Por el Mare Nostrum
Me parece que volvemos por donde solíamos. Desde que despedimos al Papa
Wojtyla en Venecia (Casualidad o mal fario) no habíamos vuelto a vivir sucesos extraños en nuestros
viajes. Estábamos en letargo o en trance de recuperación (supongo) de
ocasiones perdidas, aunque, durante este tiempo, Fidel Castro se muriera
cuando estábamos a punto de visitar Cuba, o Saramago emprendiera su
peregrinación celestial mientras nosotros paseábamos por las calles de
Lisboa, si bien el escritor portugués muriese en territorio español.
La
última vez que estuvimos en Marruecos, como precuela de la visita, Hassan II
subió al séptimo cielo de la mano del Profeta. Esta vez teníamos previsto
una escala en Tánger y, hete aquí, un terremoto asoló Marrakech semanas
antes del evento y se llevó por delante la vida de varios miles de
marroquinos (que dicen en mi pueblo).
Pero empecemos por el
principio.
Llegados a Roma, nos apuntamos a una panorámica por la Ciudad
Eterna. En la Piazza del Popolo nos dieron recreo: hora y media de libertad.
Mi previsión era ver la Trinità dei Monte, Fontana di Trevi y
Mausoleo di Augusto, si daba tiempo. El guía hizo su propuesta:
-
Sigan calle adelante y en el segundo semáforo tuerzan a la izquierda para
llegar a la Fontana. Dieci minuti.
Le hicimos caso. Después de 15 minutos andando aún no vislumbrábamos el
primer semáforo, aunque, allí al fondo, se divisaba la Plaza Venecia. Vimos
el desvío hacia la Trinita, pero continuamos hasta el primer semáforo.
Charly puso la directa en busca del segundo y yo lo seguí. Quiosquera
y Withfloor se pararon para preguntar a algún transeúnte si llevaban
la dirección correcta. Que si por aquí, que si por allá, Quiosquera echó a
andar hasta alcanzarme. Encontramos a Charly en el segundo semáforo.
Después de 10 minutos, Withfloor no aparecía y retrocedimos a
buscarla; ni rastro. Por si fuera poco, a Quiosquera empezó a apretarle la
vejiga y tuvimos que entrar en un Mcdonald’s; craso error: 20 clientes y
“15.000” turistas hacían cola en el meódromo… 35 minutos tardó Quiosquera en
alcanzar el objetivo. Mientras, Withfloor había contactado por
teléfono con Quiosquera y, algo después, con Charly para contarles
que un alma caritativa le había indicado una calle distinta para llegar a la
Fontana, y si en el Viejo Mundo todos los caminos llevan a Roma, en Roma
todos los caminos llevan a la Fontana. Quedaron en que allí nos veríamos,
pero cuando Quiosquera logró miccionar, ya era hora del regresar a la Plaza
del Popolo. Me quedé sin ver la Fontana.
Camino de Civitaveccia Google me
informó de que el expresidente de Italia,
Giorgio Napolitano, estaba de cuerpo presente. Esta vez no me hizo
gracia: volvíamos a las andadas. Aunque no fuera el único, ya que, a la
mañana siguiente, tras desembarcar en Palermo, nos enteramos de que también
el capo de la mafia siciliana,
Matteo Messina, las había espichado en prisión. Empate a uno.
El
viaje era tan raro que hasta en Túnez, en plena época de sequía, nos
llovió.
La verdad es que no todas las casualidades fueron negativas. En
Casablanca no empezamos muy bien. Quisimos tomarnos algo en el Rick’s Café y
lo encontramos cerrado; ni siquiera había rastro de Sam. Luego, en la Medina
Vieja, mientras buscábamos donde comprar unos pañuelos de papel, se nos
acercó un marroquí bastante joven:
- ¿Españoles?
- Sí -contestó
Quiosquera.
- ¡Ah! Yo he vivido 8 años en España, en Granada.
- Mira que casualidad: mi
marido es de Granada.
- Bueno, en realidad, estuve trabajando en un pueblo
pequeño: La Rábita.
- Más casualidad todavía -intervine-. Yo nací en El Pozuelo.
- El Pozuelo, La Rábita, Huarea… Trabajé en el
"simillero" con José Manzano.
- Pues lo mismo es primo mío; mi madre se
apellidaba Manzano. ¿Cómo te llamas?
- Me llamo Al-Karim, pero allí me
decían Casagüi porque soy de Casablanca. Regresé a cuidar de mi padre
enfermo y cuando quise volver no me dejaron; había perdido todos los
derechos.
- Todavía te queda la patera.
Cogió el chiste.
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