sábado, octubre 19, 2024

Epiluminiscencia

Me decía mi padre que no llevase el coche al taller si funcionaba ni fuera al médico si no estaba enfermo.
- Una vez hayas ido, no podrás dejar de asistir a menudo a consulta -añadía-.
Y así fue. La primera vez que pasé por el vampiro fue en un reconocimiento médico de la empresa y ya había pasado de los 25 años. Se lo comenté a la chica que manejaba la jeringa y su respuesta me dejó un poco fuera de juego:
-  Hombre, pues ya va siendo hora de que empiece.
Desde entonces no ha faltado año en que no me haya sometido a un análisis de sangre (al menos); desde hace una década, me toca un análisis semestral y los que caigan por exigencias del guion.
Lo peor es que soy de los que llevan los resultados al médico de cabecera, más que nada por tenerlos centralizados, pero me hacen preguntas capciosas, acabo picando y vuelvo a casa con una nueva orden para el laboratorio.
Este año me ha tocado hacerme una EPILUMINISCENCIA, término que jamás había oído y que es algo tan tonto como posar para que te hagan fotos de lunares, verrugas y otras imperfecciones del pellejo exterior para controlar el crecimiento de las mismas.

A la hora convenida me presenté en el cubículo epiluminiscente. Había dos chicas en la habitación donde, entre camilla y aparatos raros, apenas quedaba espacio para moverse.
-Tome, entre en esa cabina y desnúdese completamente -dijo la que parecía manejar el cotarro-.
Y me alargó un liotillo de tejido-notejido negro, que yo tomé por unos “calcetines” de los que hay que ponerse para entrar en el quirófano y sitios de máxima asepsia. La cabina era como una idem de teléfonos; la puerta se había sustituido por una cortinilla negra que, entre una banquetilla y mis piernas pseudobiónicas, apenas se podía cerrar. Para mayor inri, advertí que el liotillo no eran calcetines sino calzoncillos. Me puse nervioso; al sacarme el niqui, se me pegó a la espalda (culpa del sudor) y, en un esfuerzo titánico, conseguí deshacerme de él. Oí que algo metálico rebotaba en el suelo; el pinganillo de la oreja izquierda se había enganchado en la ropa y salió volando hasta aterrizar debajo de la camilla.
- ¿Se le ha caído algo? -preguntó la jefa.
- Sí, el tímpano.
Yo había sacado la cabeza por un lateral de la cortinilla. Ella siguió la dirección de mi mirada hasta dar con el audífono e intentó recogerlo; fui más rápido: saqué una de las garrotas por el mismo lateral y recogí el aparato. La profesional no se inmutó.

Acabé de ponerme el “uniforme”. El citado calzoncillo no llegaba ni a taparrabos: un triangulito por delante y dos elastiquillos; uno, que rodeaba la cintura partiendo de dos de los vértices de la tela y otro, que iba desde el vértice restante hasta la mitad del elástico antedicho. Un minitanga, vamos.
Me puse de pie y miré hacia abajo: estaba como para salir en la portada de Men’s Health al lado de uno de esos soldados rusos que sirven de modelo.
En la camilla me hicieron fotos por delante, por detrás y de lado. No quise decir que tengo un lunar un poco abultado en la parte trasera de la gurrina porque me dio miedo que me sacaran un primer plano del colgajo y lo publicaran en la primera página del Jueves o cualquier otra revista satírica.
Cuando creí haber acabado me mandaron ponerme en pie, de espaldas al aparato. Apoyé los dos bastones en la pared. Me dio risa: no era capaz de imaginar la cara de las chicas contemplando mi culo arrugado y colgandero.
- Suba el pie izquierdo y muestre la planta -me indicaron-.
- El pie izquierdo no lo puedo subir, no tengo fuerza suficiente.
- Bueno, pues suba el derecho.
- El pie derecho no lo puedo subir porque el izquierdo no tiene fuerza suficiente y no me aguanta.
- Bueno, pues dese la vuelta.
Empecé a girarme, con tan mala fortuna que le di un manotazo a uno de los bastones. Cayó al suelo y sonó como un pistoletazo.
- ¿Se le ha vuelto a caer el tímpano? -preguntó con recochineo-.
- No señorita, esta vez ha sido el menisco.
Ahora sí se sonrió.

