jueves, julio 29, 2010

León: La Bicha y otros monumentos

Doña Marcelina tomó calle arriba y desapareció por el primer recodo de las viejas calles de León. Ante nosotros se abría una plazoleta y, a mano izquierda, resaltaba el rótulo de La Bicha. En la puerta, Quiosquera dudó; no había carta de tapas ni pista alguna de lo que nos aguardaba en el interior.


- No sabemos si habrá algo que tú puedas tomar –Quiosquera se estaba preocupando por mi salud y a mí se me estaba haciendo un nudo en el estómago-.
- ¡MORCILLA! Marcelina ha dicho que en La Bicha nos darán morcilla.
- No puedes comer morcilla.
- ¿CÓMO QUE NO PUEDO COMER MORCILLA? No debo comer morcilla pero aquí no hay otra cosa y por una vez tampoco va a pasar nada.
- ¡Hombre, con la grasa se te atasca el muelle…!
- ¡Joder, el muelle lo entenderá! No oyes mis tripas dando relinchos de alegría. Con la cantidad de endorfinas que voy a generar va a ser como si me tomara una pastilla de omega 3.
Yo me estaba poniendo cabezón pero al mismo tiempo pensaba que la morcilla igual era de Burgos y discutía para nada porque a mí no me gusta el arroz en tripa. Por otra parte, Marcelina no parecía de las personas a quien le pudiese gustar la morcilla de Burgos. Claro que lo mismo pensaba de Juan Manuel y resulta que es un forofo de la morcilla de arroz.
Mientras yo me perdía en mis elucubraciones, Quiosquera no acababa de tomar una decisión. Al final se decantó por lo fácil: es más llevadero internarme un par de días en un hospital que aguantarme una tarde cabreado.
Entramos. El bar no era mucho más grande que el de Superwaiter y lo único que destacaba era una gran plancha, en uno de cuyos rincones lucía majestuoso un montón de morcilla sin tripa. Como recién sacada del morcón. ¡Y ERA DE CEBOLLA!
Pedimos un par de cañas.
- ¿La tuya sin alcohol? –me preguntó Quiosquera-.
- No, no. Normal. El alcohol ayuda a digerir la grasa. ¡No querrás que se me pegue al muelle…!
El camarero ni siquiera preguntó; cogió dos paletadas de morcilla y las echó en el centro de la plancha. Les dio un par de vueltas y la puso encima de sendas rebanadas de pan. ¿Qué puedo decir? Después de dos años (seguramente tres, porque yo la morcilla la como de verano en verano), me supo a gloria bendita. Hasta noté como pasaba de largo junto al muelle sin dejar depósitos dañinos: el síndrome de abstinencia era tal que la sangre no estaba dispuesta a perder ni un ápice del producto ni dejar una célula de mi cuerpo sin su correspondiente ración.

Repetir hubiera sido como solicitar a Robespierre que me afeitase con la hoja que estaba instalada en la Place de la Concorde antes de que lo afeitasen a él. Nos sentamos en una terraza de la plaza, enfrente de La Bicha, y nos comimos un pulpo a la no sé qué leonesa. El octópodo debería de ser de río pero muerto y aliñado estaba de rechupete.


Desde que, en los años de la Transición, leí una pintada ácrata que, refiriéndose a la democracia, decía ”¡Come mierda! Cien mil millones de moscas no pueden estar equivocadas”, soy un entusiasta de los mensajes que decoran las paredes de nuestras ciudades. Mientras daba buena cuenta de mi parte de pulpo leonés, leía las pintadas en un murete de protección de una casa en obras. “León no es Castilla”, rezaba una. “Goma 2, España 0”, con un poco más de mala leche rezaba la otra.

De allí nos fuimos andando despacito para que el pulpo no se marease y enfilamos el camino de San Isidoro (que no sé que pinta el obispo sevillano en tierras leonesas). Lo que es cierto es que en el Barrio Húmedo nos mojamos pronto ya que nuestro periplo se limitó a visitar La Bicha, la Plaza de San Martín, la del Conde de Luna y la calle Azabachería. De las demás no recuerdo ni el nombre.


Llegamos a la Colegiata por la calle del Cid y fuimos directos a ver lo que las guías de León denominan la Capilla Sixtina del Románico. Había varios grupos y, para que no nos estorbásemos, nos enviaron a cada uno por una ruta diferente. A nosotros nos tocó empezar por los tapices, o séase, por el piso de arriba al que se accedía por una escalera indulgente. Quiero decir que el que la culminaba sin llegar asfixiado ganaba indulgencia plenaria.


Ya fuese porque las rutas no estuvieran bien planificadas o porque cada guía siguió el camino que le dio la gana, todos confluimos en el primitivo recinto románico, cuyo techo y columnas están profusamente decorados con pinturas alusivas a pasajes del Nuevo Testamento más un calendario laboral y que, ¡coño!, en todo caso forman la “Capillita” Sixtina del Románico (que conste que sólo me refiero al tamaño). Como quiera que nuestra cicerone andaba escasa de voz, bien por mor de sus cuerdas vocales, bien por mor de su exquisita educación, y el guía italiano parecía llevar incorporado un altavoz en la laringe, nos mandaron al claustro para dar tiempo a que se despejara el recinto. El recinto de despejó y se volvió a llenar en el intervalo pero, en ausencia de los italianos, pudimos seguir sin dificultad las explicaciones que nos fueron dando. El recinto es, en realidad, el panteón de los monarcas del Reino de León que descansaban en sus ataúdes de piedra hasta que las huestes de Napoleón saquearon San Isidoro y no dejaron hueso sobre hueso.


Finalizamos el día en San Marcos. Tratándose de una hospedería de tiempos de los Reyes Católicos, debe de ser de estilo plateresco o isabelino, lo que quiere decir que cada centímetro cuadrado de los 100 m. lineales de fachada está delicadamente decorado. Yo empezaba a notar el cansancio (seamos claros, estaba totalmente derrotado) y pensé que ya vería las fotos para apreciar el detalle. Paseamos a lo largo de la fachada y fuimos a parar al río Bernesga. Desde el puente que lo cruza se ve bonito: a un lado hay una zona ajardinada y el margen contrario ha sido transformado en una zona deportiva al aire libre. Tiene el mismo defecto que indiqué al hablar del río de El Burgo de Osma, sólo que los ingenieros leoneses, no sé si para prever las crecidas o para crear un canal de entrenamiento de remeros, han ideado unos pequeños diques que protegerán los jardines de las avenidas de agua, siempre que no vengan con mala leche.


