La procesión del silencio
Cada pueblo tiene sus costumbres propias para celebrar la Semana Santa. En la
década de los 50, en El Pozuelo íbamos con el calendario adelantado, esto es,
"Jueves Santo murió Cristo, Viernes fue su santo entierro"… En
efecto, desde las 3 de la tarde, hora a la que suponíamos que Jesús exhaló el
último suspiro, no podíamos escupir ni tirar piedras porque lo hacíamos contra
el Señor tal y como habían hecho los judíos en su tiempo. Tampoco podíamos
corren ni cantar ni bailar el trompo ni, en definitiva, hacer nada que
supusiera disfrutar. Estábamos de luto.
El Viernes Santo era diferente:
seguíamos de luto y era día de abstinencia, pero no de ayuno. Lo digo porque
era el día de las siete comidas, creo que rememorando las siete palabras del
Nazareno en la cruz. Por ejemplo, el menú del almuerzo podía estar compuesto
de ensalada, potaje de garbanzos, buñuelos de bacalao, fruta, arroz con leche,
buñuelos de cuaresma y papajotes. El menú se creaba a discreción, sólo eran
obligatorios el potaje de garbanzos con bacalao y los papajotes. De higos
secos, por supuesto.
Para nosotros el luto acababa aquella noche
asistiendo a la procesión. Del Silencio la llamaban. No sé si en La Rábita, en
El Pozuelo aún no se había construido la catedral, había más procesiones; yo
sólo conocía la Procesión del Silencio que, como salía muy tarde, no nos
llevaban a los niños. Cuando mi hermana hizo la Primera Comunión, se hizo
acreedora a procesionar y participó en la siguiente Semana Santa. Yo quise
hacer lo mismo, aunque me tocó esperar algún año más. No recuerdo si la imagen
que salía era un Cristo crucificado o la Virgen llevando el cuerpo yacente de
su hijo. La procesión subía por la carretera, bajaba por la calle de Enmedio y
volvía a subir por la calle de los Carros (o al revés). Por alguna de las
calles tendría que repetir para volver de nuevo a la Iglesia.
A lo largo
del itinerario, de vez en cuando se levantaba un visillo y una mujer cantaba
una saeta desde el balcón. A mí me parece que siempre era la misma mujer, que
cuando acababa de cantar en un balcón, adelantaba a los acompañantes y accedía
a otro balcón.
- ¿Quién es la que canta? -preguntaba algún novato o
despistado.
-
Es la hermana de Pascual, el rico-pobre.
Algo que ni entendí
entonces ni entiendo ahora es por qué la llaman Procesión del Silencio.
Delante de la imagen iban el cura y el monaguillo (la procesión era a capela,
o sea sin música), detrás iban las mujeres, con la cabeza cubierta, guardando
una cierta compostura, pero los hombres, con la cabeza descubierta, no se
callaban ni debajo agua. La música quedaba sustituida por un creciente
murmullo que aumentaba en decibelios hasta que alguien se daba cuenta de que
aquello se desmadraba y chistaba para llamar al orden.
Tal vez un
año de éstos acuda a la Procesión del Silencio para comprobar si ha cambiado
en algo.
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