconde una segunda parte: comerse el bicho, disecarlo, la cornamenta, los colmillos, la piel… Un murciélago, con el trato adecuado, se tira pedos. El trato adecuado consiste en coger un tizón encendido y metérselo por el culo; no es que el murciélago se tire pedos, es que revienta.
El hombre es bueno por naturaleza; es la sociedad quien lo pervierte (J.J. Rousseau).
¡Jo!