Historias eréctiles
He tropezado con el refrán "Quien no tiene otra cosa, con su mujer se acuesta" y me ha traído
a la memoria una conversación que oí tiempo ha.
Estábamos en plena efervescencia de la Viagra y andaba yo
con una rodilla maltrecha, lo que me obligaba a hacer frecuentes visitas al
traumatólogo. Una tarde los hados me fueron favorables y los transbordos en transporte público me
fueron al dedo; llegué a la consulta con tiempo más que sobrado. Enemigo de las
esperas largas, me hice hueco en el mostrador del bar más cercano y pedí un
café. A mi lado, tres vejetes discutían sobre el tema de actualidad.
- Oye, que dicen que es verdad, que te tomas una viagra y te
pones como un toro.
- Bueno, ¿y qué? Hasta que no la receten en la Seguridad
Social…
- A mí me han dicho que en Andorra la venta es libre.
- Claro, a 40.000 pts. la ración. ¡Cualquiera!
- Ah, pues yo sí me las gastaba.
- Para pasarte una noche de juerga con la parienta…
- ¡Y una mierda! Si me gasto 40.000 pts. es para
disfrutarlas como Dios manda.
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