lunes, septiembre 11, 2023

Pagar peaje

Todavía no se había suprimido el peaje en las autopistas amortizadas y ya se estaba hablando de la necesidad de imponer una “tasa” por el uso de las autovías. Quienes usamos las vías rápidas de vez en cuando, hemos observado cómo se ha incrementado el tráfico en dichas vías desde que son gratis. Sobre todo, por el aumento de camiones que antes andaban por las carreteras nacionales. Eso parece justificar lo que sigue.
Ha tardado un poco, pero parece ser que se confirma que el 1 de enero de 2024 se abrirá la veda de caza en la red de autopistas y autovías y serán penalizados quienes no dispongan del correspondiente permiso. Y como dijo un importante ministro (ahora, ex): “Lo justo es que se pague por uso”.
Estoy de acuerdo con el ministro (ex). Además, esto podría extenderse a otros ámbitos. Por ejemplo (los ejemplos que siguen son mera hipótesis, no tienen por qué ser ciertos);
  - Yo no voy a la escuela ni al colegio ni a la universidad, en consecuencia, no tengo por qué pagar educación. Que la paguen los estudiantes que la usan.
  - Yo tengo un seguro médico privado y no voy al médico de la seguridad social, en consecuencia, no tengo por qué pagar gastos de sanidad. Que paguen los enfermos que usan la sanidad pública o, al menos, que la copaguen.
  - Yo estoy suscrito a los canales de pago de televisión y no veo la televisión pública, en consecuencia, no debería contribuir al presupuesto de RTVE. Que la pague quien la vea.
  - No me gusta leer y no utilizo las bibliotecas públicas, en consecuencia, que las bibliotecas las financien quienes las usan.
Y así hasta el infinito. ¿Demagogia? La misma que emplea el ministro (ex).

Lo que no es demagogia es que gran parte de las autovías se construyeron sobre carreteras nacionales. Ir de una ciudad a otra es muy complicado sin pasar por una autopista o autovía. Pongo un ejemplo de un trayecto que hago de vez en cuando y copio los datos de Google Maps.

Trayecto Almería-Málaga siguiendo la A7:
Kilómetros: 202
Tiempo empleado: 2 horas y 11 minutos.



Trayecto Almería-Málaga siguiendo la N-340a (dónde se puede):
Kilómetros: 247
Tiempo empleado: 5 horas y 7 minutos.



A mí me da igual; puedo permitirme el lujo de pagar el peaje una vez cada dos o tres años, pero el que tenga que hacerlo por necesidad pagará por uso cada vez que coja la autovía.



viernes, agosto 04, 2023

Quitas y pongas

Una de las asignaturas del curso preuniversitario que yo estudié era Historia de España. Una historia que empezaba unos años antes de la conquista de Granada y acababa unos años después (pocos) de la dictadura de Primo de Rivera. D. Antonio Valverde, mi profesor, la explicaba de forma sencilla y con una cierta dosis de humor. Se me quedó grabado el “sistema de alternancia o turno pacífico” en el gobierno que manejó con cierto éxito la reina regente María Cristina durante la minoría de edad de Alfonso XIII. Si gobernaba, por ejemplo, Cánovas del Castillo y las cosas no iban bien, Dª María Cristina retiraba la confianza al primer ministro y ofrecía la presidencia del Consejo de Ministros a Sagasta. Ipso facto, D. Práxedes Mateo cambiaba a los gobernadores civiles y convocaba elecciones; los gobernadores civiles convencían a los poderes fácticos de la necesidad de un gobierno liberal y éstos hacían lo propio con sus subalternos; el resultado era una aplastante victoria del partido liberal. Solía suceder que, no mucho tiempo después y si las cosas no iban bien, Dª María Cristina retiraba la confianza a Sagasta y ofrecía la presidencia del Consejo de Ministros a Cánovas. Ipso facto, D. Antonio Cánovas del Castillo cambiaba a los gobernadores civiles y convocaba elecciones; los gobernadores civiles convencían a los poderes fácticos de la necesidad de un gobierno conservador y éstos hacían lo propio con sus subalternos; el resultado era una aplastante victoria del partido conservador. Y así sucesivamente…

Esta “compra” de votos ha evolucionado y, en la actualidad, se “compra” directamente el voto de los profesionales que votan, esto es, el voto de los diputados y senadores ya elegidos, y se les paga con concesiones a sus respectivos partidos o comunidades autónomas.
Según publica El Mundo en su sección de economía del 30/07/2023, El PSC ofrece a Junts y ERC apoyar una quita multimillonaria de la deuda catalana con el FLA.
La noticia parece confirmarla la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, según el mismo diario el 31/07/2023: Montero, se abre a condonar deuda a Cataluña y a otras comunidades autónomas en un nuevo modelo de financiación autonómica, si Pedro Sánchez logra la investidura.

