miércoles, enero 12, 2011

Estoy hecho un chaval

Vuelvo a mi vieja costumbre de escuchar la radio por la mañana; sólo un poquito puesto que el oficio de jubilado me ocupa las 24 horas del día y apenas me queda tiempo libre. Esta mañana he sido oyente de una entrevista que le hacían en la Ser al vicepresidente primero, ministro del interior y portavoz del gobierno, D. Alfredo Pérez Rubalcaba. Aunque parezca mentira, el tema principal no era la enésima tregua “indefinida” o “permanente” anunciada por ETA (que también se ha hablado de ella), sino la edad de jubilación.
Entresaco alguna de las ideas que me ha parecido escuchar de labios del ministro y añado algunas otras que se han formulado en los últimos tiempos:
· La última reforma seria sobre pensiones la hizo el Partido Socialista Obrero Español en 1985 y ha funcionado a la perfección durante 25 años.
· La esperanza de vida de los españoles ha aumentado en 10 años, lo que implica que si un jubilado cobraba antes su pensión durante 10 años, ahora la cobra durante 20.
· La demografía indica que el actual sistema de pensiones quebrará en 2030.
· Hemos de empezar a tomar medidas para que los jubilados futuros puedan obtener su pensión y ello pasa inexorablemente por retrasar la edad de jubilación y aumentar el número de años cotizados necesarios para cobrar el 100%.
· Este retraso se llevará a cabo progresivamente y se establece en 67 años como ya han hecho Francia y Alemania (lo juro).
· Se necesitará haber cotizado durante 41 años para cobrar el total de la base calculada a partir de los últimos 25 años trabajados.
· Habrá flexibilidad a la hora de conceder las jubilaciones porque, según la profesión que se ejerza, hay personas que llegan a esa edad “más trabajadas” (sic) que otras. Se dificultarán las jubilaciones anticipadas de trabajadores con 52 ó 54 años.
· Superados los 41 años de cotización se podrá anticipar la jubilación perdiendo, por supuesto, un determinado porcentaje de la base calculada.
· No es cierto que los jubilados actuales vayan a perder poder adquisitivo.

¡Vaya, me ha faltado una proposición para decir que he formulado un Decálogo! Bien está así. Entre las nueve ideas hay verdades como puños y falacias impropias de una persona con el poder que acumula el señor Pérez Rubalcaba, cuya candidatura (de izquierdas) recibió el voto de más de 10 millones de españoles.

No tengo datos para rebatir que la esperanza de vida haya aumentado en 10 años durante los últimos 25; ni tan siquiera estoy seguro de que el señor ministro lo haya dicho. Lo he deducido yo solito basándome en la colocación de esa afirmación dentro del texto y el contexto de la entrevista.
El primero de los puntos enumerados ya encierra una verdad y una falacia. Es verdad que el actual sistema de pensiones data de 1985 con el PSOE en poder pero es mentira que haya funcionado durante 25 años. Cuando en el cara a cara de la campaña electoral del 92 entre D. Felipe González y D. José María Aznar, el entonces presidente del gobierno acusó al candidato de que iba a rebajar las pensiones, pensé que se había puesto en manos de su contrincante dado que, por entonces, los únicos que habían puesto en duda la viabilidad del sistema de pensiones y señalaban 2015 como fecha de quiebra, habían sido los ministros socialistas de Trabajo y Hacienda. El señor Aznar, supongo que porque no se esperaba semejante cara dura, picó y se descolgó preguntándose cómo iba él a bajarle la pensión a su anciano padre; perdió las elecciones. Cuatro años después accedió a la presidencia y, sea por suerte, sea porque lo hiciera bien, 2015 dejó de ser una fecha tabú y se afirmó, sin que nadie lo desmintiera, que las pensiones quedaban aseguradas hasta 2025.

