martes, febrero 19, 2013

Igualdad asimétrica

 
Enero, 26. Lleno el depósito de gasolina en Cubellas (Cataluña); precio del litro: 1,485€. Después de conducir cuatro horas hacia el sur, paro en Sagunto (Valencia) para estirar las piernas y tomar un tentempié. Aprovecho y relleno combustible; precio del litro: 1,456€. Con los últimos rayos del sol o los primeros de la luna (ya no me acuerdo), tomo tierra en Aguadulce (Andalucía) y, antes de buscar aparcamiento, alimento el medio de transporte por si urgencias; obviamente en el área de servicio donde un empleado me pone la gasolina sin coste adicional; precio del litro: 1,449€. A medida que bajamos hacia el sur, baja el precio de la gasolina: en Andalucía, llenar el depósito me cuesta 2,16€ menos que en Cataluña.

El gobierno de la nación (española) está dispuesto a que todos los españoles seamos iguales ante las farmacias y ha puesto recurso al euro por receta que se cobra en Cataluña y Madrid. Hasta ahí cuenta con mi beneplácito; no así por el motivo esgrimido, que es algo parecido a “es inconstitucional que a los ciudadanos le cueste diferente el mismo medicamento en distintas autonomías”.
¿Y la gasolina no?

Con los 2,16€ que he ahorrado, me voy a tomar una caña. El precio sigue siendo el mismo; las tapas mantienen el mismo tamaño; pero… se ha enriquecido la carta: ahora puede pedirse un Urdangarín, que, como su propio nombre indica, es de chorizo ibérico, o una Angela Merkel, tapa que consta de media alpargata, más dos huevos de codorniz en lecho de tocineta.
Que viva España.

lunes, febrero 11, 2013

Contabilidad B

Trabajaba yo en una empresa que, además de impartir cursos de formación a desempleados, se dedicaba a vender y mantener ordenadores de segunda mano. Teníamos un cliente que nos amaba profundamente; rara era la mañana que no nos llamaba a primerísima hora para notificarnos algún problema acaecido en la puesta en marcha del AS400, de algún programa que no respondía o, sencillamente, explicarnos que todos los procesos funcionaban de puta madre.
Una mañana, sin embargo, llamó el gerente, con evidentes signos de nerviosismo, para que le diésemos solución a un problema que le había sucedido hacía un rato. Según contó, se había presentado un inspector de hacienda cuando estaban abriendo la empresa y sólo se encontraba presente el administrativo que ayudaba al contable, amén de poner en marcha y apagar cada día el ordenador. Después de darse a conocer, el funcionario explicó que estaba llevando a cabo la inspección en una empresa que era proveedora o cliente de ellos y necesitaba el diario de contabilidad de un determinado periodo ya que debía cotejar unas facturas.
- Hombre, no sé yo si debo proporcionarle los datos que pide –dijo el administrativo.
- Usted mismo. Si no me los quiere dar le dejo un requerimiento y ya me los llevarán a Hacienda.
El administrativo se arrugó.
- ¿Qué diario quiere, el de la contabilidad oficial o el B?
- ¡La contabilidad oficial, coño, el B no me vale para nada!
El gerente pretendía que no dejásemos rastro de la contabilidad B por si el inspector volvía. Por suerte para ellos no volvió.

La historia es real y me la han recordado estos días los políticos: unos pidiendo que la contabilidad del PP se haga pública y otros publicando la declaración a Hacienda del presidente. Después, los unos han puesto el grito en el cielo porque los datos publicados no son suficientes y los otros han respirado satisfechos porque no tenían nada que ocultar (dicen).
Seamos serios. Todos los españoles no obnubilados por sus ideas políticas saben que la contabilidad del PP es impoluta y que el presidente y sus asesores no son tan tontos como para declarar a Hacienda el dinero que hubiera podido cobrar en negro. Lo que queremos es que la justicia investigue y aclare si alguien ha metido mano en arcas ajenas, si el PP ha realizado operaciones ilegales de financiación y si sus altos cargos hacen trampas fiscales. Y, por supuesto, que ponga a cada uno en su sitio.