En diciembre tengo que repetir la epiluminiscencia. Afortunadamente no me ha dicho el diciembre de qué año. Yo no vuelvo a pasar por semejante trance.

lunes, agosto 26, 2024

¿Voy pa viejo o ya he llegado?


A principios de año, próximo a cumplir los 74, me puse muy contento cuando leí que un grupo de estudiosos de la senectud indicaban que se entraba en ella a partir de los 75 años:
- Antoñico -me dije-, hay que aprovechar a tope este año de juventud que te queda.
Llevo todo lo que va de año haciendo planes para disfrutar a tope el tiempo que me falta. La conclusión definitiva pude comprobarla hace unos días: el grupo de estudiosos me ha engañado.

Paso casi todo el verano en un apartamento, que forma parte de un grupo residencial con jardín interior y un par de piscinas: una grande para los que saben nadar y otra pequeña para niños y pusilánimes. Claro está que, cuando vienen los niños, nos bañamos en la piscina pequeña, y no porque no sepan nadar, es que en esta piscina se baña muy poca gente y los nietos se pueden tirar “de bomba”.
- Yayo, no hay nadie, ¿me puedo tirar?
- Anda, sí. Pero no salpiques mucho.
Y se pasan todo el rato entrando y saliendo de la piscina sin ninguna precaución. Salpican más agua que radiaciones salpicó la bomba de Hirosima.

Hace un par de semanas, Marco estuvo varios días en “casa de los yayos” y no podía faltar el baño diario. Una tarde bajamos los dos solos, porque la abuelita tenía cosas que hacer. El sol caía con muy mala intención y apenas salíamos del agua.
- Yayo, no hay nadie, ¿me puedo tirar de bomba?
- Claro, Marco, pero salta todo lo que puedas no te vayas a dar con el bordillo.
Y saltó; tantas veces como le dio la gana. Entonces me hizo la pregunta que temía:
- Abuelo, ¿tú no te tiras de bomba?
- No, yo me tiraba de púa.
Recordé mis saltos desde la Piedra de la Tortuga o del islotillo de la Playilla del Ruso o de cómo embestíamos a una ola de más de 2 metros.
Tuve la mala idea de hacerle una demostración.
Salí de la piscina a pulso, me puse junto al bordillo, me perfilé, saqué pecho y salté…
Los pies no se me despegaron del suelo y el impulso lo di hacia el agua. El panzazo fue morrocotudo. Marco preguntó:
- ¿Te has hecho daño, abuelo?

Claro que hice daño. No fue un daño físico. Me dolió que no hace falta cumplir 75 años para ser viejo. 

lunes, octubre 23, 2023

Mardito calò

No ha sido éste mi mejor verano; tampoco puedo de decir que haya sido el peor, dado que el del año pasado fue realmente horrible por culpa del herpes zóster y, aunque sus secuelas continúan azotando mi bienestar, no admiten comparación con el verano anterior.
Cuando en junio empezó a apretar el calor, eché mano del aire acondicionado (bendito invento), pero… Quiosquera anda con los pulmones muy sensibles y agarró el resfriado pertinente; en consecuencia, se acabó el aire (acondicionado) y recurrí al ventilador. A mediados de julio ya venía observando una molesta tosecilla y un extraño gluglú instalado cerca de la garganta. Ni caso. Pese a las continuas recriminaciones de Quiosquera, aguanté hasta primeros de septiembre; no pude resistirme más y acabé en el médico (médica en este caso) y sentenció:
- Esto parece neumonía. Lo mando a rayos X para que le hagan una placa.

Como en la policía: foto de frente y de perfil. La placa confirmó el diagnóstico. Antibiótico e inhalaciones durante dos semanas y nueva placa un mes después de la primera para evaluar evolución.
- No se observan variaciones significativas entre ambas pruebas radiológicas.
La doctora me explicó los pasos a seguir y no pude evitar recordar la consulta de mi amigo R.R. al doctor Roca, médico del seguro universitario de Granada.
- ¿Expeles los aires con normalidad? -preguntó el médico.
- ¿Qué?
- Que si ventoseas bien.
- ¿Cómo?
- ¡Que si te pees, coño!

En el tiempo que mi doctora tardo en separar los labios, yo ya me había imaginado la conversación:
- ¿Arranca con facilidad? -ella.
- ¿Qué? -yo.
- Que si esputa.
- No señora. En mi casa somos muy decentes.
- ¡Que si sacas pollos, coño!

