miércoles, julio 31, 2019

Fiestas de Santiago: 50º aniversario




Supongo que he contado tropecientas veces cómo Santiago apóstol llegó a ser el patrón de El Pozuelo y en qué circunstancias se organizaron las primeras fiestas. Me remito al post “Santiago apóstol”, que relata el precedente de la fiesta, y a “Santiago (de Compostela, por supuesto)”. donde cuento una de las razones principales por la que se eligió precisamente a Santiago; la otra razón de importancia fue que la Virgen del Mar se celebra los días 6, 7 y 8 de septiembre, fecha en la que los estudiantes estábamos en Granada preparando o examinándonos de las asignaturas que habíamos cateado en junio.
Aunque la razón esgrimida por los del “contubernio de la playa” para pedir la autonomía respecto a la parroquia de La Rábita fue el recuerdo del “Se vaaaa, se va se va…” que nos cantaron en la puerta de la iglesia el día que, a primera hora de la mañana, recogimos la imagen de la Virgen para instalarla en el garaje de don Pepe y rendirle homenaje. Nos hizo recordar la absurda rivalidad entre dos pueblos hermanos y vecinos, que nos apreciamos cuando nos encontramos lejos del municipio, pero que nos ponemos zancadillas a la hora de actuar como paisanos.
Si no recuerdo mal, la decisión la tomamos en la pensión Huéspedes la Costa entre Constantino, Refalillo, Juanico Lola y yo, durante un receso en nuestra jornada de estudio. Pusimos la idea en conocimiento del resto de estudiantes alojados en Granada y ninguno (Paco Pepe, Julián, Pepe Romero, etc.) puso objeción; así que nos pusimos a buscar un Santiago que estuviese al alcance del montante que pudiésemos reunir en una futura colecta entre los pozoleros y guareeños. No tardamos en comprobar que la tarea iba a ser harto complicada: no encontramos en “toda” Granada una imagen del apóstol y las que podían parecérsele costaban un ojo. En un almacenillo entre Bib Rambla y Reyes Católicos, creo recordar, encontramos la estatuilla de escayola que se adaptaba a nuestras necesidades: era un “Santiago” más joven de lo acostumbrado, sin caballo ni concha ni calabaza… al módico precio de 6000 pts. Apalabramos la compra y nos pusimos a discurrir la forma de recaudar el dinero que necesitábamos sin tener que poner nada de nuestro bolsillo; la verdad es que actuamos como verdaderos Ministros de Hacienda: pedimos a Alberto Zamora, Juan el Merguizo, Rosendo Galdeano y mi padre, que nos adelantaran 1500 pts cada uno y que ellos mismos fijaran un día para rebajar unos céntimos el kilo de tomates en sus respectivas corridas para recuperar el importe adelantado. No sé cómo hicieron el prorrateo. Ni siquiera sé si recuperaron el dinero o no. Lo extraño es que, una vez más, si fiaran de cuatro mocosos y nos dieran el dinero en nombre de los agricultores de El Pozuelo y Huarea.
El santo lo trajo Constantino; le tocó porque fue el último en acabar los exámenes de fin curso. El cura, D. Francisco, no vio muy claro que la imagen de escayola representase al santo que nosotros decíamos, aunque no puso ningún reparo.
El problema surgió años más tarde. D. Francisco había muerto y no había párroco fijo. Mandaron un sacerdote de la Contrarreforma; resulta que aquel año me pillaron las vacaciones en El Pozuelo y, supongo, la gente todavía recordaba que yo había sido ubo de los promotores de la fiesta. Estaba poniéndome guapo para no desentonar en la procesión, cuando llegaron dos o tres chavales:
- Antoñico, que el cura no quiere sacar la procesión.
- ¿Y qué queréis que haga? -pensé-.
Lógico. Que fuera a hablar con el religioso y lo convenciera.
Lo encontré en la entrada de los pisos de D. Pepe.
- Mire usted -me dijo-, he pasado varios años en las selvas del Amazonas y aquellos pobres indios tienen más fe que la gente de este pueblo; nadie les ha hablado de Dios y, sin embargo, abrazan las nuevas creencias con devoción. Esta mañana apenas ha venido nadie a misa y quiere usted que saque la procesión… Lo único que quieren ustedes es que se celebre la fiesta pagana.
- Bueno, en realidad fue la iglesia católica la que nos enseñó esa mecánica a lo largo de los años: los predicadores ponían un santo allá donde los idólatras celebraban sus fiestas. Paganas o religiosas. Los jóvenes empiezan yendo a la fiesta a divertirse y, al final, se hacen de votos de Santiago.
- Por cierto, esa no es la imagen de Santiago, es su hermano Juan.
La imaginería no es mi fuerte, pero yo siempre he visto a Juan Evangelista con una pluma en la mano y u libro en la otra… y barbilampiño; nuestra imagen luce una barbita frondosa. Pero no era cuestión de meterse en discusiones teológicas.
- Verá, padre -insistí-, yo me llamo Antonio. ¿Sabe usted por qué?
- Porque sus padres así lo decidieron, imagino.
- Sí, y porque cuando me echó el agua en la pila bautismal, D. José, el cura que entonces había en La Rábita, dijo “Antonio, yo te bautizo en el nombre del Padre…”. Cuando D. Francisco bendijo esta imagen de escayola lo nombró Santiago… y, desde entonces, ese es su nombre.
Dio media vuelta y se introdujo en el portal de los pisos de D. Pepe. Media hora más tarde salía la procesión.

Y entre unas cosas y otras han pasado 50 años. Desde hace tiempo tenía la ilusión de celebrar este evento en El Pozuelo y, a ser posible, reunir a los del contubernio de la playa. No pudo ser. Yo he ido, pero las circunstancias han sido adversas y, unos porque tenían problemas propios o familiares, y otros porque tenían celebraciones propias o familiares, me quedé solo con José Antonio Berenguer, que no participó en el primer Santiago porque todavía no tenía edad suficiente. También pude echar un rato Con Paquito el de Rosa y sus hermanos Enrique y Rogelio, con Juanillo el de la Maritina, que había venido expresamente desde Roquetas, con el Páter y Serafín y con Juanico de Lola y Constantino, que tuvieron que irse por asuntos familiares. Al final decidí que lo mejor era pasarse por La Rábita y tomarme una bomba y una tortillita de patatas en el Navarro.
Está visto que nos hacemos mayores y que, a este paso, al centenario de las fiestas no va a acudir ni el propio Santiago.

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