Los Reyes Magos
Después
de muchos años ayer volví a pasear entre los puestos de belenes de la Feria de
Santa LLúcia (Feria de Santa Lucía). Cuando Dalr era niño, era visita obligada,
ya que siempre falta una zambomba, una pandereta o algún pastorcillo con el que
rematar el pesebre que montábamos en casa. Recuerdo un año que compré la
zambomba más gorda del mercado y, en llegando a la Vía Layetana, me crucé con
un paisano que, medio en broma, medio en serio, me espetó:
- ¡Nen, ashó es de
mursiá!
A lo que iba. Había
tropecientas casetas con Papás Noëles, Santas Claus, renos, casitas con el
tejado nevado, caganets, cortezas de alcornoque, abetos y múltiples figuras
típicas de la Navidad. Apenas un par de chiringuitos (es un decir) vendían
piezas para nuestro Portal de Belén, sus pastorcillos y los Reyes Magos. Me dio
pena. No que se celebren fiestas de otras latitudes, sino que, poco a poco,
vayamos negando las nuestras, y lo hagamos porque queremos una ¿Navidad laica?
Reyes Magos
En
el evangelio de Mateo, unos “magos” (hombres sabios) de Oriente supieron del
nacimiento de Jesús y, guiados por una estrella, emprendieron el camino de
Belén. Llegados a Jerusalén, se entrevistaron con Herodes el Grande y lo
pusieron en conocimiento de que había nacido el futuro rey de los judíos.
Herodes, zorro viejo apegado a su poltrona, les pidió que a su vuelta lo
informaran del lugar exacto donde se había producido el evento, ya que él
también quería presentar sus respetos a tan egregia persona.
Los
magos siguieron tras la estrella hasta encontrar a Jesús, que había nacido en
un establo, y le ofrecieron oro (como rey), incienso (como Dios) y mirra (como
hombre). Avisados por un ángel, tomaron distinto camino de regreso y no pasaron
por Jerusalén. Mientras tanto, Herodes, mosqueado por su tardanza, mandó pasar
a cuchillo a todos los niños de Belén que tuviesen menos de dos años. Otro
ángel (o el mismo, no lo sé) alerto a José y éste tomó a Jesús y a María, los
montó en su borriquilla y fue a refugiarse en Egipto.
Mateo
no menciona que los magos fueran reyes ni que fuesen tres. De hecho otros
evangelios (apócrifos) hablan de hasta 12 individuos. El hecho de que regalasen
oro, incienso y mirra es lo que llevó a los creyentes al inicio de la Edad
Media a fijar en tres el número de magos y que cada uno procedía de una de las
tres partes del mundo conocidas: Asia (Sem), Europa (Jafet) y África (Cam).
Digresión: ¡Con quién
se liaría Noé para que le saliera un hijo negro!
Por
esta época (Edad Media) es cuando se les asigna los nombres de Melchor, Gaspar
y Baltasar, según aparece en uno de los frisos de una iglesia en Rávena.
Otra
leyenda, no escrita en ningún libro sagrado, dice que Tomás (el apóstol
incrédulo) los encontró después de la resurrección de Jesús y los bautizó. Más
tarde murieron mártires, probablemente en la persecución de Nerón. Santa Elena
(no podía ser otra) trasladó sus restos a Constantinopla donde permanecieron
hasta que Federico Barbarroja (Tercera cruzada) los hizo depositar en Colonia.
Hoy reposan detrás del altar mayor de la catedral.
Benedicto
XVI, en su libro “La infancia de Jesús” se refiere a los textos de Isaías para
explicar la introducción del buey y la mula en el Portalico de Belén e indica
que los Reyes Magos no tuvieron por qué venir necesariamente de Oriente. Intérpretes
del texto papal aseguran que Benedicto indica que procedían de Tartesos. Si a
esto le sumamos que en Historia de España del Marqués de Lozoya (Salvat) se lee
que los tartesos tenían un carácter similar a los andaluces de hoy, cabría
deducir que los Reyes Magos llegaron a Belén en romería y cantando por
sevillanas.
La
cuestión es que en España y en los países Hispanoamericanos se celebra la
festividad de los Reyes Magos coincidiendo con la fiesta de la Epifanía, y la
tradición hace que esa noche dejen juguetes a todos los niños del mundo.
Obviando las diferencias establecidas por el calendario gregoriano, los magos
tardaron 10 ó 12 días en llegar de Oriente-oriente a Belén, que comparado con
la tardanza de las caravanas que comerciaban con aquellas tierras, habría hecho
necesario el empleo de camellos turbo. Amén de que la matanza de los Inocentes
(28 de diciembre) sucedió antes de que los Reyes Magos llegaran a Belén.
