jueves, junio 17, 2021

¡… ya no puede caminar!

 


Han vuelto los cazafantasmas a rematar las últimas cucarachas. Es un decir: es cierto que han disminuido los efectivos de las fuerzas de ocupación; ahora sólo se ve de vez en cuando alguna en misión de exploración y parece que no invaden nuevos territorios. Me temo que estén escondidas en búnkeres disimulados esperando la ocasión propicia para lanzar una nueva ofensiva.
El día que llegaron los exterminadores (en realidad, el exterminador) les hice la pregunta tonta:
- Una curiosidad, ¿por qué las cucarachas palman con las patas hacia arriba?
- Porque la mayoría de los insecticidas le atacan los nervios, pierden fuerza en las patas y caen de espaldas.
No quedé muy convencido. Todas las curianas que he visto muertas, salvo las aplastadas, estaban patas arriba, pero… los expertos son ellos.

Le conté que, por consejo del técnico que nos visitó la primera vez, no utilizábamos la guerra química contra las cucarachas: las planchábamos.
- ¡No, no hagan eso! Se quedan medio muertas en las suelas de los zapatos o se engancha una ooteca llena de huevos y los transportan ustedes a otras habitaciones y a otras casas. Incluso pueden anidar en el coche. Estos bichos necesitan muy comida para vivir y, si la necesidad obliga, son caníbales. Lo ideal es este gel que se pone en los lugares por donde transitan, se les pega en las patas y después, cuando se pasan las patas por otras partes del cuerpo, lo absorben y se mueren. Incluso pueden tocar a otros individuos de la colonia y transmitirles el veneno. Además, les ponemos estas trampas de cartón, que llevan un pegamento en el suelo, y cuando pasan se quedan pegadas. Así vemos también la densidad de población. Las cucarachas acuden porque el pegamento lleva feromonas que despiertan su apetito sexual.

Bueno, yo estaba preocupado por si tenía una inspección del Ministerio para la Transición Ecológica, no me fueran a acusar de maltrato animal, genocidio o tortura. Ahora también le tengo miedo al Ministerio de Igualdad. Me explico.
Después de varias semanas de trampas feromonadas, sólo hemos encontrado unas cuantas cucarachas pegadas en las trampas. Me temo que mis cucarachas no sean cucarachos, sino cucaraches, y el ministerio me meta mano por discriminación sexual.
¡Que doña Irene nos pille confesados!

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