miércoles, mayo 12, 2010

Santiago II (de Compostela, por supuesto)

El Pórtico das Praterías son en realidad dos pórticos que forman la entrada sur de la Catedral. Une la Torre del Reloj, cuya fachada principal da a Quintana, con el Claustro. Detalle curioso: la campana que da las horas recibe el nombre de la Berenguela.
Al final de la escalinata (cuesta abajo) está la Fonte dos Cabaliños de Piedra, que no son dos, sino cuatro.
Salimos a la Praza do Obradoiro. He visto muchas fotos de este lado de la fachada de la Catedral de Santiago y, por tanto, tenía una idea bastante clara de lo que me iba a encontrar. La realidad supera con creces a la imaginación; si a un cuadro mediocre se le quita el marco, la pintura pierde la poca gracia que pudiera tener; si a una obra de arte se le añade un marco señorial, lo que resulta es eso, un monumento. No me quedó claro si es la plaza lo que realza la Fachada del Obradoiro o es la fachada la que le da a la plaza ese encanto único que tiene. Y lo que nosotros teníamos era gana de echar una meada; entre que ya hacía unas horas que andábamos por el mundo, el agua que caía mansamente y sin parar, y que a cada paso que dábamos el recalcón hacía bajar los fluidos, la vejiga estaba pidiendo a gritos un vaciado. Giré la vista en derredor con la esperanza de encontrar un barecillo o urinario público. Ni flores.
- Me parece que la meada nos va a salir cara –dije a Quiosquera-.
- ¿Por qué lo dices?
- Porque o meamos en una esquina o tomamos un café en el Hostal de los Reyes Católicos.
Dejamos a un lado el Pazo de Raxoi, sede del ayuntamiento y encaminamos nuestros pasos hasta el hostal. “Parador Nacional de Turismo”, leí en un folleto que había cogido en la recepción de nuestro hotel y me desvié hacia la esquina izquierda donde me pareció vislumbrar la entrada al bar. Era igual. Se entrase por la puerta principal o por la de servicio, tanto el bar como los lavabos lucían estrellados. Nos dirigimos a la barra. El camarero no tenía aspecto de ser el maître precisamente pero su uniforme denotaba que o había clase o había que pagarle la clase para que aprendiera. Pedimos un cortado y un café y Quiosquera se fue a la toilette para dar tiempo a que se enfriara. Cuando volvió yo había acabado mi café.
- ¿Has pagado?
- No –contesté-, primero iré al servicio no se me vaya a helar la meada.
Más o menos. La cuenta subía 4,70€. Le di 5 euros al camarero para que cobrara y me quedé jugueteando con las monedas que había dentro.
- ¿Qué haces? –Quiosquera siempre preocupada por mis actitudes poco refinadas-.
- Estoy buscando algún euro suelto porque me da vergüenza dar sólo 30 cts de propina.
- ¡Serás capaz!
No, no fui capaz. En realidad estaba arrinconando las monedas a un lado del monedero para que no se juntaran con el cambio ya que éste seria con toda seguridad de rancio abolengo.

La próxima vez que visite Santiago entraré a la Catedral por la Praza de Quintana a la que habré accedido por la Rúa Nova. Cualquier otro camino acaba en escaleras, sobre todo el que conduce a la puerta del Obradoiro a cuya cima llegué echando los bofes. Cierto es que fue ése el camino elegido por mí, que quería entrar en la Catedral admirando el Pórtico de la Gloria. ¡Qué si quieres arroz…! El Pórtico estaba en sesión de belleza y lo pillé con la mascarilla colocada. O sea, que tengo que volver a Santiago. Porque alguna vez he hablado de las desgracias que acaecen a otros cuando los Quiosquero viajamos, pero me he callado que en Roma me encontré en obras la Fontana de Trevi, y en el taller, la estatua de Marco Aurelio que preside el Capitolio; en París fue l’Hotel des Invalides el que nos mostró encharcada la Tumba de Napoleón; en Venecia no estaba visible la estatua ecuestre de Colleoni de Verrochio… Son pequeños percances que se que solventan en una segunda visita y, como 2010 es Año Santo Compostelano, estoy pensando en ganarme el necesario jubileo por mis muchos pecados.
A falta de Pórtico, agarre a Gloria y enfilamos el camino del altar. En la girola, los peregrinos esperaban en fila que llegase su turno. Pensé que se trataba de la entrada a la cripta y nos unimos a la cola. No era la cripta; los peregrinos cristianos parece que no están para reliquias y adoran las estatuas; bendecidas, eso sí. Llegamos a la parte posterior de la imagen, toqué la imagen del apóstol y me fijé en su cara: un poco más viejo pero se notaba que era familia del santo que compramos para mi pueblo; familia del original, no del disfrazado. Por el otro lado de la girola, accedimos a la cripta: estaba vacía de visitantes. Una urna de plata (parece) encierra los restos del patrón; o los restos de Prisciliano; o los restos de ambos. Pero, en cualquier caso, eran huesos abandonados, ignorados por los peregrinos. No me gustó.

No muy lejos de allí estaba Santiago matamoros a lomos de su caballo. Dos en uno. Por un lado, Santiago ataca a los sarracenos; por el otro, Santiago calza su sombrero de peregrino del Camino de Santiago y luce sus conchas de vieira. Una profesora de E.G.B. relataba a sus alumnos la intervención de Santiago en la batalla de Clavijo; al más puro estilo de mi asignatura de F.E.N. Con matices.
- Maestra, ¿eso es verdad?
- Es una leyenda, pero toda leyenda tiene una base verídica.

Salimos por la puerta que da a la Praza da Acibechería y, dejando atrás la Praza Cervantes, nos encaminamos hacia la Universidade. En un pabellón anejo al edificio central, los estudiantes tomaban café mientras repasaban sus apuntes o charlaban animadamente con los compañeros. Me imaginé unos años atrás, uniformado con capa y beca, siendo uno más entre ellos y me sentí mayor. Mi intención había sido tomarme un cafetito mientras recordaba viejos tiempos, pero ni siquiera se lo propuse a Quiosquera.Seguía lloviendo y el impermeable, a la vez que impedía que traspasara el agua hacia dentro, evitaba que saliera la transpiración; llevaba la camisa chorreando. Nos encaminamos al aparcamiento y dijimos adiós a Santiago, no sin antes experimentar una nueva sorpresa: No sé si las máquinas se equivocaron, pero en toda una mañana y parte de la tarde, la estancia apenas sobrepasó los 6€. Lo que pago en Barcelona por 2 horas.

1 comentarios:

A las 13/5/10 22:43 , Blogger BANDOLERA ha dicho...

Quiosquero, te prometo que cuando vaya a Santiago (Sí, sí, lo tengo pendiente, a pesar de las arengas de mi madre), me voy a llevar estos relatos de guía turística. Y me voy a reír un montón, que hasta voy a saber dónde hiciste "la meada". Por cierto, menos mal que no has contado lo del Papa, la Reina Madre, y ya celestiales compañías... con lo de las obras y restauraciones basta. Jejejeje....

 

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