domingo, abril 14, 2019

¡VIVA ZAPATA!



Corría el mes de abril de 1967. De vuelta de unos días por Italia, a donde nos habíamos desplazado en viaje de fin estudios, nos alojamos en un albergue juvenil en Arenys de Mar y, entre otros ocupantes, coincidimos con una excursión, también de estudiantes, aunque bastante mayores que nosotros, que venía de Reino Unido; entre ellos iba un grupo de mejicanos (varones y mujeres), que cursaba estudios en las islas.
Por casualidad, aquella noche se celebraba el Festival de Eurovisión y nos reunimos en el salón del albergue para seguir el desarrollo del mismo. Intentábamos enrollarnos con las mejicanas, pero la diferencia de edad era considerable (yo mismo estaba en vísperas de cumplir los 17) y el éxito no nos acompañó, si bien estuvimos lo suficientemente próximos para oír cómo despreciaban la canción española (Hablemos del Amor. Raphael), a la vez que elogiaban la de Reino Unido (Puppet on a String. Sandie Shaw). En cierto modo eran lógicos los elogios a la canción británica, dado que ellos vivían en las islas y, sin duda, era la mejor. Algunos de nosotros, sin embargo, no entendíamos sus continuas críticas a los españoles y su canción. Al final, uno explotó:
-        ¿Por qué ese rencor hacia lo español si, al fin y al cabo, Méjico es hija de España?
-        Hasta 1821 -replicó rauda una de las mejicanas-.
Deduje que ese debió ser el año de la independencia de Méjico y, yo también, intervine con rapidez.
-        No, no es así. Méjico es hija de España DESDE -lo remarqué- 1821. HASTA -volví a remarcar- 1821 Méjico era España.
Nos hizo un breve resumen de los asesinatos y crueldades que Cortés y sus muchachos habían cometido sobre los aztecas y de la explotación a que los sometieron los encomenderos subsiguientes. Y, por supuesto, del genocidio que había acompañado y seguido a la conquista.
-        ¿Tú eres india pura?
-        No, soy mestiza.
-        Vale, pues ten en cuenta que fue tu tatarabuelo blanco (español) el que se cepilló, de grado o por fuerza, a tu tatarabuela india, después de haber asesinado a su marido indio. Ni yo, ni mi padre, ni mi abuelo, ni ninguno de mis antepasados conocidos estuvo nunca en Méjico y, por tanto, mi familia española no es responsable de las atrocidades que se cometieron contra los indios; los españoles que mataron indios fueron tus antepasados, no los míos.

Años después, un gobernante mejicano exige al rey de España (y por ende a los españoles) que pida perdón a los indios. Este gobernante es mejicano de segunda generación y no es probable que sus antepasados mataran indios, pero, una vez más, juzgamos la historia según los modos y costumbres del momento en que vivimos y, muchas veces, con poco conocimiento de la historia. Si mis libros de historia no mienten (cosa que entra dentro de lo posible y de lo probable) y si László Passuth no se documentó sobre la conquista de Méjico (cosa poco probable), Hernán Cortés desembarcó en Tierra firme con algo más de 500 hombres y 16 caballos; con estas “tropas” llegó a Tenochtitlán y arrestó a Moctezuma, teniendo en cuenta, además, que ya había tenido unos cuantos tropiezos con los indígenas en su camino hacia la capital del imperio azteca. La conquista, conquista, vino después cuando se les unieron los hombres de Pánfilo de Narváez y tuvieron que salir por piernas de Tenochtitlán, en lo que se llamó “la noche triste”. En su huida palmaron la mitad de los españoles y se perdió gran parte del tesoro que habían tomado “prestado” a los aztecas. Más adelante los esperaba un ejército de 40.000 guerreros, cuando ellos apenas sobrepasaban los 400 hombres y 20 caballos; en Otumba, con la batalla prácticamente perdida, volvió a aparecer Santiago matamoros a lomos de su caballo blanco, se cepilló al capitán general azteca y entregó su estandarte a los españoles; los aztecas huyeron. A partir de ahí las cosas se simplificaron para Cortés: eliminó el exceso de testosterona y puso a trabajar las neuronas. Mandó construir 13 bergantines que botó en el lago que rodeaba la isla donde estaba enclavada la ciudad y cortó el suministro a sus habitantes. La caída de Tenochtitlán estaba cantada.

Que Hernán Cortés conquistara Méjico con menos de 1.000 soldados no se lo cree ni Bernal Díaz del Castillo. El propio Cortés escribió la relación de fuerzas que participaron en el asedio a Tenochtitlán:

 

Fuerzas iniciales para sitiar a Tenochtitlan:
- Tlacopan - Pedro de Alvarado
30 caballos, 18 ballesteros y escopeteros, 150 peones de espada y rodela, 25,000 tlaxcaltecas.
- Coyoacán Cristóbal de Olid
36 caballos, 18 ballesteros y escopeteros, 160 peones de espada y rodela, 20,000 tlaxcaltecas.
- Iztapalapa - Gonzalo de Sandoval
24 caballos, 4 escopeteros, 13 ballesteros, 150 peones de espada y rodela, 30,000 aliados de Huejotzingo, Cholula y Chalco.
- Asalto anfibio Lago de Texcoco - Hernán Cortés
13 bergantines, 325 hombres, cada bergantín con 25 españoles y una fusta, incluyendo capitán, veedor, 6 ballesteros y escopeteros.
Tercera carta de relación, Hernán Cortés

 

¡Vaya, 75.000 indios ayudaron a (Capitán) Malinche a machacar a los aztecas! A medida que Cortés fue avanzando hacia Tenochtitlán peleándose y venciendo a las tribus nativas, éstas se sentían liberadas del vasallaje a que las sometía el imperio y se aliaban con el imperio del otro lado del mar. La conquista de Méjico no se debe tanto al empuje de los españoles como a la multitud de indígenas que los acompañaban. Y eso lo sabe el presidente mejicano; no tanto, quizá, los españoles que también exigen al rey (español) que pida perdón.


Entendemos que la postura de los mejicanos debería ser distinta según su procedencia:

-        Los que llegaron al país después de 1821 no tienen nada que decir

-        Los que no tienen reminiscencias indias deberían pedir perdón a los indios y mestizos

-        Los mestizos deben perdonarse a sí mismos, es decir, su parte blanca debería pedir perdón a su parte cobriza

-        Los indios puros lo tienen más complicado:

-   Si descienden de los aztecas, tienen derecho a que les pidan perdón los descendientes de españoles llegados antes de 1821, sus hermanos mestizos y los indios pertenecientes a otras tribus

-   Si no descienden de los aztecas, tienen derecho a que les pidan perdón los descendientes de españoles llegados antes de 1821, sus hermanos mestizos y los indios aztecas

 

Que se vayan perdonando. Servidor no se siente afectado.


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