Semana Santa 2012
La década de los 50 fue complicada, tanto más cuanto más nos alejamos en el tiempo; para mí los años que van del 52 al 54 no fueron complicados, fueron durísimos. Tanto es así que se me han borrado muchos recuerdos; no todos, claro. En medio de una nebulosa donde flotan jirones de momentos vividos, hay retazos de historias que se han grabado a fuego en el cerebro, y anécdotas completas, adornadas por una enfebrecida imaginación infantil.
Mi madre acostumbraba a hacer la colada cerca del pozo que había detrás de nuestra casa, pero cuando había que atacar sábanas, cortinas u otras piezas que requerían más espacio para que el sol hiciera su faena y la ropa quedara blanca y desinfectada, se echaba el canasto a la cadera y tomaba el camino de la fuente o del barranco de Betétar. Entonces yo me quedaba con mi abuela sentado en un saco o una manta, según fuera el clima y la disponibilidad. No era yo un niño que destacase por su alegría, ni mi abuela una mujer que se distinguiese por su mano izquierda con los niños, pero era alpujarreña y, por tanto, tenía un vasto repertorio de chascarrillos y coplas que me iba contando o recitando hasta que atraía mi atención. En estos días se Semana Santa me ha venido a la memoria una de sus estrofas:
Mi madre acostumbraba a hacer la colada cerca del pozo que había detrás de nuestra casa, pero cuando había que atacar sábanas, cortinas u otras piezas que requerían más espacio para que el sol hiciera su faena y la ropa quedara blanca y desinfectada, se echaba el canasto a la cadera y tomaba el camino de la fuente o del barranco de Betétar. Entonces yo me quedaba con mi abuela sentado en un saco o una manta, según fuera el clima y la disponibilidad. No era yo un niño que destacase por su alegría, ni mi abuela una mujer que se distinguiese por su mano izquierda con los niños, pero era alpujarreña y, por tanto, tenía un vasto repertorio de chascarrillos y coplas que me iba contando o recitando hasta que atraía mi atención. En estos días se Semana Santa me ha venido a la memoria una de sus estrofas:
Jueves Santo murió Cristo,
viernes fue su Santo Entierro,
sábado resucitó,
domingo subió a los Cielos.
viernes fue su Santo Entierro,
sábado resucitó,
domingo subió a los Cielos.
Cuando, algún tiempo después, fui a la escuela, en el programa de los sábados entraba la lectura del Evangelio, aquellos relatos de la Historia Sagrada que solían empezar por la locución: “En aquel tiempo…”. Allí tuve mi primer enfrentamiento con los Evangelios. Las historias que leía el maestro nos enseñaban que el Jueves Santo tuvo lugar la Última Cena, el Viernes Santo crucificaron a Cristo, murió y le dieron sepultura, y fue el domingo cuando resucitó. Algo no iba bien.
Aparte de la coplilla de mi abuela, los niños teníamos prohibido cantar, tirar piedras, escupir, jugar, y hasta reír a partir de 3 de la tarde, hora en la que Jesús exhaló el último suspiro. La prohibición duraba hasta el sábado por la mañana. Mientras D. Alfonso Zamora fue maestro, los niños dedicaban la tarde del jueves y todo el día del viernes a buscar latas o cualquier cosa que hiciese ruido al arrastarla y las iban ensartando en una guita lo suficientemente larga. El sábado por la mañana, veinte o treinta chiquillos, pertrechados con sus latas, formaban en la Placeta. D. Alfonso salía al balcón de su casa y disparaba dos tiros al aire: había resucitado el Señor y los críos echaban a correr arrastrando sus latas y dando a conocer la noticia con su estrépito.
Algo no cuadraba. Los versos de mi abuela y la tradición popular parecían darse bofetadas con el Evangelio. No he sabido nunca si mis paisanos formaban parte de una secta herética o si, en algún momento de la historia, se había hecho una relectura de la Pasión.
Una mínima investigación me ha llevado a varias explicaciones:
Algo no cuadraba. Los versos de mi abuela y la tradición popular parecían darse bofetadas con el Evangelio. No he sabido nunca si mis paisanos formaban parte de una secta herética o si, en algún momento de la historia, se había hecho una relectura de la Pasión.
