viernes, octubre 13, 2006

Embarazo psicológico

Este verano, como todos los veranos, he estado en mi pueblo. Mi pueblo ya no es lo que era. En mis tiempos, los adultos eran, en su mayoría, destripaterrones semianalfabetos y zopencos. Los críos éramos unos cafres que nos dedicábamos a apedrear perros durante el día y gatos al anochecer y nuestro deporte favorito consistía en buscar un chinorro con buena forma, ponerlo en la badana del tirachinas e ir reventando una a una las 10 o 15 bombillas de 25 watios que formaban el alumbrado público. Y a fe que acertábamos. Pero a finales de los 50 y principios de los 60, los palurdos decidieron acercar sus hijos a la cultura y nos fueron internando en colegios de curas y monjas (puntualización: niños con los curas, niñas con las monjas). El alcalde de un pueblo vecino dijo algo así como que “Si los hijos de los pobres estudian ¿quién cultivará las tierras?” (La frase quedó en “Si los hijos de los pobres estudian ¿quién cultivará “nuestras” tierras?”) . Y el alcalde llevaba parte de razón porque aquellos niños no volvieron y hoy andan desperdigados por la mayoría de las regiones españolas, empezando por Galicia y terminando por Canarias. El hueco que dejamos, y ahí erró el alcalde, lo han ocupado agricultores del interior que, de este modo, pudieron acceder a cultivos más rentables y menos pesados que los de secano.

Ahora, cuando voy a mi pueblo, apenas conozco a su gente pero sigo yendo porque me gusta echar un rato de cháchara con Isabelica la Pelá, Juan España, Chona la Bizca, Manrique el Feo, Lola la de Mamanegra o Mariquilla la Gitana y, por supuesto, abrazar a la poca familia que aún me queda por allí. A mis amigos de siempre, los de la banda del tirachinas, no los veo casi nunca porque o van poco por el pueblo o no coincidimos. Este verano ha sido diferente. Después de 25 o 30 años me he encontrado con mi amigo Juanillo el Vinagre y, por analogía y deformación profesional, me he acordado de Raquel Mosquera.

Cuando Raquel Mosquera ocupaba las portadas de la prensa rosa a causa de su embarazo, mis marujillas hacían sus comentarios a pie de quiosco:
- ¿El niño será negro o blanco?
- Mujer, es cuento ¿Cómo va a quedar embaraza a su edad? Eso será que van a adoptar un niño y se han inventado el embarazo.
- No, que yo he visto fotos y ya tiene barriga.
- Porque se meterá trapos.
- No, no. Iba en bikini.
- Entonces es un embarazo psicológico.

¡Palabras mágicas! Para embarazo psicológico el de mi amigo Vinagre.

Corría el año 68 y habíamos montado un equipo de fútbol. En un pueblo tan pequeño era difícil juntar 11 jugadores pero recurríamos a las viejas glorias y a la cantera y nos enfrentábamos a los pueblos vecinos. Justo el día de San Juan tuvimos partido a domicilio. En el descanso dominábamos 2-3 pero el baño que nos dieron en la segunda parte fue mayúsculo. Mi amigo jugaba de defensa derecho y la mayoría de los goles que encajamos vinieron por su banda. Aquella noche Juan se llevó la novia y entonces entendimos por qué había estado tan flojo.

Lo de llevarse la novia es tema que se merece un estudio en profundidad. Me limitaré a decir aquí que en mi pueblo y alrededores sólo se casaban con boda los estudiados y aquellos a los que les gustaba aparentar. Los demás se llevaban la novia. Una noche cualquiera, normalmente festiva, los novios se ponían de acuerdo y se refugiaban en casa de los padres de él o alquilaban una habitación en la pensión de la Cantuda y durante dos o tres días no se les veía el pelo. Después, cuando las circunstancias fueran propicias, acudían a misa de alba y se echaban las bendiciones. Con la unión legalizada un hombre podía dejar a su mujer; eran cosas que pasaban. Pero nadie osaría jamás dejar una mujer antes de santificar el matrimonio. Sería un canalla.

Como suele suceder a toda mujer que duerme sin bragas, la mujer de mi amigo quedó embaraza. Hasta entonces, en el pueblo disponíamos de Celedonia, mujer ya mayor que lo mismo blanqueaba una casa, te acarreaba un cántaro de agua de la fuente o actuaba de comadrona. Pero, con los nuevos tiempos, las mujeres preferían parir en un hospital.

Cuando a la mujer de Juanillo le llegaron los días del parto, viajó con su marido a la ciudad, de la que volvieron 10 ó 12 días después sin niño y sin barriga. El suceso era la comidilla de los vecinos.
- Eso es que les ha nacido el niño muerto.
- ¿Y qué vergüenza pede ocasionar un niño muerto?
- Habrá parido un fenómeno.

Al fin, Juan dio su explicación.
- Era un embarazo psicológico. No tenía nada.
- ¿Y la barriga?
- Era viento.

La gente fue olvidando el acontecimiento. Bueno, todos no. Andresillo el Huyo, mozo con un gran sentido del humor y una tremenda mala leche, un día que vio pasar a Juanillo el Vinagre lo llamó a grito pelado.
- ¡Juan-le dijo-, préstame la polla que voy a inflar la bicicleta!

4 comentarios:

A las 14/10/06 16:09 , Anonymous Anónimo ha dicho...

interesante esa costumbre que relatas de "llevar la novia". Eso también acontecia por aqui, hace mucho años atrás, en el interior. Lo que pasa es que las familias no tenian plata pa realizar las fiestas que las bodas necesitaban. entonces se creo esa costumbre de llevar la novia, num rapto consentido. Despues sí, se hacia el casamiento. Sin fiestas, que novia robada no era "digna" de fiestas.
Abrazos desde san pablo, brasil

 
A las 15/10/06 08:01 , Blogger Quiosquero ha dicho...

Gracias maray.
Ya ves que, en el fondo, todos los pueblos somos iguales y tenemos costumbres parecidas.
Unb abrazo.

 
A las 18/10/06 11:57 , Blogger dalr ha dicho...

Me ha llamado la atención lo del "fenómeno". Hacía tiempo que no lo oía en esa acepción. Y lo genial es que la RAE lo recoge en el diccionario precisamente ocn ese significado. Cada día que pasa admiro más el buen hablar de las gentes de tu pueblo, por bestias que sean algunos.

 
A las 18/10/06 16:41 , Blogger Quiosquero ha dicho...

Ye te he comentado muchas veces que mis queridos zopencos tienen un buen vocabulario aunque, a veces, sea difícil dar con la palabra en el diccionario.

 

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