Engañar a Dios
Leo en la prensa: “El Vaticano sopesa la posibilidad de permitir el uso del condón como un bien social en la lucha contra el sida”.
Soy cristiano católico porque así me educaron. Si hubiese nacido en Marruecos sería musulmán y de haberlo hecho en la India sería hindú. Y en todos los casos intentaría cumplir los preceptos que, para mí, fuesen básicos.
Entiendo que todas las religiones supusieron un paso adelante en un determinado tiempo y lugar pero con el paso de los años no supieron adaptarse a los nuevos tiempos. Todo lo contrario. Al relajarse las formas, los puritanos endurecieron los preceptos. No es problema del “libro santo” de cualquier religión sino de su interpretación posterior. Los males no derivan del Corán, derivan de la Sunna. No vienen de la Torá sino del Talmud. No son tan descabellados los Evangelios sino los dogmas y misterios. Es decir, las zancadillas teológicas han sido añadidas posteriormente.
Es cierto que, con la perspectiva del siglo XXI, cualquier religión aparece totalmente obsoleta y seguramente lo está, dado que su adaptación ha sido la de dar un paso adelante y dos hacia atrás.
En religión de 5º curso estudiábamos Moral Católica y el profesor nos instaba a resolver problemas bajo la perspectiva del dogma y los Evangelios. Precisamente era el 6º mandamiento el que avivaba las polémicas. Llegué a entender que el Vaticano no admitiese la píldora en cuanto que era un medicamento cuya ausencia de nocividad aún no estaba probada. No entendí, sin embargo, la pecaminosidad del condón. El cura nos había explicado que el acto sexual cumplía una doble función: la procreación y la satisfacción de la líbido. Pero daba la sensación que a los católicos sólo se nos permitía lo primero. Luego habló del método de Ogino que, por entonces, yo interpreté como echar un kiki a ojo. Cuando, durante la tertulia posterior, defendí el uso del condón frente al método Ogino, basándome en que ambos pretendían lo mismo, estuvo a punto de echarme de clase por hereje. Claro que yo había afirmado que el que utiliza condón va a pecho descubierto mientras que los seguidores de Ogino pretendían nada menos que engañar a Dios.
Algo similar observé entre los judíos en mi visita a Jerusalén. Coincidieron aquel año la Pascua Católica y la Pascua Judía. Mientras visitábamos Mea Shearim, barrio en el que viven mayoritariamente los judíos ortodoxos, observamos hogueras en medio de la calle donde los israelitas de los tirabuzones iban quemando libros, revistas y otros papelazos. El guía nos explicó de qué iba aquello:
- Durante la Pascua, ningún judío puede tener en su casa objetos impuros y por eso los queman.
- ¿Qué pasa –preguntó el listillo de turno- si tienen un cuadro de gran valor con una tía desnuda?
- El judío tiene soluciones para todo. En ese caso, venden el cuadro, bajo contrato, a un amigo musulmán. Una de las cláusulas del contrato dice que el musulmán no puede vender el cuadro durante la Pascua y otra que el musulmán venderá el cuadro al judío por el mismo precio de compra una vez finalizada la fiesta.
Engañar a Dios.
De aprobarse el uso del condón como bien social me asalta una duda. ¿Indultarán a los malditos que arden en el fuego eterno del infierno por haber usado el condón antes de que se declarase legal?
3 comentarios:
Pues no sé yo si, una vez hayan visto el infierno, quieran dejar la bacanal para subir al insulso cielo. Seguramente allí se habrán encontrado con los que arden eternamente por haber negado el uso del preservativo a millones de personas condenándolas a morir a causa del SIDA, por ejemplo.
Me hace mucha gracia la virulencia con la que se han tratado históricamente los "pecados de la carne" mientras se aceptaban atenuantes a otros mandamientos como en el caso de justificar la pena de muerte. Y es que, ¿qué se puede esperar de un hombre que pretende hablar por boca del mimso Dios al que intenta engañar..?
¡Hereje! ¡Excomunión, excomunión!
Recuerdo a un abuelo que siempre decía, ¿el cielo?, allí solo hay viejas y niños. Yo prefiero el infierno que seguro que está lleno de coristas.
También recuerdo en la novela "el hermano bastardo de Dios" de Jose Luis Coll un capítulo en el que un cura quería dar la extremaunción a un viejo y este le decía que el lo que quería era irse a su casa. El cura le replicaba, "pero hijo mío, el cielo..." a lo que el anciano respondía" quiá padre, en el cielo se estará muy bién, pero como en casa de uno...
Un saludo.
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