Cuando regresábamos, Quiosquera se sentó a recuperar el aliento junto a la estatua del peregrino que descansa frente a la puerta del Parador Nacional. Era media tarde y el camino del día siguiente se presentaba largo, así que tomamos el camino del hotel. Hace seis o siete años, servidor hubiese seguido pateando la ciudad un par de horas más.

viernes, julio 23, 2010

León: Marcelina Martínez González

Al salir del Palacio de los Guzmanes, nos paramos en la esquina más próxima a la Casa Botines y saqué el plano para decidir la jugada siguiente.
- A ver en qué puedo ayudar yo a esta familia.
Nos giramos. Era una señora mayor, apoyada en un bastoncillo, y que las chispas que emanaban de sus ojos atravesaban limpiamente los cristales de sus gafas oscurecidos por el sol que caía.

De vuelolibreleon.com

- Los he visto con el mapa en la mano –nos dijo- y he pensado que quizás necesitaban ayuda. Yo he sido y soy voluntaria para ayudar a los peregrinos que caminan a Santiago; creo que soy la más antigua. Tengo 91 años.
- ¡Caray, qué bien llevados los tiene! –se enrolló Quiosquera-. Nadie lo diría.
Y no le estaba dando coba. La señora se veía mayor pero, a pesar del bastón, trasmitía vitalidad. Bien vestida, sencilla pero elegante, el pelo gris recogido y los movimientos pausados de sus manos denotaban la clase que transmiten las gentes acomodadas de capitales de provincia.
- A mí siempre me ha gustado ayudar a la gente y me ha parecido que, quizás, pudiera echarles una mano.
- Buscamos el Monasterio de San Marcos –vi que no acababa de situar el monumento y especifiqué-; en mi guía dice que alberga el museo de la ciudad.
- ¿El Museo de León? –asentí-. Es ese.
Y señaló un edificio junto a la Casa de Botines.
- Debe ser otro porque el que yo busco queda más lejos. Fíjese, nosotros estamos aquí y lo que yo busco es esto –le señalé en el plano la pequeña foto del monasterio-.
- ¡Ah, caray! Lo que ustedes buscan es el Parador Nacional de León. Aunque para usted –dijo señalando los bastones- queda un poco retirado.
- No se preocupe -dijo Quiosquera-, es un todoterreno. En estos días pasados ha subido a la torre del castillo de Peñafiel y ha pateado Valladolid, Tordesillas, Toro y Zamora.
- Además, podemos ir en coche. Normalmente cuando llego a una ciudad lo dejo en el hotel, pero esta vez nos alojamos fuera y no nos ha quedado otro remedio que traerlo.
- ¿Dónde están alojados?
- En el Hotel de las Cortes de León.
- ¿Pues por dónde han venido criaturas? Eso está en la carretera de Asturias.
- Contra, doña Marcelina, se lo conoce usted todo.
- No, es que no hace mucho me invitaron a una boda que se celebró allí. Si quieren que les diga la verdad –bajó un poco la voz- yo soy muy famosa en León. Lo mismo ustedes me han visto por televisión: el año pasado, con 90 años, me tiré en un cacharro de esos con un motorcillo en la cola… Marcelina Martínez González.

De vuelolibreleon.com

- ¿En parapente? ¿Como un paracaídas que lleva un motorcillo para dirigirlo? ¡Pues claro, lo leí en la prensa!
- Yo sí la vi en televisión –dijo Quiosquera-. Me parece que fue en España en directo o algún programa similar de los que dan por la tarde.
- Pues sí, hijos, sí. Con 90 años; y seguramente este año me tiraré también. Estoy en eso de Internet, aquí en esta tarjeta lo dice: vuelolibreleon.com. ¿A vosotros no os gustaría saltar?
- ¡Ay, no! ¡Con el miedo que le tengo a las alturas…! O si no tú, Quiosquero, que te da vértigo asomarte al balcón del segundo piso…

De vuelolibreleon.com

- Pues es muy divertido; cuando me lo propusieron no me lo pensé dos veces. ¡No podéis ni imaginar la sensación de libertad que se tiene allá arriba! No, si cuando aquél me llame –señala el cielo con el índice-, que después no hay nada, todo eso es mentira, pero algo hay que decir… no voy a tener yo cosas que contarle... Además de voluntaria del Camino de Santiago, yo soy la primera persona de León que se apuntó a una organización de ayuda a los enfermos de Alzheimer. Y estoy metida en un montón de cosas. ¡Hay que ver! Cuando tenía 10 años, mi madre me decía: Quita de aquí, Marcelina, que no vales para nada. Y era verdad porque abultaba poco. Pero me puse a trabajar, a cuidar niños, y me ganaba la comida que me daban. Claro que apenas fui a la escuela. Yo siempre digo lo mismo: nací entre cardos y ahora vivo entre flores.
- Usted sí que es una flor.
- Y eso no es todo. Una vez gané un concurso de poesía. Con faltas de ortografía y todo. Cuando me llamaron yo creí que se habían equivocado pero no, me dieron el primer premio.
- A él también acaban de darle un premio por un libro que ha editado; cuando se aburre escribe sus tonterías en Internet y, como es andaluz, lo hace con gracia.
- Haces muy bien, hijo, la vida hay que tomarla con buen humor. Fíjate, en otra ocasión me dieron otro premio de fotografía; también el primer premio, y dije yo: si a mí me dan el premio, ¿cómo serán las otras que han presentado? Ahora todo el mundo me conoce aquí en León. Y tengo amigas, por decir algo, que antes no me hacían caso porque no era de su categoría, luego nos llevábamos muy bien porque hacíamos teatro y ahora, cuando se cruzan conmigo, hacen como que no me ven. No sé si será envidia pero un poco de pelusilla sí.
- ¿También ha hecho usted teatro? Quiosquero, cuando era estudiante, representó varias obras.
- ¡Ay, hijos míos! Seguid así y veréis lo bien que os va la vida. Vosotros sois como yo. Cuando vivía mi marido viajábamos mucho y hemos conocido gentes de todas partes. Nunca nos daba pereza.
- Pues igual que éste; ya ve usted como va y se ha pateado medio mundo. Ahora empieza a fallar pero es cuestión de hacer los viajes más cortos y descansar más cuando salimos a ver monumentos. Hemos empezado por Soria, hemos visto toda la ribera del Duero y ahora vamos a Galicia. A mi marido le hace ilusión visitar Santiago de Compostela en año santo.
- Con eso de ser voluntaria del Camino he besado tantas veces el manto de Santiago que tengo miedo de que, si me ve de nuevo, me diga: ¿Qué coño haces otra vez aquí, Marcelina?


