Ribera del Duero: Valladolid
Esta vez estábamos dispuestos a patear la ciudad y admirar todo aquello que pasamos por alto en nuestra anterior visita. Sin embargo, lo primero que hicimos fue visitar a un amigo virtual cuyo puesto de periódicos se ubica en uno de los nuevos barrios de la ciudad castellana. Fue una visita corta pero intensa que iniciamos en España, seguimos por Francia, Sudamérica, Cuba y vuelta a España con parada y fonda en Perú y una alusión a cierto volumen de Vargas Llosa. Fue la constatación de que detrás de cada individuo hay una historia que, en muchos casos, es más trascendente e interesante que cualquier obra de ficción por apasionante que ésta sea.
Nos refrescamos un poco y, esta vez, no sólo me froté bien con crema solar sino que eché mano de la gorra que hace un par de años tuve que comprarme de Dubrovnik para, en situación similar, salvaguardar los sesos. Como las casualidades no se dan dos veces el mismo día, dejamos el coche aparcado como estaba y tomamos un taxi que nos llevase lo más cerca posible de la Plaza Mayor.
- El museo de escultura policromada nos lo saltamos esta vez –insinuó Quiosquera-.- Ya veremos porque a mí me gustaría contemplar a mis anchas el claustro de San Gregorio.
El taxi nos dejó en la calle Ferrari e iniciamos la caminata. Casi se quedó en inicio porque tenía agujetas en los hombros y brazos, producto de mi ascensión a la cúpula de la Torre del Homenaje del Castillo de Peñafiel. Y es que no hay nada mejor para el dolor de brazos que subir unas escaleras (y bajarlas, que también tiene su miga).
La Plaza Mayor de Valladolid debe ser muy bonita; prometo que, en alguna ocasión, me compraré una postal para verla bien porque la encontramos repleta de gradas de aluminio. Ni siquiera pude acercarme lo suficiente para enterarme quién es el fulano que representa la estatua del centro de la plaza. Sí pudimos apreciar la fachada del Ayuntamiento y las porchadas que rodean el espacio. Revindico la construcción de un Manifestódromo en cada pueblo o ciudad capaz de organizar procesiones, conciertos, mítines políticos o cualquier otro evento al aire libre que toque las pelotillas al sufrido turista. La función del Manifestódromo consistiría en albergar todas las concentraciones ciudadanas y, a ser posible, las obras de restauración de los monumentos deteriorados. A ver si alguien entiende que, cuando un turista llega a contemplar un monumento y se lo encuentra en obras, es como el vendedor de prensa que levanta la persiana del quiosco y le han cortado el servicio.
Como no podía ser de otro modo, la plaza que tiene delante está presidida por una estatua de Miguel de Cervantes que debieron hacerle antes de la batalla de Lepanto, ya que su mano derecha aparece apoyada con fuerza sobre un libro (los primeros apuntes sobre Don Quijote, quizás) y la izquierda, con no menos fuerza, sobre la espada.
Al rey la hacienda y la vida
es patrimonio del alma
y el alma sólo es de Dios.
Y no queda muy honorable el estatuado monigote. Aunque, quizás, Don Pedro habría exclamado:
¡Ay, misero de mí! ¡Ay, infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
que delito cometí
contra vosotros naciendo.
Entre unas cosas y otras llegamos a la fachada de San Pablo. Es como la recordaba: encaje de bolillos. Cerrada. Nos acercamos al Colegio de San Gregorio. Cerrado. Me daba igual ver o no el Museo de Escultura; yo lo que quería ver es el claustro que también es encaje de bolillos pero en cuadrado y formando columnas.
Nos sentamos en una mini terraza y estuve tentado de tomar un café con hielo ahora que el Súper no me veía pero no fui capaz de traicionarlo; me tomé una tónica. Delante teníamos la fachada de San Gregorio que tampoco es que tenga mucho desperdicio. Sin embargo, otro espectáculo atrajo nuestras miradas. Una paloma picoteaba por la plazoleta mientras dos machos intentaban atraer su atención. Se pusieron en paralelo y comenzaron a darse aletazos: un verdadero combate de boxeo; uno de ellos se retiró un poco, supongo que en plan “tiro la toalla”, pero el otro no le dio tregua y le endiñó otro par de sopapos con el ala hasta que lo hizo huir hasta un saliente de la fachada. La hembra, que había dejado de picotear y contemplaba la disputa, se quedó mirando al vencedor que, ufano, hinchó pecho y se puso a arrullar. La paloma le dio la espalda y siguió con su picoteo. No sé si es que no había ganado el guapo o que lo único que le interesaba era ser el centro de atención de los machos.
