La báscula de baño
Odio
el verano. Hubo un tiempo en que no era así: el verano era la estación de las
vacaciones, la cerveza fresquita, los helados de chocolate, los días largos y
luminosos, la playa, las mujeres ligeritas de ropa… Ya no es igual. Me da lo
mismo un día laborable que otro festivo o de vacaciones, el médico me ha
congelado la cerveza (en cantidad) y me ha prohibido los helados, la luminosidad
me entorpece la visión y el sol me irrita la piel, la playa no es más que un
montón de arena y niños jugando a la pelota y las mujeres… las mujeres, a estas
alturas, me da igual que se bañen con burkini
o con sinkini. Total que del verano
no quedan más que los cuerpos sudorosos, y las moscas de día y los mosquitos de
noche.
Para
colmo el verano empieza en el mes de abril; es para esa época en que las
mujeres (la propia) se dan cuenta de que tienen michelines:
- ¡Uy! No sé si me
vendrá bien la faldita que me compré el año pasado. Se ve que me ha cambiado el
metabolismo y toda la grasa se me pone aquí; tendré que hacer régimen.
¡Coño,
lo que has de hacer es comer menos durante el invierno que, al fin y al cabo,
nosotros no hibernamos!
En
casa tenemos una báscula de baño de las que hablan y soporto bastante mal las
conversaciones que Quiosquera se lleva con ella.
- Su peso es… sesenta…
y… cuatro con ocho… kilograms.
- ¡Vaya, 100 gramos
más!
- Muuuuuu –digo yo
desde el otro lado de la casa-.
- Ríete de quien yo
sé.
La
báscula de Camp Davis es menos sofisticada y no habla pero, como todo aparato
que se precie, lleva pilas. Como suele suceder de vez en cuando, este año nos
recibió con las susodichas agotadas.
- Quiosquero, la
báscula no va. Habrá que cambiarle la pila.
- Mira a ver cómo es.
- Plana… de reloj.
- CR 2032.
- Anda, ¿Cómo lo
sabes?
- Porque he sido
relojero antes que fraile.
Compramos
la pila en el supermercado y se la coloqué al aparato. Quiosquera no pudo
esperar más y fue corriendo a controlar el peso.
- ¡AHHH! ¿QUÉ LE HAS
HECHO A ESTO?
- Nada.
- Dice que peso 136…
- Libras.
- ¿Quieres que me dé
un infarto o qué?
La
verdad es que cuando vi el interruptor que cambiaba entre kilos y libras no me
pude resistir. Son estas cosillas las que ayudan a soportar el verano.
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