Llevábamos tres cuartos de hora hablando, moviéndonos según la trayectoria del sol para buscar la poca sombra que daban los balcones del Palacio de los Guzmanes, pero habíamos llegado al límite y empezamos a tostarnos. Era cuestión de dar por zanjada la conversación, buscar una sombra y tomar algo fresco.
- Bueno, doña Marcelina, ha sido un placer echar un rato con usted. ¡Venga un abrazo!
Mientras la abrazaba y le daba un par de besos, Quiosquera hacía de las suyas.
- Cuando volvamos a Barcelona, Quiosquero escribirá algo sobre este rato tan agradable que hemos pasado con usted.
- Yo de Internet y cosas de esas no entiendo pero un sobrino mío lo buscará.
Le di una tarjeta de Pies para quiosquero y otra de Decúbito supino porque no sabía dónde acabaría escribiendo sobre ella. Con lo lento que soy a la hora de decidirme a escribir, el sobrino de Marcelina debe haberse cansado de buscar y me sabe mal: no me gusta que una persona que me ha calado hondo pueda pensar que me he olvidado de ella.
- ¿Van ahora al Parador?
- No –dije-, a la hora que es ya, lo mejor será que comamos algo.
- Por ahí –señaló hacia el edificio del museo- hay unos cuantos sitios con un menú a buen precio y buena calidad.
- Habíamos pensado tomarnos unas tapas.
- ¡Hombre, entonces en el Barrio Húmedo! Una vez me llevaron a La Bicha a tomar unas tapas de morcilla y era buenísima. Vamos que ahora cuando alguien de confianza me pregunta por un sitio de tomar tapas, les digo: Id a La Bicha y allí que os den morcilla a todos. ¡Anda, vamos!
- No, mujer, usted llevaba su ruta y no hace falta que se desvíe.
- Aquí está todo muy cerca y llegamos en un momento; además, a mí me conviene andar.
Cruzamos la calle Ancha y anduvimos por los callejones de la antigua León. Marcelina seguía con ganas de cháchara.


- En esta vida he hecho de casi todo. Sólo hay una cosa que me falta por hacer y que me gustaría: saludar a la reina doña Sofía. Y puede ser que tenga oportunidad. El periodista que escribe de mí en el diario de León me ha dicho que en septiembre la reina viene a un congreso sobre lo del Alzheimer y, a lo mejor, puede arreglarlo para que la salude. A mí no me corta eso. Un vez me invitaron a una fiesta que hacían los del Ejército del Aire, porque mi marido había trabajado en el campo de aviación, y cuando el jefazo acabó su discurso dijo que si alguien tenía alguna pregunta podía hacerla; me levanté y le dije que tenía 17 fotografías antiguas del campo y que mi marido había sido de los que sacaban los aparatos con un tractor, porque entonces era así: los enganchaban a un tractor y tiraban de ellos hasta la pista de despegue. El coronel me preguntó cómo coño sabía yo eso, que estaba muy bien enterada y que si le podía dejar las fotos. Claro que sí, le dije, pero que sean de devolver. Me dio su palabra y la cumplió. Mirad, hay está La Bicha.
Quiosquera es la de las fotos; a mí no se me hubiera ocurrido.
- Anda, ponte con la señora Marcelina y os hago una foto.
Me hizo la foto, yo les hice otra y el camarero del bar de la esquina remató retratándonos al trío.
- Señora doña Marcelina –lo de doña es cosa mía pero lo de señora le rezuma por cada uno de sus poros-, otro abrazo. Hemos visto muchos monumentos en nuestro viaje pero hoy nos llevamos con nosotros el mejor monumento de León; que tenga mucha suerte y que vea cumplido su deseo de saludar a la reina.
- La misma suerte os deseo a vosotros y la vais a tener: sois iguales que yo.


Siguió calle adelante apoyando con firmeza su bastón. Cuando dobló la esquina, Quiosquera y yo nos dirigimos a La Bicha.
Bendita seas, Marcelina; y benditos el ánimo y la alegría que trasmites. Eres, de largo, el mejor monumento que turista alguno haya visto en León.

Nota: Las fotos tomadas de vuelolibreleon.com lo son sólo a efectos de identificación de Marcelina.