La tercera ley de Newton lo dice bien claro:
Cualquier quita ejercida sobre la deuda de una comunidad autónoma genera una ponga de igual intensidad y sentido contrario en el resto de comunidades.

Desde que Alfonso Guerra “enterró” a Montesquieu (quizá antes), enterró también el cuarto poder: hace mucho tiempo que la prensa tomó partido y es poco fiable. Por tanto, lo malo de la noticia no es que sea verdad, lo malo es que nos la creemos a pies juntillas, porque hay precedentes.
Corría el año 1980 cuando el presidente Adolfo Suárez se sometió a una cuestión de confianza. D. Adolfo no tenía suficientes diputados para superarla y empezó a tantear a los partidos minoritarios en busca de los votos que le faltaban. Aquel mismo año, en Andalucía se había sometido a referéndum si los andaluces querían seguir la vía autonómica del artículo 151 (vía rápida). Fue la campaña del eslogan “Andalús, éste no es tu referéndum”; Andalucía no obtuvo el respaldo suficiente (en Almería no llegó a votar el 50% del censo) y debía conformarse con la autonomía del 143 (vía lenta). El presidente de la preautonomía andaluza Rafael Escuredo, el diputado Manuel Clavero Arévalo y el PSA de Alejandro Rojas Marcos no aceptaron el resultado y empezaron a meter maraña. Se les unió el PSOE (se les había unido antes del referéndum). Suárez ofreció aplicar a Almería el artículo 144 (creo), que la obligaba a entrar con el resto de provincias andaluzas en la autonomía plena. Clavero no entró en el trato. Rojas Marcos, tampoco. “No le quedó otro remedio” a D. Adolfo que bajarse los pantalones, saltarse la ley (reformarla con efecto retroactivo, pero obviando los artículos 143, 144 y 151 de la Constitución) y conceder a Andalucía la autonomía plena, dando por buenos los resultados de Almería.
Desde entonces, TODOS los presidentes han tenido sus quitas y sus pongas cuando han necesitado el voto, en general, de la extinta CiU.
Los políticos de la Regencia de María Cristina eran más elegantes.

Hay algo positivo en esta noticia. Llevamos mucho tiempo preocupados por el sostenimiento de las pensiones, la ayuda a la dependencia y la sanidad social. Hemos de estar tranquilos: cuando los pertinentes departamentos estén al borde de la bancarrota, algún gobierno decretará una quita de las deudas respectivas y cargará una ponga al bolsillo de los contribuyentes.
Como suelen decir los políticos (que mandan): “Aún hay margen para subir impuestos”.