Una mínima investigación me ha llevado a varias explicaciones:
La primera la da el blog “Curiosidades Bíblicas”, que, a la luz que emana de una lectura profunda de la Biblia (nuevo y antiguo testamento), determina que Jesús no murió el Viernes Santo; ni siquiera el Jueves Santo. Jesús murió el Miércoles Santo, día 14 del mes de Nisan y resucitó el Domingo, 18 del mismo mes. Jesús y sus discípulos habrían celebrado la Santa Cena la víspera del Parasceve (día de preparación) correspondiente a la Pascua judía (Evangelio según San Juan). El prendimiento, pasión y muerte de Jesús habría sucedido entre primeras horas del Parasceve y la hora nona del mismo (3 de la tarde) y la sepultura tuvo lugar aquella tarde antes del día de Pascua (los evangelios sinópticos concuerdan, más o menos claramente, al señalar que Jesús murió la víspera del día de la Pascua judía). Por último, los cuatro evangelistas cuentan que Jesús resucitó el primer día de la semana, esto es, el domingo. La controversia reside en San Juan al situar la Última Cena un día antes del Parasceve; esto faculta a que algunos estudiosos jueguen con dos Parasceve: el correspondiente a la Pascua judía y el correspondiente al Sabat de la misma semana. Según esto, Jesús habría muerto en el Parasceve de la Pascua, permaneciendo sepultado el día de Pascua (día 1), el Parasceve del Sabat (día 2), y el Sabat (día 3), para resucitar en las primeras horas del Domingo. La ortodoxia cristiana afirma que la Pascua coincidió con el Sabat y sólo hay un Parasceve, válido para ambas fiestas.
La segunda parece echarle la culpa al Concilio Vaticano II, que ajustó la liturgia católica a los Evangelios Sinópticos y se cargó las celebraciones folclóricas dictadas por la tradición cristiana, tradición a la que pertenece la coplilla o saeta de mi abuela. Mayor luz aporta la conferencia de Pablo Moyano en la sede de la Real Academia de Córdoba, que cuenta cómo el cuerpo muerto de Cristo crucificado se sacaba en procesión el Jueves Santo, mientras que el entierro de Jesús salía el Viernes. Hasta la reforma de Pío XII en 1956, se celebraba el Sábado de Gloria, no como día de la resurrección, sino como el día en el que Jesús entra en el Paraíso.
En resumidas cuentas: los cuatro Evangelios Canónicos coinciden cuando relatan que Jesús resucitó el Domingo y que fue muerto y enterrado en la Parasceve. Discrepan (parece) en el día de la Santa Cena: los Evangelios Sinópticos la sitúan el primer día de los Ázimos, mientras que San Juan dice que fue “antes de la fiesta de la Pascua”. Digo "parece" porque ambos días son anteriores al día de Pascua.
Me quedo con la saeta de mi abuela y doy por bueno que Jesús murió el Jueves Santo, hecho que confirma otra coplilla de nuestra tradición folclórica:
La segunda parece echarle la culpa al Concilio Vaticano II, que ajustó la liturgia católica a los Evangelios Sinópticos y se cargó las celebraciones folclóricas dictadas por la tradición cristiana, tradición a la que pertenece la coplilla o saeta de mi abuela. Mayor luz aporta la conferencia de Pablo Moyano en la sede de la Real Academia de Córdoba, que cuenta cómo el cuerpo muerto de Cristo crucificado se sacaba en procesión el Jueves Santo, mientras que el entierro de Jesús salía el Viernes. Hasta la reforma de Pío XII en 1956, se celebraba el Sábado de Gloria, no como día de la resurrección, sino como el día en el que Jesús entra en el Paraíso.
En resumidas cuentas: los cuatro Evangelios Canónicos coinciden cuando relatan que Jesús resucitó el Domingo y que fue muerto y enterrado en la Parasceve. Discrepan (parece) en el día de la Santa Cena: los Evangelios Sinópticos la sitúan el primer día de los Ázimos, mientras que San Juan dice que fue “antes de la fiesta de la Pascua”. Digo "parece" porque ambos días son anteriores al día de Pascua.
Me quedo con la saeta de mi abuela y doy por bueno que Jesús murió el Jueves Santo, hecho que confirma otra coplilla de nuestra tradición folclórica:
Tres jueves hay en el año
que relucen más que el sol:
Jueves Santo, Corpus Christi
y el día de la Ascensión.
que relucen más que el sol:
Jueves Santo, Corpus Christi
y el día de la Ascensión.
Para la resurrección recurro a la quintilla completa cuyo último verso, que he omitido a propósito, despeja la duda y deja los dos versos anteriores como mera licencia poética.
Jueves Santo murió Cristo,
viernes fue su Santo Entierro,
sábado resucitó,
domingo subió a los Cielos:
Pascua de Resurrección.
viernes fue su Santo Entierro,
sábado resucitó,
domingo subió a los Cielos:
Pascua de Resurrección.