miércoles, julio 21, 2010

León: la fiesta del Ejército del Aire


Soy de la opinión que la vida del turista es dura: madrugones inútiles, caminatas innecesarias, guiris molestos, garrulos esnobistas… Y todo eso para nada, porque al final, es tal el cacao mental que le queda al sufrido viajante que no recuerda bien si el Árbol de Juana la Loca estaba en Zamora, Doña Urraca defendió Toro o La Plaza de los Bollos de Hito aparca junto a la Plaza Mayor de Tordesillas. Algo de eso me pasa a mí ahora que han pasado unas semanas del fin del viaje. Al rememorar mi despertar en el Hotel de los Cortes de Neón y revivir el desayuno, acabo de caer en la cuenta de que lo que pretendo contar no me sucedió en León sino en Valladolid.
Al bajar del ascensor, preguntamos en recepción dónde se encontraba el comedor. La señorita del mostrador nos mostró unas escaleras al final del salón:
- Al fondo, bajando. No hay ascensor.
- Gracias, nos arreglaremos.
El joven que hacía turno junto a la señorita no estaba dispuesto a que nos las arreglásemos solos y abandonó el mostrador par acompañarnos.
- No hay ascensor pero sí tenemos plataforma para bajar las sillas de ruedas. Puede utilizarla si quiere.
Iba a contestarle que, después de haber subido al castillo de Peñafiel, casi me daba vergüenza utilizar la plataforma, pero lo vi tan metido en su trabajo preparando el artilugio que no fui capaz de negarme a utilizarlo. El aparato era más lento que los autobuses de la post-guerra que funcionaban a golpe de gasógeno. Llegamos al comedor poco antes de que empezaran a servir el almuerzo (especifico que, en casi toda España, el almuerzo es la comida que se sirve a mediodía o inmediatamente antes de la siesta).
Mientras Quiosquera mordisqueaba su última tostada y yo iniciaba la digestión de las mías, le dije.
- Ahora entiendo cómo Jesucristo curaba a los cojos.
- ¿Cómo?
- Los metía en una excursión del Imserso y se los traía a Valladolid. Mientras ellos bajaban por la plataforma, el resto de compañeros habían dado buena cuenta del bufet libre de modo que, cuando ellos llegaban, no quedaba nada. Al tercer día, los cojos bajaban las escaleras de tres en tres. He ahí el milagro.
Quiosquera me miró del través y me dediqué a indicar a Maria Angustias que nos llevara a un aparcamiento cercano a la Plaza Mayor (de León).

María Angustias es un tesoro: nos dejó aparcados en un recinto cuyo ascensor nos sacó directamente a la plaza, justo enfrente del edificio bonito, que debería ser el Ayuntamiento. Después de tantas plazas mayores, soy incapaz de describir la de León; tengo que recurrir a las fotos para rememorar la zona porticada y la forma de los edificios colindantes, y como describir una postal no es lo mío, recomiendo una visita a la ciudad. Vale la pena.

Nos dirigimos a la Catedral. Ahí me llevé otra sorpresa. De mi anterior visita (de 20 minutos escasos) recuerdo haber aparcado junto a unos jardines, sacar unas cuantas fotos con la Catedral de fondo, carretera y manta. Virus en el disco duro de mi cerebro: junto a la Catedral no hay jardines, ni la plazoleta que yo recordaba, ni siquiera es posible llegar hasta ella en coche. Por tanto, o las imágenes que tengo se refieren a otra catedral o yo confundí una iglesia de paisano con una catedral de categoría. Como era de esperar, una de las fachadas de la Catedral estaba andamiada pero la fachada principal estaba libre de polvo y paja. Las tres puertas de entrada me indicaron que se trataba de un edificio gótico; no así las torres laterales de las que, dados mis exiguos conocimientos de arte, me hubiese tragado el estilo que cualquier guía les adjudicara. El pórtico principal está presidido por una imagen de la Virgen Blanca, aunque para ser judía, la encontré en exceso paliducha. Al entrar se estaba celebrando misa al son de una música como la que a mí gusta: música de banda, música donde sobresalen las trompetas, clarinetes y, sobre todo, el bombo y los platillos. Observamos que el coro estaba ocupado por la banda de música del Ejército del Aire que celebraba no sé qué. La misa acabó casi de inmediato y, mientras Quiosquera salió a la plaza para hacer el reportaje militar, yo me quedé admirando las vidrieras, retablos y capillas interiores. Recuerdo que un guía de la Catedral de Burgos, enamorado de su trabajo, insistía en resaltar que si aquella catedral tuviese el Transparente de la Catedral de Toledo y las vidrieras de la Catedral de Palencia, sería probablemente la catedral más completa de España. En justicia la frase puede aplicarse a la mayoría de catedrales castellano-leonesas, incluida la Catedral de León.
Cuando al fin di con Quiosquera, cruzamos hasta la Plaza de la Regla para obtener una perspectiva general de la Catedral. En el camino casi tropezamos con una pareja que venía en sentido contrario.
- Mira -dije a Quiosquera-, esa señora también ha estado en San Esteban de Gormaz.
- ¿Te acuerdas de haberla visto?
- ¡Qué va! Lo que pasa es que lleva la cara y los hombros como un salmonete y fue en San Esteban donde se me puso así la calva.

Con las mismas, bajamos paseando por la Calle Ancha. El paseo fue similar a la fábula de la liebre y la tortuga. Yo, que hago de tortuga, enfilé por el centro de la calle girando la cabeza a lado y lado (hasta donde me permiten las cervicales) para ver los escaparates, y Quiosquera, a modo de liebre, admiraba los mismos escaparates pero cruzado la calle cada vez para verlos más de cerca. La cuestión es que, al llegar a la calle del Cid (o algo parecido) tuve que esperar a que me alcanzara.
- Este es el Palacio de los Guzmanes –lo acababa de leer en el plano de la ciudad que me habían dado en el hotel-.
- Hombre, no está mal pero me esperaba otra cosa.
- Coño, espera, que esto es la parte trasera. La fachada principal está en esa plaza.
En la plaza, además de la fachada principal, estaba (sigue estando, me parece) la Casa de Botines que, dado que fue proyectado por Gaudí, para un catalán es pecado mortal visitar León y no mostrar una foto del edificio. Quiosquera cumplió. Yo, que no soy catalán de origen, puedo decir que no acabé de verle la gracia por mucho que las guías digan que es una imitación modernista del gótico.
Entre una y otra cosa, observamos que el Palacio de los Guzmanes da cabida a la Diputación de León y que se podía ver de balde a las horas estipuladas. Faltaba un cuarto de hora para la siguiente visita y aprovechamos el tiempo para refrescarnos con un helado. La visita (guiada) la iniciamos subiendo unas escaleras con una pendiente similar al Tourmalet, y en su cumbre, un pasillo rodeaba y daba vista al claustro. Nuestro grupo estaba compuesto por españoles y anglosajones y nuestra cicerone (o cicerona) alternaba sus explicaciones en católico y protestante. Sólo recuerdo que las paredes están decoradas con los retratos de todos los presidentes de la Diputación y que, al explicarnos la procedencia del nombre de León, los protestantes alucinaban al oír que dicho nombre no tiene nada que ver con el rey de la selva y sí con la Legio Septima romana.

