Productos de la tierra en el exilio
En mi exilio no siempre encuentro productos de la tierra; es por eso por lo
que me ha gustado disponer de una pequeña extensión donde cultivar mis
propias hortalizas.
No sé si por réplicas de los terremotos en Granada o por
mor de otros fenómenos meteorológicos, este invierno se me han venido abajo
los balates que sustentaban mis bancales y he tenido que recurrir a Agroman
para que enmangarille las tierras. Me ha quedado una finquilla plana, un
tanto reducida respecto a su extensión primitiva, que he compensado metiendo
en labor una cabezaílla que tenía abandonada. A final me han quedado unos
8000 cm2 de cultivo. Con todo, la siembra ha sido tardía y,
cuando debía de tener el maíz emparaje de hacerme una moraga de panochas,
estoy con los primeros tomates en flor. No sé si antes de que lleguen los
primeros fríos, me habrá dado una cosecha capaz de amortizar la inversión.
Lo mismo aprovecho que me voy unos días a Aguadulce y compro en El Ejido un
invernadero prefabricado.
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