Ha sido necesario que volviese a la cartera de Hacienda Pedro Solbes, uno de los ministros que pronosticaron la incapacidad del estado para hacer frente a las pensiones a partir de 2015, para que nuevamente se vuelva a hablar de dificultades aunque éstas se hayan desplazado a 2030. Seguramente Solbes y Pérez Rubalcaba tienen razón y para esa fecha, con el sistema actual de pensiones no se podrá pagar a tanta gente, pero disponen de 20 años para pensar y ver de dónde han de sacar el dinero necesario. Les pagamos para eso. Lo fácil es lo que pretenden hacer: retrasar la edad de jubilación y reformar el sistema para que a cada uno de los que tengan derecho a cobrar haya que pagarles menos y durante menos tiempo. El que la esperanza de vida se haya incrementado no implica que la capacidad de trabajo no se siga deteriorando al mismo ritmo que antes. Mis dos abuelos pueden ser un ejemplo de cómo se llega a los 65 años. Ambos vivieron 89 años pero, mientras mi abuelo materno no podía levantarse de su mecedora desde antes de cumplir los 65, mi abuelo paterno estaba hecho un chaval y era capaz de desplazarse de forma autónoma y hasta andar tres o cuatro kilómetros. Pero si uno no era apto para el trabajo porque no era capaz de mantenerse en pie, el otro tampoco era apto porque a esa edad no podía doblar la raspa. Y los actuales jóvenes de 65 años estarán lustrosos (porque se lavan más y les da menos el sol) y aparentarán una salud a prueba de bomba aunque hayan de mantenerla a golpe de pastillas, pero el desgaste de sus huesos es similar al de mis abuelos y la pérdida de neuronas puede que sea mayor ya que hoy se utilizan más (las neuronas) y, por tanto, tienen un desgaste mayor. O eso es lo que atestiguan los empresarios españoles, que están seguros de que los empleados se vuelven lelos a partir de los 40 ó 45 años, tal como puede comprobarse en las EPC.
Ahí es donde radica el golpe maestro. Lo de menos son los dos años de jubilación que se ahorra el gobierno (digo bien, el gobierno, porque el estado, que somos todos, no ahorra nada ya que de alguna manera tendrá que mantener al viejo, aunque la solución final, y a la que se tiende, sea que cada uno mantenga a sus viejos), lo importante es que el jubilando llevará 10 años en el paro y lo más probable es que no le toque jubilación y, en el caso de que le toque, esta alcanzará límites irrisorios. No se puede entender de otro modo puesto que sería absurdo que un país con más de cuatro millones de parados aumente los años de trabajo sabiendo que más gente irá al paro ya sea porque despidan a los viejos por bajo rendimiento, ya sea porque no se liberan puestos de trabajo para las nuevas hornadas.

Entiendo que los economistas no vean otra solución. Ellos saben de números (bueno, ni eso; son de letras) y pueden deducir que cuanto menos se pague más tiempo durarán los caudales. Pero a los políticos les pagamos para que piensen y encuentren soluciones imaginativas. Nos contestan diciendo que los jubilados no van a perder poder adquisitivo. Bien pensado, llevan razón: los pensionistas no van a perder poder adquisitivo, ya lo han perdido. O si no, que me expliquen la ecuación: el IPC de 2010 se establece en torno al 1,65%, desde julio todos los productos cuestan un 2% más, los jubilados tiene congelada la pensión… luego, incremento de x=0. Este teorema no lo mejora ni Pitágoras.

En fin me he enrollado demasiado y no quiero acabar sin dar una idea al gobierno, una idea que me tiene absorto desde el día en que, siendo bastante jovencito, vi una película que me causó honda impresión. Ante un exceso de población mundial, los gobiernos habían determinado que a los jubilados no se les suministrasen medicamentos curativos. Se les podía recetar analgésicos para que nadie sufriera pero era delito atentar contra la vida de virus y bacterias. En pro de una mejor economía, a ninguno de estos gobiernos se le había ocurrido la medida de retrasar la edad de jubilación.
Aunque todavía se puede desarrollar y poner en práctica la ley que propicia Superwaiter:
Todo el mundo tiene el derecho de jubilarse cuando quiera y con un buen sueldo, con la única condición de que tiene cinco años para morirse; en caso de no cumplir este requisito, lo morimos nosotros.

Lo que mas me jode es que, encima, esta faena nos la esté haciendo la izquierda.

Viernes, 14 de enero
El INE ha publicado el IPC del mes de diciembre. El 1,65% que menciono más arriba se ha quedado en el 1,5 pero se refiere al coste de vida subyacente, es decir, el que afecta a los productos que apenas tienen oscilación en el mercado. El IPC interanual ha sido del 3% a repartir equitativamente entre productos de poca oscilación y productos de temporada y energéticos. Esos últimos apenas influyen en la cesta de la compra; al fin y al cabo hablamos de corriente eléctrica, tomates, patatas y productos de huerta varios, todos ellos "considerados gastos superfluos".

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