Para bajar, la guía tuvo el detalle de mandarnos por un ascensor que daba al garaje del edificio, o sea, donde aparcan los diputados y sestean los chóferes. Nos advirtió que nadie nos diría nada pero, que si alguien nos llamaba la atención, dijésemos que teníamos permiso para utilizar el ascensor. Nadie nos hizo puñetero caso.
En la esquina del palacio más próxima a la Casa Botines saqué el plano para decidir la jugada siguiente.
- Imprescindibles son la Colegiata de San Isidoro y el Monasterio de San Marcos, que aquí dice que alberga el museo de la ciudad. La última visita a San Isidoro ya ha empezado, luego no podemos verlo hasta el turno de tarde y para ir al monasterio me parece que hay una larga caminata. Aunque, a la hora que es, podríamos tomarnos unas tapas y…
- A ver en qué puedo ayudar yo a esta familia.
Nos giramos. Era una señora mayor, apoyada en un bastoncillo, y que las chispas que emanaban de sus ojos atravesaban limpiamente los cristales de sus gafas oscurecidos por el sol que caía.

Pero esto forma parte de otra historia.

viernes, julio 09, 2010

Ribera del Duero: hasta Zamora

Tordesillas

Monasterio de Santa Clara

Años ha, pasé una vez por Tordesillas. Nos hicimos una foto junto al Duero con el puente al fondo y salimos pitando. El destino era otro y no estaba prevista la parada. En esta ocasión Tordesillas era una de las estrellas del día y salimos estrellados. La próxima vez que intente visitar Castilla la Vieja me haré con una lista de monumentos, horarios y días de visita. El sábado y domingo nos quedamos sin ver el interior de los monumentos religiosos porque sólo se abrían a las horas de culto. En Tordesillas, el lunes era feriado por descanso del personal. Había programado a María Angustias para que me dejase en la puerta del Monasterio de Santa Clara y ya entré mosqueado cuando vi que en la pequeña plazoleta que hay junto a la puerta de entrada solamente había un coche aparcado. En efecto, un cartel indicaba que los lunes no se permitían las visitas turísticas. De todos modos, y ya que estábamos allí, le dedicamos nuestro tiempo a un par de patios interiores accesibles y a la fachada que discurre frente al recodo del río. En un folletito leí que aún quedaban unas cuantas monjas y, de pensarlo, se me iba haciendo la boca agua ya que, además de en rezos, las monjas suelen ser expertas en la elaboración de deliciosos pastelillos. No hubo ocasión.

Quiosquera, que iba bien pertrechada con cremas protectoras, decidió que buscásemos una farmacia porque íbamos a necesitar cremas hidratantes; vamos, como los zumos a base de concentrado: primero el sol nos deja sin agua y luego remojamos la piel en la botica. La encontramos un poco más arriba de la Plaza Mayor. La plaza es cuadrada y porticada; en ella convergen cuatro calles perpendiculares a los lados del cuadrado.

Plaza Mayor

De mi anterior visita tenía el recuerdo de haber llegado a una explanada amplia, que daba al río junto al puente. O ha cambiado la estructura de Tordesillas, o mis recuerdos se refieren a otra ciudad, o con los años he deformado la realidad de lo que vi (lo más probable). Llegamos hasta la Iglesia de San Antolín y dimos la vuelta.

El Tronco de Juana

Bajando desde la Plaza Mayor hasta el río, encontramos una explanada, que no tiene nada que ver con mis recuerdos, donde se abría al valle un terraza moderna. A un lado se levanta una estatua de Juana la Loca y al otro un tronco, dicen que de la misma edad que Doña Juana, en el que se ha esculpido una raja de la que salen dos manos que pretenden abrirla. Una cartela indica al visitante que representa la cárcel física de Tordesillas (¿el encierro de Juana?) y la ventana por donde penetra la luz de la libertad (más o menos).

Casas del Tratado

Enfrente se levantan las Casas del Tratado, aquél que dividió el mundo en dos partes: una para Castilla y otra para Portugal. El mismo tratado que, de haberlo sabido, no habría firmado Fernando II de Aragón ya que impidió que los futbolistas brasileños pudiesen jugar en España como oriundos.

Salimos de Tordesillas por el puente. No era necesario cruzarlo para seguir nuestra ruta pero, visto desde el mirador de Juana, me pareció que merecía la pena aunque luego tuviese que rodear casi toda la ciudad hasta alcanzar la N-122.


Toro

La Colegiata

A Toro llegamos cuando ni las lagartijas se atreven a salir a la calle. Había dicho a María Angustias que me llevase a la Plaza Mayor y me contestó que nones. Zona peatonal, me dijo. Dirigió nuestros pasos hasta una explanada de cuyo nombre no quiero acordarme, y aunque quisiera tampoco lo recordaría. Se asomaban a ella la fachada del Convento de Santa Clara y el Alcázar y, un poco más abajo, se vislumbraba el Hotel Juan II.

Plaza de San Agustín

Enfilamos el camino de la Plaza Mayor al objeto de comer algo (un rabo de toro sería apropiado) a la sombra que ofrecen los porches (si es que había) y fui a tropezar de lleno con mi incultura. Hace bastante tiempo escribí en Pies para quiosquero un post surgido de una conversación con el hermano de Mamá Chispa, Ito, nombre que yo pensé sería el diminutivo con que lo llamaba su hermana mayor. Error. Junto a la Plaza Mayor de Toro, un cuadradito que apenas merece tal nombre ostentaba orgulloso la placa que lo identifica con el nombre de Plaza de los Bollos de Hito. Con hache. Ito no era un diminutivo, era Hito. Como el emperador Hiro o el Arcipreste de Hita, que debió ser su madre; algo así como mis amigos de la infancia a quienes denominábamos Juanico el de Lola, Paquito el de Amalia o Juanillo el de Maritina. Pido sinceras disculpas a leoneses y castellanos por mi anterior metedura de pata. Creo que hasta se me quitaron las ganas de comer.

