sábado, agosto 27, 2016

La báscula de baño

Odio el verano. Hubo un tiempo en que no era así: el verano era la estación de las vacaciones, la cerveza fresquita, los helados de chocolate, los días largos y luminosos, la playa, las mujeres ligeritas de ropa… Ya no es igual. Me da lo mismo un día laborable que otro festivo o de vacaciones, el médico me ha congelado la cerveza (en cantidad) y me ha prohibido los helados, la luminosidad me entorpece la visión y el sol me irrita la piel, la playa no es más que un montón de arena y niños jugando a la pelota y las mujeres… las mujeres, a estas alturas, me da igual que se bañen con burkini o con sinkini. Total que del verano no quedan más que los cuerpos sudorosos, y las moscas de día y los mosquitos de noche.

Para colmo el verano empieza en el mes de abril; es para esa época en que las mujeres (la propia) se dan cuenta de que tienen michelines:
- ¡Uy! No sé si me vendrá bien la faldita que me compré el año pasado. Se ve que me ha cambiado el metabolismo y toda la grasa se me pone aquí; tendré que hacer régimen.
¡Coño, lo que has de hacer es comer menos durante el invierno que, al fin y al cabo, nosotros no hibernamos!
En casa tenemos una báscula de baño de las que hablan y soporto bastante mal las conversaciones que Quiosquera se lleva con ella.
- Su peso es… sesenta… y… cuatro con ocho… kilograms.
- ¡Vaya, 100 gramos más!
- Muuuuuu –digo yo desde el otro lado de la casa-.
- Ríete de quien yo sé.

La báscula de Camp Davis es menos sofisticada y no habla pero, como todo aparato que se precie, lleva pilas. Como suele suceder de vez en cuando, este año nos recibió con las susodichas agotadas.
- Quiosquero, la báscula no va. Habrá que cambiarle la pila.
- Mira a ver cómo es.
- Plana… de reloj.
- CR 2032.
- Anda, ¿Cómo lo sabes?
- Porque he sido relojero antes que fraile.
Compramos la pila en el supermercado y se la coloqué al aparato. Quiosquera no pudo esperar más y fue corriendo a controlar el peso.
- ¡AHHH! ¿QUÉ LE HAS HECHO A ESTO?
- Nada.
- Dice que peso 136…
- Libras.
- ¿Quieres que me dé un infarto o qué?

La verdad es que cuando vi el interruptor que cambiaba entre kilos y libras no me pude resistir. Son estas cosillas las que ayudan a soportar el verano.

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