No hizo falta; la doctora seguramente es de pueblo y fue directa al grano, usando las palabras académicas adecuadas.
- Le voy a mandar un cultivo de esputos para asegurarnos.
- Doctora, es que yo esputo poco.
- Es igual. En recepción le darán un potecito, usted se lo lleva en el bolsillo y, cuando le venga un sipiajo(*), lo echa en el pote y lo trae para proceder al análisis.
En lenguaje folk es fácil entenderse.

(*) No estoy seguro si dijo sipiajo o lapo. He elegido la primera palabra porque suena como más descriptiva.

lunes, octubre 16, 2023

Por el Mare Nostrum

Me parece que volvemos por donde solíamos. Desde que despedimos al Papa Wojtyla en Venecia (Casualidad o mal fario) no habíamos vuelto a vivir sucesos extraños en nuestros viajes. Estábamos en letargo o en trance de recuperación (supongo) de ocasiones perdidas, aunque, durante este tiempo, Fidel Castro se muriera cuando estábamos a punto de visitar Cuba, o Saramago emprendiera su peregrinación celestial mientras nosotros paseábamos por las calles de Lisboa, si bien el escritor portugués muriese en territorio español.
La última vez que estuvimos en Marruecos, como precuela de la visita, Hassan II subió al séptimo cielo de la mano del Profeta. Esta vez teníamos previsto una escala en Tánger y, hete aquí, un terremoto asoló Marrakech semanas antes del evento y se llevó por delante la vida de varios miles de marroquinos (que dicen en mi pueblo).

Pero empecemos por el principio.
Llegados a Roma, nos apuntamos a una panorámica por la Ciudad Eterna. En la Piazza del Popolo nos dieron recreo: hora y media de libertad. Mi previsión era ver la Trinità dei Monte, Fontana di Trevi y Mausoleo di Augusto, si daba tiempo. El guía hizo su propuesta:
- Sigan calle adelante y en el segundo semáforo tuerzan a la izquierda para llegar a la Fontana. Dieci minuti.
Le hicimos caso. Después de 15 minutos andando aún no vislumbrábamos el primer semáforo, aunque, allí al fondo, se divisaba la Plaza Venecia. Vimos el desvío hacia la Trinita, pero continuamos hasta el primer semáforo. Charly puso la directa en busca del segundo y yo lo seguí. Quiosquera y Withfloor se pararon para preguntar a algún transeúnte si llevaban la dirección correcta. Que si por aquí, que si por allá, Quiosquera echó a andar hasta alcanzarme. Encontramos a Charly en el segundo semáforo. Después de 10 minutos, Withfloor no aparecía y retrocedimos a buscarla; ni rastro. Por si fuera poco, a Quiosquera empezó a apretarle la vejiga y tuvimos que entrar en un Mcdonald’s; craso error: 20 clientes y “15.000” turistas hacían cola en el meódromo… 35 minutos tardó Quiosquera en alcanzar el objetivo. Mientras, Withfloor había contactado por teléfono con Quiosquera y, algo después, con Charly para contarles que un alma caritativa le había indicado una calle distinta para llegar a la Fontana, y si en el Viejo Mundo todos los caminos llevan a Roma, en Roma todos los caminos llevan a la Fontana. Quedaron en que allí nos veríamos, pero cuando Quiosquera logró miccionar, ya era hora del regresar a la Plaza del Popolo. Me quedé sin ver la Fontana.

Camino de Civitaveccia Google me informó de que el expresidente de Italia, Giorgio Napolitano, estaba de cuerpo presente. Esta vez no me hizo gracia: volvíamos a las andadas. Aunque no fuera el único, ya que, a la mañana siguiente, tras desembarcar en Palermo, nos enteramos de que también el capo de la mafia siciliana, Matteo Messina, las había espichado en prisión. Empate a uno.