Plaza Mayor

Como la solanera no daba para muchas fiestas, nos limitamos a hacernos unas fotos con el ayuntamiento de fondo (la plaza estaba en obras) y caminar un poco hasta el Arco del Reloj.

Mientras esto escribo, voy siguiendo en Google Maps nuestro itinerario y mirando las fotos que otros viajantes han colgado. A algunos había que prohibirles, no sólo el uso de la máquina de fotografiar, sino, y sobre todo, que vayan guarreando una herramienta que está al alcance de todos y que podría ser de gran utilidad si estos ineptos no fuesen sembrando toda la extensión de Toro con la única foto de la que recuerdan el nombre sin intentar siquiera ubicarla junto al lugar del mapa que le correspondería.

Arco del Reloj

A lo que íbamos. Pateamos un poco las calles céntricas y encontramos unas cuantas iglesias románicas dignas de mención pero que no podemos mencionar porque la foto que Google muestra en todos los lugares es la de la Colegiata. Que es grande y muy bonita nadie lo duda, pero ¡coño!, estaba en un sitio concreto y no desparramada por todo el pueblo. Así y todo me parece recordar la Iglesia del Santo Sepulcro en la Plaza Mayor, el Convento de las Mercedarias junto al Mercado de Abastos y la Iglesia de San Salvador por la Calle Judería. La vuelta la hicimos buscando las sombras de los jardines que dan al Duero y que llevan a la Colegiata, a la que también dimos la vuelta para admirar su construcción. Camino del Alcázar, por el Paseo del Espolón, se disfruta de la mejor vista del río y del Puente de Piedra.

Puente sobre el Duero

Intenté callejear para salir por el Arco de la Corredera pero, después de verme apurado para pasar por alguna calleja especialmente estrecha, descubrí que era contra dirección y salí por donde pude. Esta vez me olvidé del Puente de Piedra y seguí las instrucciones de María Angustias hasta la N-122.


Zamora

Casa del Cid y Puerta Óptima

Hace bastantes años, haciendo la ruta Barcelona-Almería con un ligero desvío que me llevó hasta Oviedo y los Picos de Europa, tuve la oportunidad de cruzar Zamora. En la carretera de circunvalación me enganchó un semáforo en rojo y aproveché la oportunidad: abrí la puerta, bajé, di un par de pisotones en el suelo y volví a subir al coche. Quiosquera, alucinada, me preguntó:
- ¿Se puede saber qué haces?
- Hombre, iba yo a pasar por Zamora sin que pudiera decir que he estado en Zamora…
Dalr, que, aunque entonces tenía muchos menos años, ya apuntaba a ser espabilado, había entendido el mensaje y abría su puerta.
- Pues yo no voy a ser menos –dijo Quiosquera-.
También bajó, pateó el suelo y volvió a subir junto con Dalr. Los automovilistas que esperaban que cambiase el semáforo alucinaban pepinillos viendo como tres viajantes medio majaras pateaban el asfalto de su ciudad.
- Misión cumplida. Ya podemos decir que hemos pateado otra ciudad española –y seguimos nuestra ruta-.
Lo que yo no imaginé es que hacía la muesca a una ciudad que merecía la pena visitar con más calma.

Palacio Arzobispal

Como estas ciudades monumentales suelen tener un centro vedado a los coches, apunté hacia la Catedral que, casi siempre, dispone de una plaza donde con suerte se puede aparcar, y llegué al Palacio Arzobispal, a cuya puerta pude dejar el coche. La verdad es que de Zamora sólo sabía que no se ganó en una hora y que, allí, Bellido Dolfos (hijo de Dolfos Bellido) apioló al rey Sancho con lo que Alfonso VI pasó a ser rey de Castilla y de León. Últimamente también aprendí que la soberana de Zamora, Doña Urraca, estuvo en un tris de casarse con el Cid pero éste prefirió a Sofía Loren. Por cierto, junto al Palacio Arzobispal se levanta la humilde, en comparación, Casa del Cid o Palacio de Arias Gonzalo, cuya puerta principal da a una calleja tan estrecha que Babieca difícilmente podía pasar; se entiende que Rodrigo cambiase el Duero por el Turia y se fuera a vivir a Valencia. Hablando del D. Rodrigo Díaz: mi amigo Adolfo, asturiano, me contaba hace años por qué Asturias ha renegado siempre del Cid. La causa había que buscarla en el romance de La Jura de Santa Gadea cuando se dirige al rey en estos términos:

“Villanos mátente, Alfonso,
villanos, que non fidalgos;
de las Asturias de Oviedo,
que non sean castellanos”.

Antes de atacar la Catedral, atravesamos la Puerta Óptima para contemplar el Duero desde las alturas. Se nos enrolló un chaval que venía en bicicleta desde Valencia; intercambiamos fotos: él nos hizo una a Quiosquera y a mí juntos, y nosotros le hicimos una junto a la bicicleta; para que se la enseñara a sus papás a la vuelta.

La foto que hizo el ciclista

A la que nos descuidamos se nos coló una excursión del Imserso. Los dejamos pasar mientras nos dedicábamos a la fachada de la Catedral que da hacia la casita del arzobispo. Los encontramos en la Plaza de la Catedral, dentro del recinto; pensamos que la iglesia estaba abierta y que la podríamos visitar. Fue que no. Los del Imserso habían pasado la verja pero las puertas estaban cerradas. O sea, la tuvimos que ver por fuera. No sabría decir si es bonita, monumental o qué; es rara y, por lo mismo, atrayente.

La Catedral

Nos dirigimos hacia el castillo, o lo que queda de él, aprovechando la sombra de los árboles que pueblan una pequeña zona ajardinada. Aunque la plataforma para salvar el foso estaba bajada, las puertas del castillo permanecían cerradas a cal y canto. Nos hubimos de conformar con admirar el paisaje desde unas plataformas de madera preparadas para uso de los guiris. Un sendero de piedra daba acceso a lo que creo era el Portillo de la Traición (por donde entró Bellido Dolfos en Zamora después de darle matarile al rey Sancho).

Portillo de la Traición o de la Lealtad

Si no lo he entendido mal, ahora esta entrada se denomina Puerta de la Lealtad porque, no en vano, el tal Dolfos no fue un traidor a Sancho, rey de Catilla, sino un hombre leal a Alfonso que, al fin y al cabo, era el titular de la Corona de León.

Bajamos por la Rúa de los Notarios con la intención de llegar a la Plaza Mayor dejando a nuestra izquierda la Iglesia de San Isidoro, que destaca porque en lugar de campanas está plagado de nidos de cigüeña.

San Isidoro

Nos paramos en una plazoleta a refrescarnos por dentro y allí se nos agotaron las pilas. Haciendo un esfuerzo sobrehumano fuimos capaces de asomarnos a a Santa María Magdalena y al pórtico de un convento que había enfrente. Desde una calleja que bajaba hasta una especie de mirador, echamos un último vistazo al Duero y retornamos hasta la Casa de Cid. Ya encochados, salimos por la Puerta Óptima y rodeamos Zamora por las murallas hasta que María Angustias dio la orden tajante de que emprendiésemos el camino de León por la N-630.

Puente sobre el Duero

Después del día que llevábamos a las espaldas decidimos buscar un hotelito en las afueras y reservamos habitación en el Hotel Cortes de León, km. 141 de la N-630. Hicimos la ronda de León y enfilamos camino de Asturias. Allá por el kilómetro 144, María Angustias empezó a avisarme de la proximidad de nuestro destino, hecho que se consumó justo en el kilómetro 143. Entonces lo entendí. Jubilé a Mari Pili anticipadamente y cuando todavía estaba en edad de rendir; los planos de Viamichelín eran correctos; los satélites del norte detectaban perfectamente nuestra posición; María Angustias es cojonuda y sigue al pie de la letra las órdenes del Tostón. Quien falla es Pepiño Blanco que, al mandar hacer las carreteras, ha puesto el kilómetro 143 en el lugar que los planos señalaban como 141 y así no hay forma de llegar a ningún lado. En adelante hemos comprobado que, en bastantes sitios, hay una cierta diferencia entre el kilómetro que muestra la carretera y el kilómetro del plano del Tostón e igual sucede con los números de las casas. Lo que no falla es cuando determinamos ir a un cruce de calles. Ahí coinciden el Ministro de Fomento y María Angustias.

En el hotel tuvimos un ligero problema. Las luces del replano del ascensor y las del pasillo se iban encendiendo a nuestro paso, sólo que estaban tan bien calibradas que, apenas pasábamos, se apagaban. Encontrar la rajita para meter la tarjeta magnética y abrir la puerta fue una aventura: al pararnos, las luces se apagaban y no había forma de acertar. Tuve que dedicarme a pasear por el pasillo mientras Quiosquera manipulaba el artilugio.
- Nos hemos equivocado –le dije-. Este no es el Hotel de las Cortes de León, es el Hotel de los Cortes de Neón.

jueves, julio 08, 2010

El balcón indiscreto

En Cataluña nos preocupamos de las cosas serias y no estamos por chorradas; lo del fútbol y toros fue cosa del franquismo y no caló en estas tierras. Estamos pendientes del Barça pero eso es sólo para molestar a Madrid (Real). De hecho, cuando estaba en el quiosco, el día que me hinchaba a vender diarios deportivos no era cuando el Barça ganaba sino cuando el Madrid perdía por goleada. El record lo tengo el día que se dio el resultado Real Madrid 0, Recreativo de Huelva 3.

De la web de Marca

Y si ya el Barça nos importa poco, la Selección Nacional del Estado Español nos resbala del todo. Los candidatos a la presidencia del Barça lo dejaron claro cuando les preguntaron qué selección querían que ganase el mundial.
- A mí me da igual; no juega mi selección –dijo uno-.
- Yo quiero que gane Brasil porque mi hija nació allí –dijo otro-.
- Preferiría que ganase la selección que tenga más jugadores del Barça –dijo el más diplomático-.

En la calle no hay ambiente futbolístico; no se ven banderas en los balcones ni grupos de aficionados disfrazados de bandera. Ayer me extrañó ver varios taxis con una bandera de España enganchada en la antena de la radio. Seguro que los taxistas que la llevaban o son incultos o inmigrantes.

A la hora del partido, como lo suelo ver con el Mute puesto, o sea, sin voz, no había posibilidad de que los vecinos escuchasen mi televisor y hoy tuviese que pasar la vergüenza de que me señalaran con el dedo:
- ¡Mira, ese ve los partidos de España!

Con esa seguridad dejé el balcón abierto. No cumplió su función ya que no corría una gota de aire pero quedé anonadado cada vez que oía un ¡huuuuyyyy! cuando España chutaba y el balón salía cerca del palo. Hasta que llegó la segunda parte y, en un córner, Puyol y Piqué (de Extremadura ambos) entraron a por todas y Puyol acertó con un testarazo a meter el balón entre los tres palos. Mi balcón gritó:
- ¡Gooooolllll!
No había oído gritar un gol con tanta fuerza desde el chupinazo de Koeman en la final de Wembley.

De la web de AS

Y es que los catalanes no estamos con la selección.

viernes, julio 02, 2010

¿Es constitucional el Tribunal Constitucional?


El viernes 2 de junio de 2006 escribí en Pies para quiosquero un post dando mi punto de vista sobre los artículos más conflictivos del proyecto de Estatut de Catalunya y denunciaba la redacción del texto desde un punto de vista gramatical. Menos guapo, me dijeron de todo.
Aquel texto ya era un recorte de lo que el Parlament había aprobado, y fue refrendado el 18 de junio (creo) por el 75% del 50% de los catalanes (más o menos) que fueron (fuimos) a votar. El Tribunal Constitucional ha tardado casi cuatro años en lograr un desacuerdo mayoritario con resultado tenístico (6-4) en casi todas las votaciones que han declarado constitucional, inconstitucional o medio pensionista a cada artículo sujeto a estudio. Confieso que he leído lo que dice ADN y algún suelto, por lo que es difícil que pueda opinar, al margen de mi incompetencia, sobre un tema tan delicado. Pero se me han quedado en el aire algunas perlas cultivadas.

• Apoyaré la reforma del Estatut que salga del Parlament de Catalunya (José Luis Rodríguez).
• Se acepta el término nación aplicado a Catalunya pero este concepto carece de eficacia jurídica (Tribunal Constitucional)
• ERC no acata la sentencia de Tribunal Constitucional.
Aquello que decidió la mayoría del pueblo catalán no cabe en la Constitución (Joan Puigcercós)
• La sentencia del T.C. es un varapalo para el PP (José Blanco)
• El PP asegura que el T.C. ha venido a admitir la mitad de su recurso.
• PSC y CiU apoyarían una manifestación popular.

***

El Tribunal Constitucional
Incompetente y parcial.
Diez profesionales que, dominando a la perfección el texto constitucional, tardan 4 años en conseguir un acuerdo con el mínimo apoyo, o no son profesionales o no tienen puñetera idea o tienen intereses externos. Si el voto de estos profesionales ha sido siempre previsible, dado que los denominados progresistas votaban en bloque y los denominados conservadores votaban al contrario, es que han permitido que prevalezcan sus ideales políticos sobre la letra del Estatut y de la Constitución. Y si los jueces progresistas venían avalados por el PSOE, partido político interesado en que el Estatut saliera con el menos daño posible, y los conservadores habían sido recomendados por el PP, partido político interesado en que saliesen con vitola de inconstitucionalidad el mayor número de artículos de los 100 denunciados, no sería extraño pensar que cada juez ha votado al son de la Voz de Su Amo, de modo que el “acuerdo” sólo ha sido posible por la “traición” de uno de los magistrados conservadores.
No hace falta saber de leyes para entender que no puede colar que una comunidad sea una nación pero sin eficacia jurídica. O se es, o no se es.
Desde mi punto de vista, todos los miembros del T.C. deberían ser inhabilitados a perpetuidad por inútiles, porque ni se saben la Constitución ni son independientes para tomar decisiones en temas de la trascendencia del que nos ocupa.

El Parlament, el Congreso de los Diputados y el Senado.
Zopencos.
Los miembros de las tres instituciones aprobaron con mayoría suficiente el texto del Estatut. Los diputados y senadores españoles recortaron las competencias de la primera redacción, aprobada y respaldada por los parlamentarios autonómicos.
De los 218 artículos del Estatut, 14 han sido declarados inconstitucionales y una treintena son interpretativos. Los diputados del grupo popular, que votaron en contra del proyecto, denunciaron la inconstitucionalidad de 100 artículos, de los cuales y en el mejor de los casos (para el PP), sólo 44 no cabrían en la Constitución.
Aunque por diferentes motivos, los miembros del legislativo deberían ser inhabilitados a perpetuidad por inútiles ya que no son capaces de distinguir si la leyes que aprueban son legales o no.

El ejecutivo
El presidente del Gobierno de España mintió a los catalanes cuando afirmó que apoyaría el Estatut que saliera aprobado en el Parlament. Ante su incapacidad para mantener la palabra dada, pactó con la oposición catalana un texto lo suficientemente descafeinado para desbloquear los trabajos del Congreso de los Diputados. Debe ser inhabilitado a perpetuidad por embustero e incapaz.
El gobierno tripartito catalán y el partido mayoritario de la oposición han amenazado con movilizaciones populares si el T.C. emitía un fallo de inconstitucionalidad en cualquiera de los artículos objetos de estudio. Deben ser inhabilitados a perpetuidad por no respetar la independencia de poderes que garantiza y es la esencia de la democracia.

Una frase para la reflexión
Aquello que decidió la mayoría del pueblo catalán no cabe en la Constitución”.

***

El ciudadano medio no tiene la preparación suficiente para determinar con conocimiento de causa qué leyes necesitamos, cuál es la autonomía adecuada o qué artículos no son constitucionales. Al ciudadano medio le presentaron un proyecto de Estatut que había pasado con éxito por todos los procesos legislativos previstos en la Constitución, creyó a las fuerzas políticas que afirmaban que era bueno para Cataluña y los catalanes, y votó en referéndum que ése era el Estatut que quería. Cuatro años después, el otro pilar de la democracia determina en fallo inapelable que parte de la Carta Magna catalana no respeta la Carta Magna española.
Hemos dicho qué opinamos de los sujetos que han sido los actores principales para que se llegue a esta situación. Además de ser constitucionalmente analfabetos, han jugado con los sentimientos de un pueblo; con los sentimientos de los que creen que el Estatut es un paso adelante en las reivindicaciones de autogobierno, y con los sentimientos de quienes creen que es un paso atrás en las relaciones con el resto de comunidades que forman el estado español y con el estado mismo.

En mi ignorancia, se me ocurren tres posibles salidas, no traumáticas, pactadas a partir del acatamiento del fallo del T.C. por todas las fuerzas políticas:
1.- Nueva redacción de los artículos declarados inconstitucionales y adaptación de los dudosos.
2.- Pacto de estado a semejanza del que, en su día, se hizo al redactar la Constitución o el propio Estatut de Sau, para redactar un nuevo texto que, cumpliendo la Carta Magna, recoja las aspiraciones de los catalanes ¿?.
3.- Puesto que los políticos han mentido, han errado y han llevado al pueblo de Cataluña a votar un Estatut “inconstitucional”, que se modifique la Constitución Española en todos los artículos que fuesen necesarios para que el texto estatutario tenga cabida en la nueva norma. En este caso, sería conveniente pulsar la opinión de las Comunidades Autónomas para prever las peticiones de los próximos 25 años de modo que el texto constitucional tenga un periodo de vigencia aceptable.

Cualquier otro planteamiento me huele a ruptura social que, en manos de posturas extremas por uno u otro lado, puede acarrear resultados imprevisibles y no deseados.
Mejor que no juguemos con las cosas de comer.