Dos deseos
Hoy mi madre hubiera cumplido 92 años. Hoy o ayer, porque la
familia nunca se puso de acuerdo; mi abuela, que fue quien la parió, siempre
dijo que amaneció nacida el 30 de abril; mi tío Enrique, que de voz y oído
andaba gravemente falto, pero que de memoria hilaba muy fino, afirmaba que
nació en la noche del 29. No nos vale la partida de nacimiento, ya que, cuando
mi madre nació, su abuelo se debatía entre la vida y la muerte (con la que
acabó yéndose) y no la inscribieron en el registro hasta el 13 de mayo. Para
aclarar las cosas, mi padre afirmaba que mi madre nació en martes y
la apuntaron el 13, y, si no he calculado mal, martes fue el 29 de abril. Sea
como fuere, nosotros celebramos la efemérides el día 30.
En una vida tan dilatada da tiempo a hacer muchas cosas; y a
echar en falta otras muchas que no se llegaron a hacer. Mi madre sólo confesaba
dos deseos incumplidos.
Durante los últimos 30 años, cada vez que llegaba su
cumpleaños, recordaba que mi abuela superó los 93, y cada año manteníamos la
misma conversación:
- ¿Cuántos años he
cumplido ya?
- Ochenta y cinco,
mamá.
- Todavía me faltan
ocho para alcanzar a mi madre. Pero... ¿es que yo voy a llegar?
No llegó; apenas le faltaron dos.
Hecha para andar por las calles empedradas de Huarea, su
calzado favorito eran las alpargatas. Seguramente tendría unos zapatos
reservados para el día de la Virgen o por si alguna tarde iban a bailar a la
era, pero sus tiempos no eran tiempos para presumir, eran tiempos para trabajar
y los zapatos no son aptos ni para el secano ni para el regadío. Cuando se
situó y los niños crecieron y acabaron el colegio, los juanetes y los callos
tampoco la dejaron disfrutar de un buen par de zapatos por cómodos que fuesen;
fueron las babuchas su calzado habitual, en ocasiones incluso con un agujero que diera espacio al juanete.
A veces nos metíamos con ella:
- Mamá, a ver si te
compras unos zapatos y tiras esos andrajos.
- Me compraré unos
para la boda de Diego (u otro cualquiera de sus nietos).
Pero sus nietos no han estado (hasta ahora) por la labor, por lo que tampoco pudo cumplir este deseo. Ni puñetera falta que le hacía, pero cuando
llegan estas fechas ni puedo evitar recordarlo.
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