viernes, mayo 30, 2014

Por tierras de Huelva

Hacía casi medio siglo que no pasaba un invierno completo en la costa de Andalucía; en los dos últimos años he pasado invierno y medio. Después de tanto tiempo me había olvidado de la realidad y estaba convencido de que se cumplía el tópico y en Andalucía no hacía frío en ninguna estación; bien claro lo dice el eslogan: Almería, donde el sol pasa el invierno. Lo que el eslogan no determina es en qué lugar de la provincia establece su residencia; es cierto que, cuando sale, calienta; es cierto que sale casi todos los días; pero cuando se esconde entre las nubes o desaparece por el horizonte, el aire se enfría y cala hasta los huesos. Si a eso añadimos que el viento es constante, sólo hay que imaginarse un aire fresquillo inyectado a 100 km/h para llegar a la conclusión de que no hay chaqueta que lo resista.

 
El resultado ha sido un constipado, intenso dolor de garganta incluido, que no recordaba desde antes de tomar los hábitos de quiosquero: quince días a base de sopa caliente y pastillas para suavizar el coleto. Casi a final de invierno, Quiosquera y yo nos hemos apuntado a un viaje del IMSERSO: diez días tomando el sol en Punta Umbría. Otro tópico; en febrero, en Punta Umbría, hace un frío del carajo. Es normal si tenemos en cuenta que allí la temperatura la controla la Mar Océana. Quiosquera, que acababa de superar un fuerte resfriado, agarró otra pachanga que a punto estuvo en devenir en pulmonía.

Lo de los viajes del IMSERSO está bien. Desde Punta Umbría descubrimos Huelva y su provincia y, comidas aparte, disfrutamos del paisaje, la arquitectura, la gastronomía y la amabilidad de su gente. Había cruzado Huelva dos o tres veces pero no había percibido su belleza: desde los Lugares Colombinos hasta la cuna del Jamón (Jabugo), pasando por Doñana, Niebla, Riotinto, Aracena…
Y el castillo de Cortegana y la mezquita de Almonaster la Real.
 
Aunque parezca mentira, el jamón de Jabugo lo compramos en el Repilado:
un almacén pleno de jamones colgando del techo tal que fueran murciélagos, y un mostrador-frigorífico repleto de lomo embuchado, longanizas varias y lonchas de jamón. En el extremo izquierdo, según la posición del cliente, los quesos curados y semicurados.
- Todo esto es de cerdo ibérico alimentado con bellota –nos ilustró la dependienta-.
- ¿Los quesos también son de leche de marrana? –pregunté más que nada para que la buena mujer viera que estaba atento y no me perdía detalle-.
- No, hombre, no. Los quesos son de leche de cabra.
- Pero de bellota, claro

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