lunes, mayo 08, 2017

Leyenda negra

España también ha tenido su época de gloria militar y fue dominadora de Europa, colonizadora de América, exploradora del mundo y “martillo” de herejes, cosas, todas, mal vistas a los ojos de la civilización actual. Aunque, de hecho, España no cometiese ninguna tropelía que no hubiesen cometido, antes o después, otras naciones. Por lo que hablan de nosotros escritores de otros países, los españoles empiezan a adquirir fama de rudos, ignorantes y poco dados al uso del intelecto desde que los reyes de la Corona de Aragón aterrizan en la Península itálica, sentimiento que se desarrolla a la par que los almogávares imponen su ley (a sangre y fuego) en el imperio bizantino, y se consolidan con la presencia de los tercios castellanos en los reinos y repúblicas italianas, donde ponen orden a golpe de pica y arcabuz. A medida que los reinos peninsulares se unifican, los rencores que despertaron aragoneses y castellanos se transfieren al conjunto de españoles; es a éstos a quienes se culpa de las fechorías acaecidas en la colonización de América y las guerras contra los protestantes en Europa. Historiadores españoles románticos inventan el término “leyenda negra” para determinar que la mala fama de los españoles se basa en falsedades y medias verdades, sin tener en cuenta que son españoles quienes más han tenido que ver con la creación y difusión de la leyenda que, quizá, sea menos leyenda y más negra de lo tratan de demostrar. Sea o no cierta la “leyenda”, sí es cierto que hechos similares son tratados por otros países como heroicidades cuando los protagonistas son sus compatriotas. Los españoles de antes (Bartolomé de las Casas, Antonio Pérez o Reginaldo González) y de ahora pensamos parecido: lo bueno está al otro lado de los Pirineos; aquí todos somos malas personas… menos yo. Damos pábulo a cualquier cosa mala que de España se diga y contribuimos a propagarla, aumentado su perversidad si es posible: nos gusta revolcarnos en nuestra propia inmundicia. Carme Iglesias, directora de la Real Academia de la Historia, da una definición que se aproxima bastante a la realidad (o la calca): La «leyenda negra» es por así decir, la imagen exterior de España tal como España la percibe”.

Un ejemplo:
29 de enero de 2017
Desembarcamos en Roatán (Honduras). No tenemos muy claro qué queremos hacer en la isla y nos dirigimos a la salida del puerto. Están bien organizados: los minibuses turísticos y taxis disponen de casetas para atender a los posibles clientes. Veo las ofertas y compruebo que debo elegir entre pasar un rato en la playa o hacer una panorámica de la isla; no me apetece la playa y me inclino por la panorámica. En la caseta nos informa el promotor:
-Vamos hasta Güest Bay y hacemos una parada en el risort para que vean Paradais bich. Luego, seguimos hasta Güest End por una carretera que bordea la playa…
-¿A cuánto sale el viaje?
-Dura unas 2 horas y cuesta 25€ a cada uno.
Me parece caro.
-Nos quedamos en el pueblo –dije a Quiosquera-. Ahora volvemos al barco y cojo el “monopatín”.
-Si quieren –insiste el morenito-, pueden hablar con mi jefe. A lo mejor les hace un precio especial.
Hablo con el jefe y quedo en 15€ barba si vamos solos, 10 si vamos acompañados y 8 si se llena el taxi, que es una furgonetilla de 8 plazas.
Al final hacemos el viaje con un matrimonio italiano y tres ecuatorianos que forman parte de la tripulación del barco. Los ecuatorianos se quedan en West Bay. Vamos cumpliendo el recorrido hasta que la italiana decide que le apetece comerse unas bananas. Nos llevas a un puestecillo junto a la playa y, mientras la señora elige sus bananas, nosotros le echamos el ojo a unos mini plátanos la cuarta parte del tamaño de un canario de los de toda la vida. No saben a plátano pero están dulces. La italiana es un tostón y una histérica que lleva acoquinado al marido: a la que dice algo le suelta una retahíla a gritos y lo deja como colocado. Eso es motivo para que no nos dé tiempo a completar todo el recorrido. En todo caso, ha valido la pena.
Cuando volvemos al barco, bajo el ”monopatín” y recorremos las tiendas del puerto; hasta nos compramos unas camisetas guiris. Quiosquera entra en una farmacia a comprar no sé qué. La dependienta la atiende amablemente y luego pregunta:
-¿Es cierto que en España muchos hombres matan a su mujer?
Me dan ganas de esconderme: hasta en Honduras se han enterado que soy un probable asesino de mujeres; me avergüenza haber nacido varón en un país cuyos machos son generalmente acosadores sexuales y feminicidas.

Cuando vuelvo a España, me pica la curiosidad y buceo en Internet.
"Entre enero y diciembre de 2014, Honduras registró una tasa de homicidios contra mujeres de 11,9 por cada 100.000 mujeres, señala la Unidad de género del Observatorio Nacional de la Violencia (ONV) de la Universidad Autónoma de Honduras.
Durante el mismo periodo, 44 mujeres fueron víctimas de violencia homicida cada mes, es decir, una muerte cada 17 horas.
Esta cifraq coincide con la información recabada por el Observatorio de Igualdad de género de América Latina y el Caribe de la CEPAL: en 2014 hubo 531 homicidios de mujeres de 15 años y más, asesinadas por razones de género. 13,3 por cada 100.000 mujeres."
(Ver fuente)

Si en Honduras matan 44 mujeres al mes, en un año asesinan a 528 mujeres. Si a 9.000.000 de hondureños corresponden 528 asesinatos, a 46.000.000 de españoles le corresponderían 2.852. Sólo matamos alrededor de 60 (en 2010 se estableció el récord en 79).
Me siento aliviado: soy un probable asesino de nivel bajo.
Continúo la investigación. Encuentro un estudio del Centro Reina Sofía realizado en 2003 sobre los asesinatos de mujeres en el ámbito doméstico. Según los realizadores del estudio, varios países se han negado a proporcionar datos. 

