Santiago 2020
Cincuenta años, diez lustros,
medio siglo… Casi la vida de un cristiano hace, cuando allá por 1970 se celebró
la primera fiesta de Santiago Apóstol en El Pozuelo. Todos los eventos
importantes (y éste lo fue) dejan un montón de anécdotas para luego contar a
los nietos. De este día elijo una de la que poca gente tiene conocimiento y,
tal vez, quienes estuvieron cerca del protagonista ya ni se acuerden.
Enfilaba Santiago la calle de En
medio, dirección la Placeta, cuando en la parte alta de la calle que hoy se
llama Mediterráneo (creo) y que entonces se conocía como la del Badén de
Rosendo, se abrió una puerta. Con la ropa limpia de los domingos y la boína
bien cepillada, Calele arrancó con paso torpe hacia donde transcurría la
procesión; a esas alturas de la tarde andaba con la tasa de alcohol en sangre
un poco elevada. Digo andaba cuando, en realidad, debería decir serpenteaba,
tal era el trazo de calle que seguía. Llegó a la esquina de la calle justo
cuando Santiago cruzaba por delante de la tienda de Juanico el de Jacoba.
Esperó unos instantes hasta que el santo llego a su altura, se quitó
respetuosamente la gorra y gritó:
- Viva Zantiago.
Entre la escandalera que formaban
los de la romería, la tasa de alcohol y que Calele no era precisamente un
hombre de expresión fácil y clara, apenas fue un murmullo lo que salió de su garganta.
La gente ni lo oyó ni respondió.
Justo detrás de las andas íbamos
Jaime el Sevillano y yo. Jaime se dio cuenta del suceso y echó una mano. Con
veinte y muy pocos años, gozaba de una cierta potencia pulmonar y su voz
retumbó.
- ¡¡¡VIVA SANTIAGO!!!
- ¡¡¡VIVAAAÁ!!!-respondió el acompañamiento-.
Calele dibujó en su rostro lo que
pretendía ser una sonrisa, se encasquetó la boína y enfiló hacia su casa antes
de que Jacobilla lo echara en falta.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio