jueves, agosto 20, 2015

La muerte tenía (y tiene) un precio

Uno, que no se ha muerto nunca, es poco experto en la disciplina, pero basta un ligero contacto con la tía de la guadaña para aprender de golpe y porrazo que morirse sale caro. Ahora empiezo a entender que mi asesora de La Caixa, la misma que se empeña en convencerme para que invierta en fondos más rentables un dinero que no tengo, me apremie a hacerme un seguro de decesos. Hasta ahora me he resistido con la excusa de que hablar de fiambres me da yu-yu y que Sanidad ya se encargará, por la cuenta que le trae, de encontrar una solución que preserve de infecciones al personal que todavía respira. Parece ser que las fuerzas del estado no están por esa labor y cargan a las espaldas de los deudos el coste de sanear el radio de influencia del cadáver y los microbios malignos que lo acompañan.

Sería prolijo extenderse en explicaciones inútiles dadas las múltiples facetas y elementos que concurren en un velatorio, pero hay un par de detalles que me han entusiasmado. El pijama de madera tiene un precio de salida por encima de los 1800€ y siempre que se decida uno por un modelo sencillito. A medida que se mejora la calidad del tejido el precio se va disparando, y eso que, según nos dijeron, el acabado interior y, por tanto la comodidad, es muy parecida para todos los modelos. En nuestro caso, el café-bar del tanatorio estaba en obras y la empresa de pompas fúnebres (tiene güevos el nombre) puso a nuestra disposición una cafetera que funciona con cápsulas Nescafé, y un surtido de pastas para que pudiésemos obsequiar a los acompañantes del duelo. Vino bien.

Describo los dos detalles que me tocaron la fibra sensible:
a) Cuando en 1994 murió mi padre quisimos comprarle un apartamento en el cementerio, pero parece ser que ahora están desprivatizados y sólo pudimos obtener un alquiler por 50 años. Pues bien, ahora que mi madre se ha trasladado a vivir con papá nos enteramos que por cada nuevo inquilino hay que pagar el 50% del alquiler inicial, sin que esto signifique que se amplíe el plazo de ocupación. Por descontado que las obras de adaptación de la vivienda se pagan aparte.
b) En el tanatorio nos avisaron que el coche fúnebre sólo puede llegar hasta la puerta del cementerio. Allí espera un furgón especial, eléctrico, ecológico y que no hace ruido, es decir, exento de contaminación alguna a fin de preservar la salud de los difuntos del lugar (digo yo), que es el único que el ayuntamiento permite.

- Ustedes –nos dijo la persona que nos atendió- pueden optar por utilizar el furgón ecológico o llevar el féretro a hombros.
- Mire usted –se adelantó mi hermana-, nosotros ya no estamos en edad de llevar peso.
- Es lo les quería decir –concluyó la funcionaria-. Ustedes pueden optar por el traslado mecánico o el traslado a hombros, pero los 125€ del coche los pagan de todos modos.
¡Ea!