El cuadro es suficiente para mi propósito: me parece una bestieza el que 6 o 7 mujeres pierdan la vida cada mes a manos de sus parejas, pero no deja de reconfortarme el hecho de que países que, para los españoles, son muy civilizados (Finlandia, Suiza, Dinamarca, Noruega, Austria, Alemania o Reino Unido) tengan un ratio de asesinatos mucho más elevado que el nuestro. O estamos dentro de otro episodio de la leyenda negra o el “macho ibérico” es un animal en vías de extinción.

miércoles, mayo 03, 2017

In Hoc Signo Vinces

De entre las fiestas populares granadinas, el Día de la Cruz alumbra con luz propia. Es una fiesta que no es fiesta aunque, cuando llega la tarde, todo el mundo se pone la camisa blanca y el clavel en la solapa y se echa a la calle a disfrutar de una velada inolvidable. Esta fiesta, que se celebra en muchas localidades españolas e hispanoamericanas, tiene varias historias en que basar su tradición. Elijo la que sigue porque es la que a mí me gusta.

En vísperas de la batalla del Puente Milvio (principios del siglo IV) el general romano Constantino vio en sueños (en la película la ve en directo) una cruz en el cielo con el lema “Con esta señal vencerás”. Mandó poner la cruz en lábaros y estandartes y, al día siguiente, deshizo las huestes del emperador Majencio, proclamándose emperador sin opositores a la vista. Puesto que la cruz era uno de los símbolos cristianos, él mismo se convirtió al cristianismo y mando a su madre, Santa Elena, a Jerusalén para que buscara la Vera Cruz. La Santa indagó y torturó a quien hizo falta hasta que halló tres cruces en una gruta de lo que supuso Monte Clavario. Como no tenía ni idea de cuál de las tres era la que correspondía a Jesús, mando traer una moribunda y la fue tocando con cada una de las cruces. Al tocarla con la tercera, la mujer se levantó sanada. En procesión espontánea se dirigieron a la capital de los judíos; en el camino encontraron el entierro del hijo de una viuda, el cual resucitó al contacto con la cruz.
Después de que los persas la mantuvieran secuestrada unos años, la cruz se dividió en unos cuantos trozos, que fueron enviados a Roma y otras ciudades de la cristiandad. Uno de los cachos fue dividido en pequeñas astillas para que hubiese reliquias para todos; el cacho más grande quedó en Jerusalén. Cuando, muchos años después, Saladino puso en jaque a los cruzados cristianos, el rey de Jerusalén salió a su encuentro, portando la Vera Cruz, que habría de darle la victoria sobre los sarracenos. Se encontraron junto al lago Tiberiades: Saladino había tomado posiciones en la orilla, en contra del sol, mientras que Guido de Lusignan ocupó el Monte Hattin, lejos del agua. Al cabo de un par de días, las tropas cristianas habían agotado las reservas de agua y estaban frititos de sed; por si fuera poco, Saladino prendió bolinas y pendejos y los soltó de modo que el viento los llevase hacia el enemigo. Guido atacó a la desesperada y los moros barrieron las huestes cristianas; el mismo rey de Jerusalén fue hecho prisionero y su aliado, Reinaldo de Chatillon, dejo la cabeza sobre el suelo de la tienda de Saladino. Era el 4 de julio de 1187. De la Vera Cruz nunca más se supo.

La fiesta del Día de la Cruz (Invención de la Cruz se llamaba) rememora el encuentro de la Cruz por Santa Elena, posiblemente en el mes de mayo. Se eligió el día 3, según unos porque fue el día exacto del descubrimiento, y según otros, porque había tres cruces.

Mayo de 1968 me pilló residiendo en el Colegio Mayor de San Bartolomé y Santiago. El diario IDEAL de Granada recordó que los alumnos de este centro hacían cruces de mayo en otros tiempos. Los alumnos veteranos recogieron el reto y, para salir del paso, montamos una cruz muy sencilla en el magnífico patio central del colegio. Al año siguiente ya estábamos preparados y, esta vez, a la altura de las circunstancias. 
Nuestro monumento estaba hecho con flores sobre la base de una cruz de Santiago, que por algo llevábamos su nombre. El suelo, también de flores, representaba los cuatro cuartos del escudo nacional, con la granada en el centro. Nos quedó de maravilla lo que, añadido al marco natural del patio, hizo que tuviésemos multitud de visitas.
Andaba yo por el patio observando a la gente, mientras echaba un cigarrillo, cuando un fulano se plantó delante de la cruz, puso los ojos como platos, exclamó un “¡coooño!” muy descriptivo y salió corriendo a la calle para volver con 6 o 7 individuos más:
- Mira, tío: la cruz del Celta de Vigo.