El viaje era tan raro que hasta en Túnez, en plena época de sequía, nos llovió.
La verdad es que no todas las casualidades fueron negativas. En Casablanca no empezamos muy bien. Quisimos tomarnos algo en el Rick’s Café y lo encontramos cerrado; ni siquiera había rastro de Sam. Luego, en la Medina Vieja, mientras buscábamos donde comprar unos pañuelos de papel, se nos acercó un marroquí bastante joven:
- ¿Españoles?
- Sí -
contestó Quiosquera.
- ¡Ah! Yo he vivido 8 años en España, en Granada.
- Mira que casualidad: mi marido es de Granada.
- Bueno, en realidad, estuve trabajando en un pueblo pequeño: La Rábita.
- Más casualidad todavía
-intervine-. Yo nací en El Pozuelo.
- El Pozuelo, La Rábita, Huarea… Trabajé en el "simillero" con José Manzano.
- Pues lo mismo es primo mío; mi madre se apellidaba Manzano. ¿Cómo te llamas?
- Me llamo Al-Karim, pero allí me decían Casagüi porque soy de Casablanca. Regresé a cuidar de mi padre enfermo y cuando quise volver no me dejaron; había perdido todos los derechos.
- Todavía te queda la patera.
Cogió el chiste.

Veremos a la larga si se imponen las casualidades positivas o las negativas. Me inclino por lo primero.

lunes, septiembre 11, 2023

Pagar peaje

Todavía no se había suprimido el peaje en las autopistas amortizadas y ya se estaba hablando de la necesidad de imponer una “tasa” por el uso de las autovías. Quienes usamos las vías rápidas de vez en cuando, hemos observado cómo se ha incrementado el tráfico en dichas vías desde que son gratis. Sobre todo, por el aumento de camiones que antes andaban por las carreteras nacionales. Eso parece justificar lo que sigue.
Ha tardado un poco, pero parece ser que se confirma que el 1 de enero de 2024 se abrirá la veda de caza en la red de autopistas y autovías y serán penalizados quienes no dispongan del correspondiente permiso. Y como dijo un importante ministro (ahora, ex): “Lo justo es que se pague por uso”.
Estoy de acuerdo con el ministro (ex). Además, esto podría extenderse a otros ámbitos. Por ejemplo (los ejemplos que siguen son mera hipótesis, no tienen por qué ser ciertos);
  - Yo no voy a la escuela ni al colegio ni a la universidad, en consecuencia, no tengo por qué pagar educación. Que la paguen los estudiantes que la usan.
  - Yo tengo un seguro médico privado y no voy al médico de la seguridad social, en consecuencia, no tengo por qué pagar gastos de sanidad. Que paguen los enfermos que usan la sanidad pública o, al menos, que la copaguen.
  - Yo estoy suscrito a los canales de pago de televisión y no veo la televisión pública, en consecuencia, no debería contribuir al presupuesto de RTVE. Que la pague quien la vea.
  - No me gusta leer y no utilizo las bibliotecas públicas, en consecuencia, que las bibliotecas las financien quienes las usan.
Y así hasta el infinito. ¿Demagogia? La misma que emplea el ministro (ex).

Lo que no es demagogia es que gran parte de las autovías se construyeron sobre carreteras nacionales. Ir de una ciudad a otra es muy complicado sin pasar por una autopista o autovía. Pongo un ejemplo de un trayecto que hago de vez en cuando y copio los datos de Google Maps.

Trayecto Almería-Málaga siguiendo la A7:
Kilómetros: 202
Tiempo empleado: 2 horas y 11 minutos.



Trayecto Almería-Málaga siguiendo la N-340a (dónde se puede):
Kilómetros: 247
Tiempo empleado: 5 horas y 7 minutos.



A mí me da igual; puedo permitirme el lujo de pagar el peaje una vez cada dos o tres años, pero el que tenga que hacerlo por necesidad pagará por uso cada vez que coja la autovía.



