martes, mayo 25, 2010

De Turón a Santiago (de Compostela, por supuesto)

Turón, en Las Alpujarras, tiene una santo patrón: San Marcos. Albuñol, en Las Alpujarras, tiene dos santos patrones: San Marcos y San Patricio. La imagen de San Patricio apareció en la playa, junto al peñón que ahora lleva su nombre, y fue suplantando la tradición del santoral de Albuñol. Pero donde ha habido, siempre queda, y San Marcos todavía tira mucho porque, además, es milagrero. Y aunque se trate de un mismo santo y dos imágenes distintas, San Marcos el de Turón tiene más tirada que San Marcos el de Albuñol.

Cuenta mi paisano Alfonso Zamora en su libro "Los Mártires de Turón que, cuando se proclamó la república (la segunda o la primera, eso no lo sé), los capitostes de Albuñol quisieron hacer valer la autoridad que les otorgaba ser cabeza de partido judicial y se presentaron en Turón con la intención de llevarse la imagen del santo; lo pusieron en unas angarillas y se lo echaron a hombros. El camino de Albuñol arranca con una cuesta pronunciada (protagonista de muchos de los hechos que cuenta en el libro); a medida que ascendían, los porteadores notaban cómo la imagen se iba haciendo más pesada, circunstancia que achacaron a la pendiente pero, a base de continuos relevos, lograron alcanzar la cumbre. A partir de ahí debió solventarse el problema; no fue así: San Marcos se hizo tan pesado que no fueron capaces de levantarlo. Al final, los emisarios de Albuñol desistieron y dejaron la imagen en medio del camino. Cuatro vecinos de Turón levantaron el santo como si fuese una pluma y, sin ningún contratiempo, lo depositaron en su altar.

Hoy, en este lugar (real o de leyenda) una pequeña ermita recuerda el suceso.

No he visto nunca la imagen de San Marcos pero algún defecto debe de tener ya que de pequeños catábamos una estrofa alusiva:
San Marcos el de Turón
tiene la cabeza rota
de un palo que le pegó
San Pedro en la cocorota.

Esta fama de milagrero de San Marcos ha hecho que, a lo largo de los años, muchos alpujarreños se han encomendado a él para que les resuelva problemas acuciantes y, a cambio, han echado una manda comprometiéndose a hacer esto o lo otro si el santo les concedía la petición.

Paquito el de Pedro se puso malo y, o bien el médico no daba con la enfermedad, o bien los medicamentos no surtían el efecto oportuno. El caso es que Paquito estaba cada día peor y se temía un fatal desenlace. María la de Pedro, su madre (la que Paquito), le echó una manda a San Marcos: si su niño se ponía bueno, lo llevaría en brazos hasta Turón el día que se celebraba la fiesta del santo. Paquito se puso bueno y su madre se aprestó a cumplir la manda pero, un año porque llovía, el otro porque hacía sol, y el otro porque había que sacar las cabras a pastorear, se fue pasando el tiempo y Paquito creció lo suficiente para que su madre no se viera con fuerzas para portear al no ya tan niño a lo largo de 30 km, por más que subiendo barranco arriba y tomando las trochas que, campo a través, utilizaban los aldeanos, el camino hasta Turón no debería sobrepasar los 20 km.


Cuando yo me enteré de la historia, Paquito debía rondar los 30 años y María la de Pedro seguía pesarosa de no haber podido cumplir su manda a San Marcos. Años después, en clase de Moral Católica, D. Salvador Cánovas nos ponía problemas de conciencia que debíamos resolver aplicando sus enseñanzas. Un día me armé de valor y le conté la historia de Paquito el de Pedro; resultó que la solución era muy simple: María debía hablar con el párroco y éste le cambiaría la manda por otro tipo de penitencia. No sé si María la de Pedro habló o no con el párroco, pero siempre me estuvo muy agradecida por haberle quitado ese peso de encima.

A mí me pasó algo parecido; sin manda ni promesa por medio. Se me ocurrió que me gustaría ir a Santiago de Compostela en Año Santo Compostelano y, como a mi padre le gustaba viajar, quedamos en que nos encontraríamos en Madrid y, desde allí, haríamos el viaje a Santiago. Era el año 1982. Resultó que, por motivos de trabajo, sólo podía disponer de unos días por Semana Santa y, cuando quisimos acordar, no encontramos alojamiento para esas fechas ni en Santiago ni alrededores; no se me ocurrió mirar el mapa y comprobar que podríamos habernos alojado en cualquier lugar de Galicia teniendo Santiago a tiro de piedra. La cuestión es que suspendimos el viaje y el próximo Año Santo fue en 1993, época en la que mi padre ya no estaba para peregrinaciones. No fue una promesa incumplida pero me quedó clavada la espina de haber fallado en mi previsión y que mi padre no viese nunca Santiago de Compostela.


No había visitado Galicia hasta 2009 pero hace unos meses vi que 2010 es Año Santo y que no habrá otro hasta 2021, es decir, que se vuelve a repetir la misma historia y como no quiero tropezar dos veces en la misma piedra, menda se va este año a Santiago de Compostela y se va ya, puesto que sospecho que julio no sea el mes más idóneo para hacer la visita. Así que el viernes 29 cojo carretera y manta y Quiosquera y yo nos tomamos un receso de 15 días, semana más, semana menos, y nos vamos de peregrinación. En almamóvil, claro.

2 comentarios:

A las 25/5/10 22:19 , Blogger BANDOLERA ha dicho...

¡Por fin hay destino!!! Felicidades, que lo paséis pipa, y ya nos contarás lo más jugoso de vuestro viaje. y dile a qiosquera que alguna papa sí.... Un abrazo a los dos. PD-Que no se muera nadie,please.

 
A las 11/6/10 10:18 , Blogger BANDOLERA ha dicho...

¿Pero volvéis, o qué??

 

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