London 2012
Cuando decidí aprender inglés, Quiosquera se lo tomó a risa.
-Con la pronunciación de los ingleses, que se comen la mitad de las letras, y tú hablando “andalú”, que te comes la otra mitad, no sé cómo te las vas a arreglar para entenderlos… y para que te entiendan.
-Si ellos se comen letras, tengo ventaja: estoy acostumbrado. Ya sabes que yo me como la consonante de final de palabra, la “d” de los participios regulares y la consonante final de las sílabas mixtas, salvo la “l” que la transformo en“r”. De hecho sólo me como la “d” de los participios; las otras no me las como, las sorbo.
¡Y tanto que los ingleses se comen letras! No en vano, cuando entras en cualquier sitio, te sueltan a Well: Well come to… Y ahí está la dificultad: se comen las consonantes, las vocales, las semiconsonantes, las semivocales y hasta los acentos; y las pocas letras que pronuncian, no las dicen, las mascullan. Por si fuera poco, idéntica combinación de letras la pronuncian diferente en palabras diferentes. Es igual que las normas de circulación: parece como si hablaran por la izquierda. Vamos, que en uno de los primeros autobuses que cogí (a voleo) la grabación digital dijo algo así como.
- Básnamba thuenthinain tu tra:gá:
-¿Mande?
Como los ingleses saben que el inglés no lo entienden ni ellos, los autobuses llevan una pantallica donde sale escrito lo mismo que dice la grabación; para informar al personal, digo yo:
-Bus 29 to Trafalgar.
¡Hombre, eso era otra cosa! Íbamos a Trafargá: E:cuá:, lo cual se correspondía con nuestras intenciones.
Había estado en Londres hace 10 años y he podido comprobar cómo ha cambiado en este tiempo: calles más limpias, menos follón circulatorio, repesca de los antiguos autobuses de dos pisos y mucha gente. Muchísima gente si contamos los guiris; quiero decir que había muchísimos guiris (los ingleses y los extranjeros) y mucha gente (los españoles). Como llegamos a una hora intempestiva, las 3 p.m., entramos a comer algo en una cafetería al lado del hotel. Quiosquera, que es más lanzada que yo, se acercó a la barra.
- Plis. Tu kofi and milk and…som mafin? –movió la mano hacia las magdalenas mientras buscaba más palabras-.
-Bla bla bla bla bla bla bla… -dijo la inglesa.
Miré a Quiosquera, Quiosquera me miró.
-Ku:d iú spik slouli?
-¿Españoles?
-Yes.
-Yo soy de Cádiz. He venido a perfeccionar el inglés; llevo aquí tres meses.
Me acordé del chiste.
-Y si todos somos españoles –dije-, ¿qué hacemos hablando inglés?
La tarde estaba avanzada, así que nos dedicamos a callejear por Picadilly y, andando, andando, fuimos a dar con Chinatown. Es casi igual que Xinaxample en Barcelona: una zona donde hay más chinos que en el resto de la ciudad. Lo que le falta a Xinaxample es una calle acotada que simule estar al sur (o al norte, qué sé yo) de Tiananmen, tal como Gerrard Street. Quiosquera quiso comparar precios y entró en un supermercado; me quedé fuera. Al cabo de 5 minutos empecé a aburrirme y, para distraerme, puse oído a la conversación que llevaban tres jovencitas que estaban situadas a mis espaldas. Eran de Getafe y estaban, cómo no, de viaje de estudios. Me acerqué a ellas:
-E:kiu: mi. He llegado a Londres este mediodía y observo extrañado que ya entiendo pérfe:-tli íngli:.
Se miraron entre ellas como diciendo: ¿de qué va este chalado?
-Somos españolas...
-¡Ay, coño! Ya me parecía a mí que no podía ser… A conocer Inglaterra, ¿eh?
-Sí, hemos venido de viaje de estudios.
-¿Y qué demonios hacéis que no estáis practicando inglés? ¡Anda, anda, a enrollarse con los nativos o me chivo a los profesores.
Más abajo de Xinatown encontramos en plena calle un puesto de verduras y hortalizas. Me fijé en los tomates; origen: Morocco.
-¡Hoputas los ingleses, le compran a la competencia! A partir de ahora en casa está prohibido utilizar llaves inglesas y consumir güisqui de malta.
Quiosquera llamó mi atención señalando una caja de pepinos. Origen: Almería, Spain.
-Bueno, se permite consumir güisqui de malta, pero ¿usar llaves inglesas? ¡Ni hablar!
Faltaría más. Encima que nos hundieron la Invencible, ahora nos quieren hundir los invernaderos.
-Con la pronunciación de los ingleses, que se comen la mitad de las letras, y tú hablando “andalú”, que te comes la otra mitad, no sé cómo te las vas a arreglar para entenderlos… y para que te entiendan.
-Si ellos se comen letras, tengo ventaja: estoy acostumbrado. Ya sabes que yo me como la consonante de final de palabra, la “d” de los participios regulares y la consonante final de las sílabas mixtas, salvo la “l” que la transformo en“r”. De hecho sólo me como la “d” de los participios; las otras no me las como, las sorbo.