viernes, agosto 04, 2023

Quitas y pongas

Una de las asignaturas del curso preuniversitario que yo estudié era Historia de España. Una historia que empezaba unos años antes de la conquista de Granada y acababa unos años después (pocos) de la dictadura de Primo de Rivera. D. Antonio Valverde, mi profesor, la explicaba de forma sencilla y con una cierta dosis de humor. Se me quedó grabado el “sistema de alternancia o turno pacífico” en el gobierno que manejó con cierto éxito la reina regente María Cristina durante la minoría de edad de Alfonso XIII. Si gobernaba, por ejemplo, Cánovas del Castillo y las cosas no iban bien, Dª María Cristina retiraba la confianza al primer ministro y ofrecía la presidencia del Consejo de Ministros a Sagasta. Ipso facto, D. Práxedes Mateo cambiaba a los gobernadores civiles y convocaba elecciones; los gobernadores civiles convencían a los poderes fácticos de la necesidad de un gobierno liberal y éstos hacían lo propio con sus subalternos; el resultado era una aplastante victoria del partido liberal. Solía suceder que, no mucho tiempo después y si las cosas no iban bien, Dª María Cristina retiraba la confianza a Sagasta y ofrecía la presidencia del Consejo de Ministros a Cánovas. Ipso facto, D. Antonio Cánovas del Castillo cambiaba a los gobernadores civiles y convocaba elecciones; los gobernadores civiles convencían a los poderes fácticos de la necesidad de un gobierno conservador y éstos hacían lo propio con sus subalternos; el resultado era una aplastante victoria del partido conservador. Y así sucesivamente…

Esta “compra” de votos ha evolucionado y, en la actualidad, se “compra” directamente el voto de los profesionales que votan, esto es, el voto de los diputados y senadores ya elegidos, y se les paga con concesiones a sus respectivos partidos o comunidades autónomas.
Según publica El Mundo en su sección de economía del 30/07/2023, El PSC ofrece a Junts y ERC apoyar una quita multimillonaria de la deuda catalana con el FLA.
La noticia parece confirmarla la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, según el mismo diario el 31/07/2023: Montero, se abre a condonar deuda a Cataluña y a otras comunidades autónomas en un nuevo modelo de financiación autonómica, si Pedro Sánchez logra la investidura.

La tercera ley de Newton lo dice bien claro:
Cualquier quita ejercida sobre la deuda de una comunidad autónoma genera una ponga de igual intensidad y sentido contrario en el resto de comunidades.

Desde que Alfonso Guerra “enterró” a Montesquieu (quizá antes), enterró también el cuarto poder: hace mucho tiempo que la prensa tomó partido y es poco fiable. Por tanto, lo malo de la noticia no es que sea verdad, lo malo es que nos la creemos a pies juntillas, porque hay precedentes.
Corría el año 1980 cuando el presidente Adolfo Suárez se sometió a una cuestión de confianza. D. Adolfo no tenía suficientes diputados para superarla y empezó a tantear a los partidos minoritarios en busca de los votos que le faltaban. Aquel mismo año, en Andalucía se había sometido a referéndum si los andaluces querían seguir la vía autonómica del artículo 151 (vía rápida). Fue la campaña del eslogan “Andalús, éste no es tu referéndum”; Andalucía no obtuvo el respaldo suficiente (en Almería no llegó a votar el 50% del censo) y debía conformarse con la autonomía del 143 (vía lenta). El presidente de la preautonomía andaluza Rafael Escuredo, el diputado Manuel Clavero Arévalo y el PSA de Alejandro Rojas Marcos no aceptaron el resultado y empezaron a meter maraña. Se les unió el PSOE (se les había unido antes del referéndum). Suárez ofreció aplicar a Almería el artículo 144 (creo), que la obligaba a entrar con el resto de provincias andaluzas en la autonomía plena. Clavero no entró en el trato. Rojas Marcos, tampoco. “No le quedó otro remedio” a D. Adolfo que bajarse los pantalones, saltarse la ley (reformarla con efecto retroactivo, pero obviando los artículos 143, 144 y 151 de la Constitución) y conceder a Andalucía la autonomía plena, dando por buenos los resultados de Almería.
Desde entonces, TODOS los presidentes han tenido sus quitas y sus pongas cuando han necesitado el voto, en general, de la extinta CiU.
Los políticos de la Regencia de María Cristina eran más elegantes.

