sábado, julio 25, 2020

Santiago 2020


Cincuenta años, diez lustros, medio siglo… Casi la vida de un cristiano hace, cuando allá por 1970 se celebró la primera fiesta de Santiago Apóstol en El Pozuelo. Todos los eventos importantes (y éste lo fue) dejan un montón de anécdotas para luego contar a los nietos. De este día elijo una de la que poca gente tiene conocimiento y, tal vez, quienes estuvieron cerca del protagonista ya ni se acuerden.

Enfilaba Santiago la calle de En medio, dirección la Placeta, cuando en la parte alta de la calle que hoy se llama Mediterráneo (creo) y que entonces se conocía como la del Badén de Rosendo, se abrió una puerta. Con la ropa limpia de los domingos y la boína bien cepillada, Calele arrancó con paso torpe hacia donde transcurría la procesión; a esas alturas de la tarde andaba con la tasa de alcohol en sangre un poco elevada. Digo andaba cuando, en realidad, debería decir serpenteaba, tal era el trazo de calle que seguía. Llegó a la esquina de la calle justo cuando Santiago cruzaba por delante de la tienda de Juanico el de Jacoba. Esperó unos instantes hasta que el santo llego a su altura, se quitó respetuosamente la gorra y gritó:
- Viva Zantiago.
Entre la escandalera que formaban los de la romería, la tasa de alcohol y que Calele no era precisamente un hombre de expresión fácil y clara, apenas fue un murmullo lo que salió de su garganta. La gente ni lo oyó ni respondió.
Justo detrás de las andas íbamos Jaime el Sevillano y yo. Jaime se dio cuenta del suceso y echó una mano. Con veinte y muy pocos años, gozaba de una cierta potencia pulmonar y su voz retumbó.
- ¡¡¡VIVA SANTIAGO!!!
- ¡¡¡VIVAAAÁ!!!-respondió el acompañamiento-.

Calele dibujó en su rostro lo que pretendía ser una sonrisa, se encasquetó la boína y enfiló hacia su casa antes de que Jacobilla lo echara en falta.

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