La Reina de Copas
Bajamos hasta la Plaza de María Pita, que es algo así (María) como Agustina de Aragón pero en versión gallega. Es decir, que si Agustina la emprendió a cañonazos contra los gabachos, María Pita, al grito de Quien tenga honra, que me siga, la emprendió a mamporrors con los ingleses de Drake (sir Francis), mató al alférez que dirigía el asalto a las murallas, y los anglocabrones, acojonados, salieron de La Coruña a todo trapo.
La plaza está perfectamente descrita en las guías turísticas, así que me la ahorro. Continuamos por la Iglesia de San Jorge, el Mercado de San Agustín y la Iglesia de San Nicolás para acabar en la Calle Real. Nos pasó desapercibida la Plaza del Humor y, como castigo, me he impuesto la pena de volver a La Coruña para enmendar el olvido.
Mientras paseábamos por la Calle Real, íbamos metiendo las narices en los restaurantes abiertos a ambos lados de la calle. Dada la hora y los menús que se nos ofrecían, la gazuza se hizo dueña de nuestros mondongos y acabamos con una frugal comida a base de marisco y ribeiro.
Por la mañana, camino de la Torre de Hércules, circulamos por la Avenida de Linares Rivas, que yo había atribuido al dramaturgo Manuel. Visto que, en adelante, el Linares Rivas que me fui encontrando en la ciudad era de nombre Aureliano, ya no sé si la avenida se refería al padre, político, o al hijo, literato. En todo caso, para falagar los efectos de la comida, nos fuimos a pasear a los Jardines de Méndez Núñez, empezando en el Teatro Colón para acabar en el monumento a Aureliano Linares Rivas, habiendo dejado atrás el obelisco y los monumentos a Carballo y Concepción Arenal.
Al inicio del parque llamé la atención de Quiosquera:
- ¡Mira ahí! ¡Eso es un quiosco!
Frente a nosotros estaba el Kiosco Alfonso. Un puestecillo a pie de calle, de tropecientos metros de longitud y un par de pisos de alzada; vamos, con un quiosco así ya me pueden echar cartones. Acudí a la guía: lugar donde la vieja burguesía coruñesa tomaba café; hoy, Palacio Municipal de Exposiciones.
En uno de los rincones del jardín, en una pequeña alameda que me recordó el parque de María Luísa, me paré para que Quiosquera me tomase una foto teniendo a mi espalda a una de las mujeres grandes, no sólo de Galicia sino de España entera. Una chica, cámara en ristre, esperaba que nosotros acabásemos la faena. Nos adelantó junto al Monumento a Concepción Arenal y se unió a un grupito de paseantes.
- Papa, la tía del pedestal no es la Reina de Copas.
- A mí ma parecío la Sota Copas pero como la visto sentá he dicho ca lo mejor era la Reina.
- No, es una condesa. Condesa de Pardo Bazán me ha parecido leer.
Doña Emilia, los garrulos también tienen derecho a viajar…
La plaza está perfectamente descrita en las guías turísticas, así que me la ahorro. Continuamos por la Iglesia de San Jorge, el Mercado de San Agustín y la Iglesia de San Nicolás para acabar en la Calle Real. Nos pasó desapercibida la Plaza del Humor y, como castigo, me he impuesto la pena de volver a La Coruña para enmendar el olvido.
Mientras paseábamos por la Calle Real, íbamos metiendo las narices en los restaurantes abiertos a ambos lados de la calle. Dada la hora y los menús que se nos ofrecían, la gazuza se hizo dueña de nuestros mondongos y acabamos con una frugal comida a base de marisco y ribeiro.
Por la mañana, camino de la Torre de Hércules, circulamos por la Avenida de Linares Rivas, que yo había atribuido al dramaturgo Manuel. Visto que, en adelante, el Linares Rivas que me fui encontrando en la ciudad era de nombre Aureliano, ya no sé si la avenida se refería al padre, político, o al hijo, literato. En todo caso, para falagar los efectos de la comida, nos fuimos a pasear a los Jardines de Méndez Núñez, empezando en el Teatro Colón para acabar en el monumento a Aureliano Linares Rivas, habiendo dejado atrás el obelisco y los monumentos a Carballo y Concepción Arenal.
Al inicio del parque llamé la atención de Quiosquera:
- ¡Mira ahí! ¡Eso es un quiosco!
Frente a nosotros estaba el Kiosco Alfonso. Un puestecillo a pie de calle, de tropecientos metros de longitud y un par de pisos de alzada; vamos, con un quiosco así ya me pueden echar cartones. Acudí a la guía: lugar donde la vieja burguesía coruñesa tomaba café; hoy, Palacio Municipal de Exposiciones.
En uno de los rincones del jardín, en una pequeña alameda que me recordó el parque de María Luísa, me paré para que Quiosquera me tomase una foto teniendo a mi espalda a una de las mujeres grandes, no sólo de Galicia sino de España entera. Una chica, cámara en ristre, esperaba que nosotros acabásemos la faena. Nos adelantó junto al Monumento a Concepción Arenal y se unió a un grupito de paseantes.
- Papa, la tía del pedestal no es la Reina de Copas.
- A mí ma parecío la Sota Copas pero como la visto sentá he dicho ca lo mejor era la Reina.
- No, es una condesa. Condesa de Pardo Bazán me ha parecido leer.
Doña Emilia, los garrulos también tienen derecho a viajar…
1 comentarios:
¡¡Ei, que ya he venido!! ¡Jajaja!! Esperaremos nuevas entradas.
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