jueves, mayo 25, 2023

Contra corriente

Domingo, 21 de mayo. Valencia. Camino del estadio de Mestalla para ver el Valencia-Real Madrid, un grupo de aficionados va cantando “Eres un mono, Vinicius, eres un mono”. Dentro del estadio, el mismo grupo, u otro, continúa con los cánticos. Ya en la segunda parte, el jugador del Madrid detecta a unos aficionados, situados a ras de césped, que siguen insultando; avisa al árbitro, que, en virtud de la ley que describe el delito de odio, para el partido. Mientras, las fuerzas de orden arrestan al aficionado que llevaba la voz cantante y que, según otros, lo que cantaba era “Vinicius, eres un tonto” (que lo mismo da, que da lo mismo). Para colmo de males, el futbolista brasileño se enfrasca en una trifulca y acaba expulsado. Ahí se armó el belén.
Las tertulias deportivas del fin de semana y las tertulias deportivas, políticas y sociales de la semana siguiente se vuelcan en analizar un delito (no presunto) de racismo y se discute si los españoles somos (o no) racistas. La mayoría se inclina por incluir el racismo entre los pecados nacionales.
No estoy de acuerdo. Por descontado que hay racistas, como los hay allá donde se encuentren dos o más personas: siempre habrá uno que se sienta superior a los otros por el color, porque uno sea más alto que otro o más guapo o más… Los pecados nacionales son la envidia y la soberbia; el racismo no es grave en el fútbol. Todavía.
El primer partido profesional al que asistí fue en el estadio Miramar de Adra. Me llevó mi padre. En cuanto el árbitro salió al campo, 300 gargantas (no había muchos más espectadores) empezaron a gritar “Hijoputa, hijoputa”; años más tarde, en Granada, apenas Ufarte (Atlético de Madrid) salía al campo, un grupo de aficionados le gritaba a Lorenzo (Granada CF): “Lorenzo, pártele una pata”. Yo miraba intrigado a mi alrededor, y un aficionado me lo explicó:
    - Es que así se pone nervioso.
A Rubén Cano le llamaban “indio” en Barcelona y, para compensar, desde el banquillo del Atlético de Madrid le preguntaban a Carrasco por su mujer. El primer incidente serio (que recuerdo) con tintes racistas se produjo cuando Eto’o escupió a un jugador del Athletic de Bilbao y Clemente, entrenador del equipo vasco, declaró:
     - Hay algunos que todavía no se han bajado de los árboles.
Se armó la de Dios es Cristo. Clemente había llamado mono a un negro.
Menos trascendencia mediática tuvo el plátano que tiraron a Dani Alves y que el jugador peló y comió, o que a Roberto Carlos lo llamaran macaco. Y el cochinillo vivo que le lanzaron a Figo (raza blanca) pasó por ser un “gest molt simpatic”.

A Vinicius Junior no lo llaman mono por ser negro, lo llaman mono porque es muy bueno y porque es vulnerable al insulto. Militao, Rüdiger, Camavinga, Tchouaméni y Rodrygo también son negros y no los llamaron monos. Correia, Kluivert, Musah y Foulquier son más oscuros que Chorrojumo y no sólo no los llaman mono, sino que los aplauden.
Los aficionados del Valencia protagonistas de los cánticos no son racistas, son forofos maleducados, a los que lo único que les importa es que gane su equipo, independientemente de cómo jueguen (como a todos los forofos) y Vinicius es sensible a las patadas y a los insultos. Se pasa la mitad del partido sorteando adversarios y la otra mitad protestando al árbitro, circunstancia que, a menudo, desemboca en tarjeta amarilla. Los defensas lo saben y lo provocan dándole pataditas hasta hacerle perder los nervios. Ahora no hace falta que le castiguen las espinillas, le han olido el pan debajo del sobaco y saben que basta con llamarlo mono para sacarlo de sus casillas. Alguien debería hablar con el futbolista y convencerlo de que saldrá mejor librado si encaja patadas e inultos y se dedica sólo a jugar. Lo que ha pasado se veía venir.
¡Ojo, el culpable de los sucesos del domingo no fue Vinicius!

En alguna tertulia he oído decir que, cuando se produzcan situaciones de racismo, se debería parar el juego, echar al público a la calle y reanudar el partido a puerta cerrada. Estoy de acuerdo. Siempre que se tome la misma medida cuando se llame al árbitro hijoputa o se silbe el himno nacional. Por poner un ejemplo.

