jueves, mayo 24, 2007

La justicia ¿es un cachondeo?

Fue el ínclito Pedro Pacheco quien acuñó esta frase que ha calado hondo en la sociedad española. El caso que relato a continuación no sólo muestra la veracidad (en ocasiones) de la frase sino cómo el personal también puede cachondearse a costa de la justicia.

Ya presentamos en su momento a la señora María y sus historias verídicas que pueden hacernos pasar una tarde la mar de divertida. En mi opinión, la señora María alcanzó la cumbre de la hilaridad delante de un tribunal de justicia.

Sucedió que, en un frenazo infeliz, su madre se cascó tres costillas. El conductor del autobús le dispensó un trato correctísimo, llegando incluso a redactarle el parte para el seguro. Fueron dos o tres meses de idas y venidas al Hospital de San Pablo hasta que las costillas quedaron en condiciones. Y otro tanto hasta que salió el juicio. Fue breve. La Compañía de Autobuses reconoce su culpa y el juez dictamina: Casi 100.000 pesetas de indemnización.

Mientras esperan a que se les extienda el correspondiente talón, la señora María y su madre se reparten el botín.
- Mira, Mariquilla. Como tú has sido la que me has acompañado siempre al médico, a ti de daré 20.000 pesetas para que te arregles la boca y otras 20.000 para que le pongas el escalestri al niño. Y a tu hermana, probecilla, le daré otras 20.
- Pues sí, mama, me parece bien. Y te queda un piquillo por las molestias.

La secretaria les avisa de que ya pueden pasar a cobrar. Les entrega el talón y el conforme para que lo firmen. María lee la cantidad.
- Señorita, creo que hay un error. No son 18.500 pesetas. El juez ha dicho que eran 100.000.
- Sí señora. Pero hay que descontar las costas del juicio y el porcentaje del procurador.
- Pues si que apercuran ustedes bien: desde ahí dentro –dijo señalando la sala- hasta aquí se han perdido más de 80.000 pesetas.
- Esa es la ley. Pero si no están de acuerdo pueden apelar.
- ¡No, María, no peles! Si sin pelar mira lo que nos han hecho, si pelamos no vemos un duro.
- A ver, señorita, que yo me aclare. ¿Esto es el Palacio de Justicia? ¡Esto es una cueva de ladrones! La diferencia está que los ladrones roban con navaja y aquí se roba con pluma. Y, mire usted –dice señalando la mesa escritorio-, guarde esas tijeras que me están dando muy malas intenciones.

Mientras la secretaria mete las tijeras en un cajón de la mesa, por la puerta contraria se divisa la figura del juez.
- Y el peor de todos es el cuervo ese vestido de negro. Premítalo Dios que con lo que nos han robado se compre un buen pollo; uno no, dos. Y que el hueso más grande se le atasque en el gaznate y ni parriba ni pabajo. ¡Anda, mama, amunos!
- Sí, María. Y los dineros que se los metan en el coño. ¡Eso, en el coño! –se remanga la falda mientras se palmotea a la altura del chisme.

Sofocadas se sientan en uno de los bancos del Paseo Lluis Companys. En silencio. En un determinado momento se miran y se echan a reír a carcajadas.
- ¡Ay, Mariquilla, lo que hemos llegado a decirles!
- Sí, mama. Pero ¡y lo que nos hemos reído!

2 comentarios:

A las 24/5/07 22:12 , Blogger alvarhillo ha dicho...

A mí me pasó lo contrario. Se presentaron en casa de mi madre mientras yo estaba en el trabajo dos policias para que me presentara en el juzgado o que si me negaba me llevaban detenido y luego era para devolverme dos mil pesetas de las costas de un juicio que perdí.

 
A las 31/5/07 17:52 , Blogger Xiscofiol ha dicho...

Benditos los días en que la Justicia era un cachondeo, ahora no se sabe bien lo que es.
un saludo
xiscofiol

 

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