Hay algo positivo en esta noticia. Llevamos mucho tiempo preocupados por el sostenimiento de las pensiones, la ayuda a la dependencia y la sanidad social. Hemos de estar tranquilos: cuando los pertinentes departamentos estén al borde de la bancarrota, algún gobierno decretará una quita de las deudas respectivas y cargará una ponga al bolsillo de los contribuyentes.
Como suelen decir los políticos (que mandan): “Aún hay margen para subir impuestos”.


jueves, mayo 25, 2023

Contra corriente

Domingo, 21 de mayo. Valencia. Camino del estadio de Mestalla para ver el Valencia-Real Madrid, un grupo de aficionados va cantando “Eres un mono, Vinicius, eres un mono”. Dentro del estadio, el mismo grupo, u otro, continúa con los cánticos. Ya en la segunda parte, el jugador del Madrid detecta a unos aficionados, situados a ras de césped, que siguen insultando; avisa al árbitro, que, en virtud de la ley que describe el delito de odio, para el partido. Mientras, las fuerzas de orden arrestan al aficionado que llevaba la voz cantante y que, según otros, lo que cantaba era “Vinicius, eres un tonto” (que lo mismo da, que da lo mismo). Para colmo de males, el futbolista brasileño se enfrasca en una trifulca y acaba expulsado. Ahí se armó el belén.
Las tertulias deportivas del fin de semana y las tertulias deportivas, políticas y sociales de la semana siguiente se vuelcan en analizar un delito (no presunto) de racismo y se discute si los españoles somos (o no) racistas. La mayoría se inclina por incluir el racismo entre los pecados nacionales.
No estoy de acuerdo. Por descontado que hay racistas, como los hay allá donde se encuentren dos o más personas: siempre habrá uno que se sienta superior a los otros por el color, porque uno sea más alto que otro o más guapo o más… Los pecados nacionales son la envidia y la soberbia; el racismo no es grave en el fútbol. Todavía.
El primer partido profesional al que asistí fue en el estadio Miramar de Adra. Me llevó mi padre. En cuanto el árbitro salió al campo, 300 gargantas (no había muchos más espectadores) empezaron a gritar “Hijoputa, hijoputa”; años más tarde, en Granada, apenas Ufarte (Atlético de Madrid) salía al campo, un grupo de aficionados le gritaba a Lorenzo (Granada CF): “Lorenzo, pártele una pata”. Yo miraba intrigado a mi alrededor, y un aficionado me lo explicó:
    - Es que así se pone nervioso.
A Rubén Cano le llamaban “indio” en Barcelona y, para compensar, desde el banquillo del Atlético de Madrid le preguntaban a Carrasco por su mujer. El primer incidente serio (que recuerdo) con tintes racistas se produjo cuando Eto’o escupió a un jugador del Athletic de Bilbao y Clemente, entrenador del equipo vasco, declaró:
     - Hay algunos que todavía no se han bajado de los árboles.
Se armó la de Dios es Cristo. Clemente había llamado mono a un negro.
Menos trascendencia mediática tuvo el plátano que tiraron a Dani Alves y que el jugador peló y comió, o que a Roberto Carlos lo llamaran macaco. Y el cochinillo vivo que le lanzaron a Figo (raza blanca) pasó por ser un “gest molt simpatic”.

A Vinicius Junior no lo llaman mono por ser negro, lo llaman mono porque es muy bueno y porque es vulnerable al insulto. Militao, Rüdiger, Camavinga, Tchouaméni y Rodrygo también son negros y no los llamaron monos. Correia, Kluivert, Musah y Foulquier son más oscuros que Chorrojumo y no sólo no los llaman mono, sino que los aplauden.
Los aficionados del Valencia protagonistas de los cánticos no son racistas, son forofos maleducados, a los que lo único que les importa es que gane su equipo, independientemente de cómo jueguen (como a todos los forofos) y Vinicius es sensible a las patadas y a los insultos. Se pasa la mitad del partido sorteando adversarios y la otra mitad protestando al árbitro, circunstancia que, a menudo, desemboca en tarjeta amarilla. Los defensas lo saben y lo provocan dándole pataditas hasta hacerle perder los nervios. Ahora no hace falta que le castiguen las espinillas, le han olido el pan debajo del sobaco y saben que basta con llamarlo mono para sacarlo de sus casillas. Alguien debería hablar con el futbolista y convencerlo de que saldrá mejor librado si encaja patadas e inultos y se dedica sólo a jugar. Lo que ha pasado se veía venir.
¡Ojo, el culpable de los sucesos del domingo no fue Vinicius!

En alguna tertulia he oído decir que, cuando se produzcan situaciones de racismo, se debería parar el juego, echar al público a la calle y reanudar el partido a puerta cerrada. Estoy de acuerdo. Siempre que se tome la misma medida cuando se llame al árbitro hijoputa o se silbe el himno nacional. Por poner un ejemplo.