jueves, abril 06, 2023

La procesión del silencio

Cada pueblo tiene sus costumbres propias para celebrar la Semana Santa. En la década de los 50, en El Pozuelo íbamos con el calendario adelantado, esto es, "Jueves Santo murió Cristo, Viernes fue su santo entierro"… En efecto, desde las 3 de la tarde, hora a la que suponíamos que Jesús exhaló el último suspiro, no podíamos escupir ni tirar piedras porque lo hacíamos contra el Señor tal y como habían hecho los judíos en su tiempo. Tampoco podíamos corren ni cantar ni bailar el trompo ni, en definitiva, hacer nada que supusiera disfrutar. Estábamos de luto.
El Viernes Santo era diferente: seguíamos de luto y era día de abstinencia, pero no de ayuno. Lo digo porque era el día de las siete comidas, creo que rememorando las siete palabras del Nazareno en la cruz. Por ejemplo, el menú del almuerzo podía estar compuesto de ensalada, potaje de garbanzos, buñuelos de bacalao, fruta, arroz con leche, buñuelos de cuaresma y papajotes. El menú se creaba a discreción, sólo eran obligatorios el potaje de garbanzos con bacalao y los papajotes. De higos secos, por supuesto.
Para nosotros el luto acababa aquella noche asistiendo a la procesión. Del Silencio la llamaban. No sé si en La Rábita, en El Pozuelo aún no se había construido la catedral, había más procesiones; yo sólo conocía la Procesión del Silencio que, como salía muy tarde, no nos llevaban a los niños. Cuando mi hermana hizo la Primera Comunión, se hizo acreedora a procesionar y participó en la siguiente Semana Santa. Yo quise hacer lo mismo, aunque me tocó esperar algún año más. No recuerdo si la imagen que salía era un Cristo crucificado o la Virgen llevando el cuerpo yacente de su hijo. La procesión subía por la carretera, bajaba por la calle de Enmedio y volvía a subir por la calle de los Carros (o al revés). Por alguna de las calles tendría que repetir para volver de nuevo a la Iglesia.
A lo largo del itinerario, de vez en cuando se levantaba un visillo y una mujer cantaba una saeta desde el balcón. A mí me parece que siempre era la misma mujer, que cuando acababa de cantar en un balcón, adelantaba a los acompañantes y accedía a otro balcón.
   - ¿Quién es la que canta? -preguntaba algún novato o despistado.
   - Es la hermana de Pascual, el rico-pobre.

Algo que ni entendí entonces ni entiendo ahora es por qué la llaman Procesión del Silencio. Delante de la imagen iban el cura y el monaguillo (la procesión era a capela, o sea sin música), detrás iban las mujeres, con la cabeza cubierta, guardando una cierta compostura, pero los hombres, con la cabeza descubierta, no se callaban ni debajo agua. La música quedaba sustituida por un creciente murmullo que aumentaba en decibelios hasta que alguien se daba cuenta de que aquello se desmadraba y chistaba para llamar al orden.

Tal vez un año de éstos acuda a la Procesión del Silencio para comprobar si ha cambiado en algo.

lunes, marzo 27, 2023

Sentidos atrofiados

Mi abuelo José estaba como una tapia. Su “aparatillo para sordos” fue el primero que vi en mi vida; se componía de tres partes: un auricular de “plexiglás” que se metía en la oreja, un cablecillo trenzado a modo de tomiza, y el receptor, no más grande que un paquete de cigarrillos, que mi abuelo solía llevar en el bolsillo de la camisa o del chaleco. En realidad, no era muy eficiente; cuando mi abuelo no se enteraba de la conversación, daba unos golpecitos en el bolsillo portador y acababa llamando al intérprete:
   - ¡Trinidad!
Y mi abuela se ponía a su altura, le colocaba una mano en el hombro y, utilizando un tono de voz algo más elevado de lo normal (sin gritar), repetía la conversación hablando lentamente y vocalizando mucho.

Yo no estoy como una tapia, pero estamos en ello. Empecé con un aparatillo con pilas, que ocultaba detrás de la oreja; era un artefacto de pequeñas dimensiones que también se componía de tres partes: el mecanismo, que se sitúa en el lugar de la mosca en la oreja, o sea, detrás, un cablecillo transparente que va a meterse en el oído, y el auricular propiamente dicho, que va recubierto por una tulipa de goma. Cada pila vale 1€ y dura 4 o 5 días.
Hace aproximadamente un año pasé la ITV de audición y el técnico me dijo que la sordera iba en aumento y que, además, empezaba a afectarme el oído bueno; me recomendó usar 2 audífonos recargables al módico precio de 4.450€ cada uno, pero… en plena cuesta de enero (o diciembre) podía beneficiarme de un descuento del 50%.

Dos cosas:
   1. Da la sensación de que estar lisiado es un privilegio y hay que pagar las prótesis a precio de lujo.
   2. Tiene güevos que en una venta te puedan hacer un descuento del 50% y todavía ganen (se supone).

Como no me quedaba otro remedio compré los audífonos.
Primera incongruencia. Los audífonos se identifican por el color: rojo el de la derecha, azul el de la izquierda, esto es, al revés que en política.
El técnico (técnica en este caso) me enseñó a cargar los aparatos:
   - Ve. Los coloca tal que así: el rojo en el cargador de la derecha y el azul en el cargador de la izquierda. Cuando parpadeen en verde es que ya están cargados, cuando parpadeen en ámbar es que les falta carga.
   - ¡Ostras! -le dije- Si bajando por la calle Pelayo me quedo sin pilas y se me ponen a parpadear, la gente va a pensar que he puesto las luces de avería.
O la chica no lo pilló o es que era un “ciezo manío”.
   - No, no, parpadean seis o siete veces y se apagan. Otra ventaja que tienen estos audífonos es que se pueden conectar al teléfono por “blutuz” y así usted no tiene que llevarse el móvil al oído. Para descolgar basta que le dé dos golpecitos a uno de los audífonos, y para colgar le da un solo golpe.

