El hábito, ¿hace al monje?
Los
primeros cristianos, en su afán de imitar a Jesucristo, utilizaban a menudo una
vestimenta sencilla que se componía de túnica, manto y capa. Prevalecía el
color negro. A medida que se fueron creando grupos religiosos dedicados más al
rezo y a la predicación (bien espiritual) que a hacer que sus correligionarios
lograsen un mejor nivel de vida (bien material), tomaron el hábito de vestir
hábito para ser reconocidos a simple vista. Los colores elegidos siguieron
siendo negros y oscuros. En el siglo VI, la regla de San Benito estableció que
el hábito debía constar de las siguientes partes:
-
Túnica o hábito propiamente dicho,
que era una vestidura de lana.
-
Escapulario, que era una cobertura
para los hombres y pendía por delante y por detrás de los mismos.
-
Cíngulo o correa para sujetar la
túnica a la cintura
-
Cogulla, túnica de mangas anchas y
capucha que se echaba sobre el resto del hábito en fechas señaladas.
El
hábito continuó siendo negro hasta el siglo XII, época en la que los
cistercienses adoptaron el color blanco para sus sacerdotes y coristas
(coristas de coro, no ser malpensados). Y de ahí en adelante, cada concilio ha
establecido su norma particular sobre cómo debían vestir los religiosos. Los
pecadores también fueron obligados a vestir hábitos de penitencia con
diferentes colgajos y colores según el pecado que se expiaba; como fueron
establecidos por la regla de San Benito, han llegado hasta nosotros con el
nombre de “sanbenito”. Y como los mortales siempre hemos buscado enchufes que
solucionen nuestros problemas, también se hemos utilizado los hábitos para
sobornar a Dios y que nos saque de apuros. Y ahí el que se lleva la palma es el
Señor de los Milagros.
Fue
la Madre Antonia del Espíritu Santo la que inició la devoción al Cristo.
Antonia, presionada por su madre, se casó con un tal Quintanilla a la edad de
20 años, pero debido a su apego al Cristo se mantuvo casta y pura hasta que
éste (el marido) la palmó. Entonces se dedicó en cuerpo y alma a propagar su
devoción por el Señor, en base a los milagros que hacía. Sus penitentes
vistieron hábitos de color morado, llevando las mujeres un cíngulo blanco con
cinco nudos, y los hombres una cuerda o escapulario también blanco. El color
morado deriva del color de la túnica en que envolvieron a Jesús de Nazaret
después de la flagelación; los cinco nudos simbolizan las cinco llagas de su
cuerpo; no tengo ni idea de qué significa el blanco. Y este es el formato que
ha predominado entre la gente normal (de “a pie” se llama ahora) cuando de
conseguir el favor de Dios se trata.
Después
de que el virus de la polio vinieras a visitarme y me eligiese como residencia
perpetua, tardé casi un año en volver a dar unos pasos. Mi madre quiso echar
una mano a la ciencia y decidió que ambos vestiríamos hábito durante otro año.
Eligió el hábito del Señor de los Milagros. Mi túnica se transformó en camisa
morada y tanto su cíngulo como mi escapulario pasaron a ser dorados. No
recuerdo que ninguno de ellos llevase nudos. Desde luego a mí me gustaba más el
color dorado que se parecía más al uniforme de gala de la Guardia Civil o a los
cordones de los marinos. Estos últimos años en los que he pasado largas
temporadas con mi madre, una vez acababa el programa de Juan y Medio en Canal Sur,
nos pegábamos nuestras buenas charlas. Mi madre echaba mano a sus recuerdos:
- Y cuando llegué a la consulta de Don Antonio
Galdón y abrí la puerta vi que se sonreía al ver que iba de hábito.
Mi
madre era cateta, pero en absoluto tonta.
- ¡Ay, esto es
mentira! –seguía
diciendo-. Si este hombre, que tiene
estudios, no cree en los milagros es que no hay milagros.
Aunque,
por si acaso, cumplimos la manda y seguimos vistiendo hábito durante un año.
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