La undécima
Sigo pensando que
Europa le debe una champions al Atlético de Madrid. Después de lo visto anoche,
al menos champions y media. Esta vez no ha sido un gol en el último
minuto; esta vez ha sido un palo en el último segundo. Vamos, que si el jugador
del Atleti (no digo su nombre porque aquí somos dados a recordar a los héroes
por sus fracasos y no por sus victorias) hubiera apuntado cuatro dedos más a su
derecha, es posible que ahora yo estuviera escribiendo de otra cosa.
El Atlético de Madrid
progresa, pero no adecuadamente; quiero decir que cada final la pierde más
tarde y, siendo infinita la serie de penaltis, no sabemos hasta dónde puede
llegar su infortunio. Con razón le llaman el Pupas. En mi pueblo y alrededores
hace años que hizo furor una frase que define casos como el del equipo
madrileño: “Es más desgraciao qu’el
Pupas, que se cayó de espaldas y se partió el capullo”.
A priori este iba a
ser un partido que vería con una tranquilidad absoluta. Primero porque los
colchoneros se merecían el título; no sólo habían perdido dos copas en el último
suspiro sino que este año se cepillaron a dos de los tres mejores equipos europeos
y dice el refrán (equivocadamente) que no hay dos sin tres. Y segundo porque si
el Real ganaba la undécima, el único problema sería que, a este paso, la
vitrina del Bernabéu se iba a quedar pequeña.
Los primeros
compases del partido no me gustaron; parecía que el Real se iba a llevar de
nuevo el gato al agua, quizás con mayor facilidad que la última vez. Y así lo
confirmó el gol de Ramos, que llego pronto, tal vez demasiado. Le busqué la
parte positiva: Mi tío Manolo, desde allá arriba, se pondría contento; era la
primera Eurocopa del Madrid en su ausencia y en mi corazón lo tomé como un
homenaje a su memoria. Claro que el partido cambió y el Atleti tomó el mando;
vamos, tomó el mando, dominó el partido, controló la pelota e hizo el juego que
se suponía correspondía al Real; con hora y pico por delante era de prever que
daría la vuelta al partido. Volví a acordarme del tito Manolo; murió el año de
la décima, justo dos meses y un día después de la final. También le busqué la
parte positiva: sería esa décima Copa de Europa la que le sirviera de homenaje.
Luego vino el gol,
la prórroga y los penaltis que agrandaron aún más la leyenda del Pupas. Tito
Manolo descansa contento, si bien estoy seguro que se hubiera tomado con deportividad,
no exenta de alegría, una victoria del eterno rival.
Reflexión: Si a un delantero le muestran tarjeta
amarilla por simular (o no) penalti, ¿por qué a Pepe y otros actores dramáticos no le
enseñan la roja por simular agresión de un contrario?
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