Claro, así fue que me llamó mi amigo Letri. El Letri tiene un tono de voz muy grave, y a medida que habla lo baja aún más y me cuesta entenderlo; por eso, cuando hablamos por teléfono, lo voy cortando y yo también me enrollo porque así él va cambiando su tono de voz y puedo seguir mejor la conversación. Una de las veces que hablábamos y que yo me había enrollado, empezó a sonar mi teléfono.
   - Es que se había cortado -dijo El Letri-.
Y continuamos la conversación. Después de un ratito volví a tomar la palabra; me extrañó que mi amigo permaneciera callado:
   - ¡Antonio, Antonio…! ¿Taz ahí?
Antonio no estaba: se había vuelto a cortar. Recordé entonces que me había rascado la oreja, lo que debió ser suficiente para que el audífono interpretara que ya había hablado suficiente. Llamé otra vez al Letri para explicárselo; no sé si me creyó.

La última se inició el mes de agosto. Marco Antonio se quedó en Cubellas unos días y, como siempre, por la mañana vino a despertarme. Mientras me vestía, empezó a rebuscar en los cajones de la mesita de noche; encontró el auricular antiguo, el que funciona con pilas.
   - Agüélo, ¿me lo puedo poner?(agüélo no está mal acentuado, es tal como Marco lo pronuncia)-.
   - No tiene pilas. Espera a que me levante, te lo limpie y le ponga una nueva.
No esperó. Me trajo los útiles de limpieza y siguió escurcando hasta encontrar una pila. Una vez hube acabado la faena le puse el pinganillo y salió escopeteado. Lo oí hablar con la abuela en la cocina. No tardó en venir.
   - Ahora te lo pones tú.
   - Espérate a que acabe de vestirme.
Tampoco esperó; me metió el auricular a empujones y lo colocó como pudo. Me lo quité para irme al cuarto de baño y lo dejé sobre la mesita de noche. Mi sorpresa fue que, a la vuelta, vi que le faltaba la tulipa de goma. Marco y yo estuvimos un rato buscando: no apareció.
Lo que apareció días después fue el herpes que me escacharró el trigémino.
Debía de ser el mes de septiembre cuando en una visita al doctor “herpiano” me estuvo repasando los oídos.
  - Doctor -le dije-, hace tiempo que noto como si tuviese el conducto taponado. ¿Le podría echar un vistazo?
De mala gana, pero volvió a mirar.
   - Lo tiene usted perfectamente limpio.
   - Mejor así. Es que, a veces, me pica mucho y me rasco con un palillo. Me da la sensación de que el palillo no se introduce en el conducto.
   - Aparte del drenaje no tiene usted nada.
   - ¡Qué coño drenaje! -se me escapó-. Yo no llevo ningún drenaje.
Volvió a mirarme.
  - Pues sí. Parece que hay un cuerpo extraño. Ahora mismo se va usted al otorrino y que se lo saque; lo haría yo, pero no tengo el instrumental adecuado.
Quiosquera era de la opinión de que nos fuésemos a urgencias ya.
   - No -le dije-. Mejor comemos primero; ya sabes que en urgencias se suele tardar mucho rato.
Después de comer y repatingado ya en mi sillón, apareció Quiosquera con el bolso en la mano.
   - ¿Nos vamos ya?
   - ¿A dónde?
   - Al otorrino.
   - Ya he estado.
   - ¿Cómo que ya has estado?
Era cierto. Inmediatamente después de comer, me fui al lavabo, cogí unas pinzas de las que usa Quiosquera para quitarse los pelillos sobrantes y, al segundo intento, trinqué el cuerpo extraño, que no era otro que la tulipa del auricular viejo, y lo extirpé.
Me quedó la duda de si los médicos actuales, si no es con láser, no operan.

domingo, marzo 12, 2023

¡Ya le llego por...!