San Nicolás
La
fiesta de San Nicolás se celebra en los Países Bajos y Bélgica a primeros de
diciembre (5-6) y en menor medida en Austria, Alemania, Chequia, Luxemburgo,
Polonia y Suiza. Esta celebración se introduce durante el siglo IV: San Nicolás
llega a Ámsterdam en un barco que procede de España y viene cargado de
juguetes; cuando desembarca, monta en su caballo blanco y cabalga por encima de
los tejados de la ciudad; sus ayudantes, llamados Pedritos (Pieten), bajan por
las chimeneas para dejar los regalos; anteriormente a 1945, había un solo
ayudante, por supuesto, negro.
Se
basa en la figura de San Nicolás de Bari que, aunque natural de Oriente, viene
de España, concretamente de Alicante (¿será por el turrón?). Esto es así porque
los restos de San Nicolás fueron trasladados desde Turquía a Bari y Bari fue
posesión del Reino de Aragón y, más tarde, de España.
Santa Claus
San
Nicolás llegó a América de la mano de los holandeses cuando fundaron Nueva Ámsterdam
(más tarde, Nueva York), sólo que, a medida que fueron siendo sustituidos por emigrantes
británicos, el nombre de San Nicolás pasó a ser Santa Claus. Como obispo que
era, la vestimenta de San Nicolás consiste en bata blanca, capa o casulla roja
y la mitra identificativa del cargo. Washington Irving recrea la figura de
Santa Claus que se va transformando a lo largo del siglo XIX en el gordo
bonachón que conocemos, incluido su trineo tirado por renos. No es hasta los
años 30 del siglo XX que Coca-Cola se encarga de popularizar la vestimenta roja
y blanca y bajarlos a los supermercados en una campaña publicitaria. Al mismo
tiempo amichelina un poco más la figura del benefactor gordo y lo dota de un
rostro pícaro, a la vez que bonachón.
Desde
América, la leyenda de Santa Claus salta a las Islas Británicas y a los propios
Países Bajos, donde compite con el San Nicolás original.
La
tradición actual sitúa la vivienda de Santa Claus en el Polo Norte. Allí tiene
su taller, donde elfos, enanos o pitufos fabrican los juguetes que repartirá la
noche del 24 al 25 de diciembre. Desde allí vigila el comportamiento de los
niños y a aquellos que no se han portado bien les manda a Carbonilla que deja
carbón en el calcetín de los revoltosos. Por si se encuentran con una noche
tormentosa, el reno que va a la cabeza del rebaño posee una bombilla en la
nariz, que le sirve para iluminar el camino.
Papá Noël
Al
atravesar el Canal de la Mancha, Santa Claus se asienta en Francia. Los gabachos la integran a su Bonhomme Noël y, chauvinistas ellos, lo renombran como Père Noël. La nueva versión emigra a Italia, lugar del que partió (Babbo
Natale), Portugal (Pai Natal), Turquía (Noel Baba)… Salvo el nombre, nada o
casi nada cambia respecto a Santa Claus; quizá se asocia más Papá Noël a
escalar los balcones y a Santa Claus los renos y el trineo.
El Tió de Nadal
Entre
las celebraciones puramente paganas, destaca y me gusta el Tió de Nadal
catalán. Es simplemente un pedazo tronco que se sitúa junto a la chimenea. Los
días previos a Navidad, los niños de la casa se encargan de sobrealimentarlo a
base de chucherías y turrones con la intención de que coma mucho y, llegado el
momento, cague para toda la familia. La tarde de Navidad, después de la comida
familiar, “es fa cagar el tió”. Los
niños se agencian un, dan unas vueltas por los pasillos (mientras, los adultos
se encargan de cubrirlo con una manta y meter debajo los regalos y las
chucherías) y se acercan al Tió al que golpean con la estaca mientras cantan:
¡¡¡Caga Tió, Tió de Nadal, no caguis arengades,
que son salades, caga torrons, que son més bons!!!
La
cuestión es que se está imponiendo la moda americana en detrimento de nuestra
propia tradición. Entiendo a quienes se aferran a las dos opciones y dan a los
niños unos regalos en Navidad y otros en Reyes. Lo que no comparto es que se
cambien las tradiciones poniendo como excusa que los Reyes son de inspiración
cristiana: Santa Claus y Papá Noël también lo son. Y si los Reyes Magos son un
cuento, es más verosímil que unos sabios orientales viajasen en camello
siguiendo una estrella (las estrellas se “mueven” de este a oeste), que un
gordo simpaticón cabalgue por el espacio en un trineo tirado por renos, a uno
de los cuales se le enciende la nariz tal que fuera una bombilla.
En todo caso que cada cual celebre lo que crea conveniente.
Yo soy de los Reyes Magos y, en su defecto, del Tió.
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