El origen del mal humor
Estoy lejos…, a varias horas de distancia de mi conexión a Internet. La verdad es que no lo hecho en falta pero mis conocidos quizás se estén preguntando si me ha pasado algo. ¡Niente problema! Me he tomado un mes sabático.
Este adjetivo, sabático, me hace pensar en tiempos pasados. Seguramente se le ocurrió a un judío; por aquello del Sabat y el día de descanso que se tomó Dios al finalizar la Creación. Si el adjetivo se hubiera inventado en tiempos más cercanos y la proposición partiese de una mente de formación cristiana, estaríamos hablando de un mes o de un año domingático. Y es que los tiempos adelantan una barbaridad y cambian las viejas costumbres un güevo.
Hace muchos años, cuando un varón estaba aquejado de continuo mal humor, se solía decir que, seguramente, padecía del estómago. Con las mujeres se tenía menor consideración y se echaba la culpa de su mal humor y sus jaquecas a la falta de novio: “A ésta lo que le pasa es que le falta un novio”, se decía. A medida que el tiempo fue avanzando, aumentó la crueldad al referirse a la causa de los males de las mujeres; así, el vulgo cambió la palabra novio por tío o por macho, y no porque pensaran que sus problemas tuviesen a los varones por culpables, sino porque era la falta de contacto masculino el origen de tales problemas. Vamos, que, cuando nos sobrepusimos a la autocensura verbal y fuimos capaces de hablar sin tapujos, lo tuvimos claro; el mal humor de las mujeres y sus migrañas tenían una explicación sexual: “Lo que necesitan éstas es un buen polvo”.
Los varones, sin embargo, siguieron teniendo la úlcera de estómago como origen único de su mala leche; como mucho, se hizo descender un palmo el lugar de nacimiento del flujo: "Ese fulano tiene cara de estreñío"·.
Desde que se inventó el Ministerio de Igualdad y se impusieron las cuotas de poder, las cosas se han ido poniendo en su sitio. Hoy en día, el origen de los malos humores, sean de mujer o varón, es único y asexuado.
Este adjetivo, sabático, me hace pensar en tiempos pasados. Seguramente se le ocurrió a un judío; por aquello del Sabat y el día de descanso que se tomó Dios al finalizar la Creación. Si el adjetivo se hubiera inventado en tiempos más cercanos y la proposición partiese de una mente de formación cristiana, estaríamos hablando de un mes o de un año domingático. Y es que los tiempos adelantan una barbaridad y cambian las viejas costumbres un güevo.
Hace muchos años, cuando un varón estaba aquejado de continuo mal humor, se solía decir que, seguramente, padecía del estómago. Con las mujeres se tenía menor consideración y se echaba la culpa de su mal humor y sus jaquecas a la falta de novio: “A ésta lo que le pasa es que le falta un novio”, se decía. A medida que el tiempo fue avanzando, aumentó la crueldad al referirse a la causa de los males de las mujeres; así, el vulgo cambió la palabra novio por tío o por macho, y no porque pensaran que sus problemas tuviesen a los varones por culpables, sino porque era la falta de contacto masculino el origen de tales problemas. Vamos, que, cuando nos sobrepusimos a la autocensura verbal y fuimos capaces de hablar sin tapujos, lo tuvimos claro; el mal humor de las mujeres y sus migrañas tenían una explicación sexual: “Lo que necesitan éstas es un buen polvo”.
Los varones, sin embargo, siguieron teniendo la úlcera de estómago como origen único de su mala leche; como mucho, se hizo descender un palmo el lugar de nacimiento del flujo: "Ese fulano tiene cara de estreñío"·.
Desde que se inventó el Ministerio de Igualdad y se impusieron las cuotas de poder, las cosas se han ido poniendo en su sitio. Hoy en día, el origen de los malos humores, sean de mujer o varón, es único y asexuado.
Es meramente metabólico. Nos lo muestra a diario la televisión. Aparece en el supermercado una señora con mala cara; al volver una estantería se encuentra con una amiga, por lo general, aunque no siempre, cañón, que le habla de las exquisiteces de un determinado producto:
“Una dosis de Activia al día favorece el tránsito intestinal” – le dice a la vez que cierra el puño, manteniendo tiesos los dedos meñique y porro (como hacía Ronaldinho cuando la pelota se le iba alta), y pendulea la mano a la altura del estómago en avances y retrocesos de unos 90º, aumentando la intensidad del movimiengo cuando la mano baja. Gráficamente se reproduce un esquema de las tripas y los meandros que recorren los restos fecales.
Los caballeros recurren a una receta similar, si bien, éstos tienden a solucionarlo durante el desayuno... o en el despacho. Una voz en off aconseja al tío de aspecto malhumorado: "Necesitas All-Bran".
Parece deducirse, pues, que tanto Danone como All-Bran “activian” los movimientos peristálticos, y éstos, la “endomorfinas”. O sea, que el origen del mal humor es la mierda, la cual cosa tiene su sentido.
Es curioso que los científicos hayan tardado tanto tiempo en averiguar que lo que el cuerpo necesita para llevar una vida sana y placentera sea algo tan simple como una buena cagada.
Los caballeros recurren a una receta similar, si bien, éstos tienden a solucionarlo durante el desayuno... o en el despacho. Una voz en off aconseja al tío de aspecto malhumorado: "Necesitas All-Bran".
Parece deducirse, pues, que tanto Danone como All-Bran “activian” los movimientos peristálticos, y éstos, la “endomorfinas”. O sea, que el origen del mal humor es la mierda, la cual cosa tiene su sentido.
Es curioso que los científicos hayan tardado tanto tiempo en averiguar que lo que el cuerpo necesita para llevar una vida sana y placentera sea algo tan simple como una buena cagada.
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