De profesión informático
La primera vez que oí hablar de ordenadores tenía casi 20 años. Hasta entonces mis máquinas de calcular habían evolucionado desde las tablas de multiplicar hasta la regla de cálculo, pasando por un modelo en miniatura de la máquina de Leibtniz y las tablas de logaritmos de Vázquez Queipo. Nunca dominé el cálculo mental. He necesitado siempre de papel, lápiz y paciencia.
Mi padre si era un cerebro. Todavía me parece verlo con el lápiz en la mano delante de una columna enorme de números, la gota de sudor en la punta de la nariz y el cigarrillo, caldo gallina, a medio consumir en la comisura de los labios. Y sumando a una velocidad, para mí, de vértigo. Sólo utilizaba la maquinilla de Leibtniz para multiplicar. A mí me encantaba que, en tales circunstancias, me pidiese ayuda. Colocaba a mi izquierda la libreta con la lista de agricultores y los kilos de género entregados y, a la derecha, la maquinilla.
Precio del kilo de tomates: 2,15. ¡Raaas, raaas, raaas! Lo marcaba con las varillas frontales del aparato. Ya estaba preparado para atacar la lista de agricultores.
Fulanito de tal: 273 kilos. ¡Chas, chas, chas! ¡Cloc! ¡ Chas, chas, chas, chas, chas, chas, chas! ¡Cloc! ¡ Chas, chas! Total: 586,95 pts. Y lo apuntaba en la libreta.
Mi primo Juanito, además de ser maestro nacional, se ganaba la vida como podía. En una ocasión le ofreció a mi padre una calculadora eléctrica y ¡cómo iba a negarse a su sobrino! Le compró una maravilla de aquellas y nos reunió a toda la familia para enseñarlos cómo adelantaban los tiempos. Cogió una de sus sumas kilométricas y se puso a teclear cantidades. Cuando acabó, hizo la suma a mano y contrastó los resultados. Coincidían.
- Funciona –dijo-
Y la aparcó en una mesita auxiliar de su despacho junto a la máquina de escribir. No volvió a utilizarla. Era más rápido sumando a mano.
Lo de mi afición a la informática vino más tarde. De hecho, Quiosquera, que trabajaba en una empresa de servicios informáticos, llevaba tiempo hablándome de las excelencias de la profesión y del futuro que tenía. Pero yo seguía con lo mío. Hasta que descubrí que lo mío no era lo mío. Fue un lunes del mes de octubre de 9 a 10 de la mañana en clase de Álgebra y Topología. El catedrático nos demostró sobre la pizarra que un determinado entorno era abierto y no cerrado. Me lo creí. Se quedó mirando los garabatos del encerado, los borró y nos volvió a demostrar que4 el entorno era cerrado y no abierto. También me lo creí.
Por cortesía aguanté hasta que acabó la clase y me metí en el cine Petit Pelayo para ver la sesión matutina. Anónimo veneciano. Salí como la trama de la película. Con la moral bajo agua. Compré la Hoja del Lunes y me senté a leerla en la Plaza de Cataluña. Al pasar la hoja vi un anuncio. ¿Quiere ser programador de ordenadores?
- SÍ –me dije-.
Unos meses más tarde entraba como Operador-Progamador en una empresa de cerámica.
4 comentarios:
Que gracia, no sabía que se llamaba máquina de Leibnitz. Mi padre tenía una y me encantaba ver como hacía girar la manivela y como cambiaban los números, aunque nunca aprendí muy bien como funcionaba. Creo que todavía la tiene en la casa del pueblo.
Gracias por recordarme el Raca,raca klonkc de mi infancia.
Alvarillo:
Me parece que quiosquero y tú tenéis tantas cosas en común, que estais "condenados" a conoceros; así que id pensando cómo, pero vamos a tener que proponer un encuentro con los habituales de nuestros respectivos blogs. Hace unos días, en Barcelona, dalr conoció a un pequeño grupo de ellos. Por lo que nos contó, fue muy agradable compartir una comida y una charla distendida frente al mar. A ver si nos vamos animando y montamos una con más gente que se quiera añadir puesto que hoy las distancias no son insalvables. (Bueno, estoy pensando que nos escriben personas de otros continentes y eso ya posiblemente fuera más complicado pero dentro de la península... creo que habrá que madurar la idea ¿no te parece?
Un saludo de tu colegui "funci".
Me parece una idea estupenda, quiosquera. Ahora andamos un poco liados pero me encantaría, puede que para San José o para Pascua que hay más días, pero si que estaría bien organizar un encuentro allí, aquí o a mitad de camino. Lo hablaremos.
Un saludo colegui "funci".
alvarhillo, Leibnitz fue el que inventó ese tipo de calculadora pero en mamotreto. Las que tenía mi padre (una la conservo yo) no tengo ni idea de cual es su nombre real.
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