¡Y tanto que los ingleses se comen letras! No en vano, cuando entras en cualquier sitio, te sueltan a Well: Well come to… Y ahí está la dificultad: se comen las consonantes, las vocales, las semiconsonantes, las semivocales y hasta los acentos; y las pocas letras que pronuncian, no las dicen, las mascullan. Por si fuera poco, idéntica combinación de letras la pronuncian diferente en palabras diferentes. Es igual que las normas de circulación: parece como si hablaran por la izquierda. Vamos, que en uno de los primeros autobuses que cogí (a voleo) la grabación digital dijo algo así como.
- Básnamba thuenthinain tu tra:gá:
-¿Mande?
Como los ingleses saben que el inglés no lo entienden ni ellos, los autobuses llevan una pantallica donde sale escrito lo mismo que dice la grabación; para informar al personal, digo yo:
-Bus 29 to Trafalgar.
¡Hombre, eso era otra cosa! Íbamos a Trafargá: E:cuá:, lo cual se correspondía con nuestras intenciones.
Había estado en Londres hace 10 años y he podido comprobar cómo ha cambiado en este tiempo: calles más limpias, menos follón circulatorio, repesca de los antiguos autobuses de dos pisos y mucha gente. Muchísima gente si contamos los guiris; quiero decir que había muchísimos guiris (los ingleses y los extranjeros) y mucha gente (los españoles). Como llegamos a una hora intempestiva, las 3 p.m., entramos a comer algo en una cafetería al lado del hotel. Quiosquera, que es más lanzada que yo, se acercó a la barra.
- Plis. Tu kofi and milk and…som mafin? –movió la mano hacia las magdalenas mientras buscaba más palabras-.
-Bla bla bla bla bla bla bla… -dijo la inglesa.
Miré a Quiosquera, Quiosquera me miró.
-Ku:d iú spik slouli?
-¿Españoles?
-Yes.
-Yo soy de Cádiz. He venido a perfeccionar el inglés; llevo aquí tres meses.
Me acordé del chiste.
-Y si todos somos españoles –dije-, ¿qué hacemos hablando inglés?
La tarde estaba avanzada, así que nos dedicamos a callejear por Picadilly y, andando, andando, fuimos a dar con Chinatown. Es casi igual que Xinaxample en Barcelona: una zona donde hay más chinos que en el resto de la ciudad. Lo que le falta a Xinaxample es una calle acotada que simule estar al sur (o al norte, qué sé yo) de Tiananmen, tal como Gerrard Street. Quiosquera quiso comparar precios y entró en un supermercado; me quedé fuera. Al cabo de 5 minutos empecé a aburrirme y, para distraerme, puse oído a la conversación que llevaban tres jovencitas que estaban situadas a mis espaldas. Eran de Getafe y estaban, cómo no, de viaje de estudios. Me acerqué a ellas:
-E:kiu: mi. He llegado a Londres este mediodía y observo extrañado que ya entiendo pérfe:-tli íngli:.
Se miraron entre ellas como diciendo: ¿de qué va este chalado?
-Somos españolas...
-¡Ay, coño! Ya me parecía a mí que no podía ser… A conocer Inglaterra, ¿eh?
-Sí, hemos venido de viaje de estudios.
-¿Y qué demonios hacéis que no estáis practicando inglés? ¡Anda, anda, a enrollarse con los nativos o me chivo a los profesores.
Más abajo de Xinatown encontramos en plena calle un puesto de verduras y hortalizas. Me fijé en los tomates; origen: Morocco.
-¡Hoputas los ingleses, le compran a la competencia! A partir de ahora en casa está prohibido utilizar llaves inglesas y consumir güisqui de malta.
Quiosquera llamó mi atención señalando una caja de pepinos. Origen: Almería, Spain.
-Bueno, se permite consumir güisqui de malta, pero ¿usar llaves inglesas? ¡Ni hablar!
Faltaría más. Encima que nos hundieron la Invencible, ahora nos quieren hundir los invernaderos.
3 comentarios:
Eso me recuerda lo que me contaba mi padre de una señora que le decía al camarero para pedirle un poco de pan con mantequilla (Waiter, some bread and water), buitre, sombrero y botas y el buitre le traía el pan con mantequilla.
Pero lo mejor fué una anécdota real de una vez que fué con un amigo, representante de tejidos de Masnou y su señora a Alemania, a una feria. Entraron a comprar en unos grandes almacenes, Al ir a pagar, la dependienta los mandó a la caja cuatro, (pronunciesé "Casse fia" en aleman) a lo que la mujer contestó, ¡Ay!, ¿per que tenim que anar ara a la "Casa Fiat" si no hem comprat cap cotxe?
Respecto a lo que podemos interpretar al tomar los idiomas extraños al pie de la letra, las conversaciones que nos llevamos Quiosquera y yo, cuando andamos por el extranjero, son impublicables.
Buenas anécdotas, alvarhillo.
Respecto a lo que podemos interpretar al tomar los idiomas extraños al pie de la letra, las conversaciones que nos llevamos Quiosquera y yo, cuando andamos por el extranjero, son impublicables.
Buenas anécdotas, alvarhillo.
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