De vuelta a la plaza vimos el indicador de la Casa-Museo Zorrilla y no pude dejar de rememorar algunas de las estrofas del poema romántico que, en vano, he tratado de imitar durante mucho tiempo: A buen juez, mejor testigo.
atentamente un instante,
y echando a su lado el embozo
repuso palabras tales:
"Dentro de un mes, Inés mía,
parto a la guerra de Flandes;
al año estaré de vuelta
y contigo en los altares.
…
Pasó un día y otro día,
un mes y otro mes pasó,
y un año pasado había
mas de Flandes no volvía
Diego que a Flandes partió.
…
Tan galán como altanero
dejó ver la escasa luz
por bajo el arco primero
un hidalgo caballero
en un caballo andaluz.
…
Asióse a su estribo Inés,
gritando: "¡Diego, eres tú!"
Y él viéndola de través,
dijo: "¡Voto a Belcebú,
que no me acuerdo quién es!"
…
"Digo que miente, juró".
"¿Tienes testigos?"
"Ninguno".
"Capitan, idos con Dios
Y dispensad que acusado
Dudara de vuestro honor".
…
"Llamadle, tengo un testigo;
Llamadle otra vez, señor.
…
Tengo un testigo a quien nunca
Falto verdad ni razón".
"¿Quién?"
"Un hombre que de lejos
nuestras palabras oyó,
mirándonos desde arriba."
"¿Estaba en algún balcón?"
"No, que estaba en un suplicio
donde ha tiempo que expiró."
"¿Luego es muerto?"
"No, que vive,"
"Estáis loca, ¡vive Dios!
¿Quién fue?"
"El Cristo de la Vega,
a cuya faz perjuró."
…
La ley es ley para todos;
tu testigo es el mejor,
mas para tales testigos
no hay más tribunal que Dios.
Haremos….. lo que sepamos.
Escribano, al caer el sol
al Cristo que está en la Vega
tomaréis declaración."
…
Jesús, Hijo de María,
ante nos esta mañana,
citado como testigo
por boca de Inés de Vargas,
¿juráis ser cierto que un día
a vuestras divinas plantas
juró a Inés Diego Martínez
por su mujer desposarla?
Asida a un brazo desnudo
una mano atarazada
vino a posar en los autos
la seca y hendida palma,
y allá en los aires: "¡Sí, juro!"
clamó una voz más que humana.
Alzó la turba medrosa
la vista a la imagen santa…….
Los labios tenía abiertos
y una mano desclavada.
En una esquina de la plaza, próximo a la fachada de la Iglesia de San Pablo, está el Palacio de los Pimentel donde parece ser que nació Felipe II. En la otra acera, el Palacio Real de Valladolid y, en el centro de la plaza, la estatua del rey: Valladolid a Felipe II. Desde el pie de la estatua observamos que un individuo mal arreglado se acercaba a la puerta de la iglesia.
- Han abierto San Pablo.
- ¿Cómo lo sabes?
- Porque aquel tío va a trabajar
Nos acercamos. Acerté en las dos cosas: las puertas estaban abiertas y el fulano pedía en el atrio. Pasamos de largo y dijo algo que no entendí.
- Será… Me parece que me ha dicho roñosa.
Se preparaba el oficio religioso y nos limitamos a echar un vistazo al interior; en todo caso no recuerdo cómo era. Enfilamos la puerta.
- Verás como ahora no dice nada.
Salí, me calé la gorra y lo miré fijo a los ojos y muy serio. Mientras sopesaba el bastón de la mano derecha, le sonreí. Cuando pasamos a su lado no dijo nada. Yo sí.
- En la tuya por si acaso.
Y nos fuimos a la playa.
Eran las seis de la tarde y ya la habían cerrado. La playa en sí, no; todavía quedaba gente tomando el sol pero yo quería subir a un barco del tipo "El tahúr del Missisipi" para navegar por el Pisuerga y hacía un ratito que habían cerrado las taquillas.