¡… ya no puede caminar!
Han
vuelto los cazafantasmas a rematar las últimas cucarachas. Es un decir: es
cierto que han disminuido los efectivos de las fuerzas de ocupación; ahora sólo
se ve de vez en cuando alguna en misión de exploración y parece que no invaden
nuevos territorios. Me temo que estén escondidas en búnkeres disimulados
esperando la ocasión propicia para lanzar una nueva ofensiva.
El día que
llegaron los exterminadores (en realidad, el exterminador) les hice la pregunta
tonta:
- Una curiosidad, ¿por qué las cucarachas palman con las patas hacia
arriba?
- Porque la mayoría de los insecticidas le atacan los nervios, pierden
fuerza en las patas y caen de espaldas.
No quedé muy convencido. Todas las
curianas que he visto muertas, salvo las aplastadas, estaban patas arriba,
pero… los expertos son ellos.
Le
conté que, por consejo del técnico que nos visitó la primera vez, no
utilizábamos la guerra química contra las cucarachas: las planchábamos.
- ¡No,
no hagan eso! Se quedan medio muertas en las suelas de los zapatos o se
engancha una ooteca llena de huevos y los transportan ustedes a otras
habitaciones y a otras casas. Incluso pueden anidar en el coche. Estos bichos
necesitan muy comida para vivir y, si la necesidad obliga, son caníbales. Lo
ideal es este gel que se pone en los lugares por donde transitan, se les pega
en las patas y después, cuando se pasan las patas por otras partes del cuerpo,
lo absorben y se mueren. Incluso pueden tocar a otros individuos de la colonia
y transmitirles el veneno. Además, les ponemos estas trampas de cartón, que
llevan un pegamento en el suelo, y cuando pasan se quedan pegadas. Así vemos
también la densidad de población. Las cucarachas acuden porque el pegamento
lleva feromonas que despiertan su apetito sexual.
Bueno, yo estaba preocupado por si
tenía una inspección del Ministerio para la Transición Ecológica, no me fueran
a acusar de maltrato animal, genocidio o tortura. Ahora también le tengo miedo
al Ministerio de Igualdad. Me explico.
Después de varias semanas de trampas
feromonadas, sólo hemos encontrado unas cuantas cucarachas pegadas en las
trampas. Me temo que mis cucarachas no sean cucarachos, sino cucaraches, y el
ministerio me meta mano por discriminación sexual.
¡Que doña Irene nos pille
confesados!
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