El sábado Diego Jr. celebró su cumpleaños con los compañeros de colegio y nos invitó a que asistiéramos a la sopla de las velitas. Camino de su casa lo encontramos acompañado de una recua de niños (18, creo) que venían del Parque de los Mosquitos, donde habían participado en el apaleamiento de una piñata. Marco Antonio y Ángel Alejandro vinieron escopeteados a subirse en la motoreta del yayo: uno en cada pierna, no sin antes haber discutido para hacer prevalecer su prioridad para sentarse sobre la pierna derecha del abuelo, dado que sentarse sobre la pierna izquierda conlleva la posibilidad de clavarse el aparato ortopédico en el culo.
    - Suegro, ¿por qué no entran al Mercadona y compran una tarta grande mientras yo coloco a estos niños en casa?
No encontré justificación para negarme, así que Quiosquera, los dos nietos pequeños y yo nos fuimos a comprar el pastel.
   - ¡Yayo, -dijo Ángel- quiero el pastel de la Patrulla Canina!
   - ¡No, al tete le gusta el Capitán América!
-rectificó Marco-.
Mientras ellos discutían, la abuela cogió el que le pareció mejor, del que, por cierto, no me enteré cuál era el grabado.

Cuando llegamos al ascensor de casa, Marco midió su estatura con Quiosquera. Recuerdo que cuando yo era pequeño, todos nos medíamos con la tita Aurelia, que era la más bajita de los hijos de mi abuelo Antonio. La diferencia con los niños de hoy es que nosotros decíamos algo así como:
   - ¡Ya le llego a la tita Aurelia por el hombro! ¡Ya casi estoy tan alto como la tita!
Ahora son más directos.
   - ¡Ya le llego a la yaya por las tetas! -dijo Marco.
Ángel no iba a ser menos; se puso junto a mí:
   - ¡Y yo le llego al yayo por la picha!
   - No, hombre. Me llegas por el ombligo.
   - ¡Y por la picha!
-insistió un tanto mosqueado-.
Debe ser cosa de la nueva educación sexual, que llama a las cosas por su nombre: al pan, pan y al vino, pan (o vino, no sé).

lunes, enero 30, 2023

Educación sexual

Me llama mi nuera por teléfono:
- Suegro, me han pegado una bronca en el colegio por el comportamiento de Marco.
- Se ha peleado.
- No, qué va.
- Cuenta.
- Bueno, me ha llamado la tutora y la conversación ha ido tal que así.
“- Señora Linares es necesario que se pase urgentemente por el colegió para hablar del comportamiento de Marco.
- ¿Le ha pegado a alguien?
- No, mucho peor. Usted pásese y hablamos.”

La señora Linares se ha personado en el colegio y ha solicitado hablar con la tutora. Le explica el problema:
- Es que esta mañana, durante el recreo, lo hemos pillado en una esquinita del patio metiéndole el dedo en la vulva a una compañera de clase.
- Me ha metido una bronca, además de la que ya le había metido al niño y ahora Marco anda avergonzado -ha concluido mi nuera-.

No he hablado con Marco, pero, en cuanto tenga ocasión, le diré que no tiene de qué avergonzarse puesto que no ha cometido ninguna mala acción; en todo caso meterle el dedo en el chisme a una niña es una guarrería, puesto que le olerán mal las manos. La profesora se equivoca: sexólogos de prestigio advierten de la inconveniencia de censurar a los niños por acciones como ésta:

Si se tocan debemos respetarles, no censurarles ni transmitirles la idea de que se trata de algo vergonzante: están descubriendo su cuerpo, es parte de su desarrollo. (MAMEN JIMENEZ, sexóloga).

Marco tampoco ha cometido delito; ha seguido el espíritu de la Ley Celaá, que proponía, al menos en su borrador, que la educación sexual de los niños de 4 a 6 años (Marco cumplió ayer 5) debería incluir experimentación, tocamientos y juegos:

Borrador de la LOMLOE

Uno de los puntos de la LOMLOE, conocida como 'ley Celaá', afirma que, en el tramo de educación infantil de 0 a 6 años, la "intervención educativa debe favorecer el descubrimiento personal de la sexualidad y la construcción de género" basándose en "experimentación y juegos"

Tampoco viola la ley del “solo sí es sí”, dado que el único testigo del “altercado”, la tutora de los niños, afirma que la chica “víctima” del dedo agresor estaba diciendo:
- ¡Rasca más, rasca más…!