domingo, mayo 03, 2020

El mes de las flores


Entramos en el mes de las flores y no pudo conseguir que mi mente permanezca en el siglo XXI y no se vaya a rememorar mis años de escuela en la mitad de los años 50.

Con D. Alfonso Zamora desaparecieron costumbres arraigadas en el pueblo durante muchos años. Que yo recuerde, Jesucristo empezó a resucitar el Domingo de Resurrección en vez del Sábado de Gloria, y el Quijote dejó de ser el libro de lectura obligada en la escuela. No sé qué pasó mientras fueron maestros D. Emilio, mi primo Paquito el de Adelaida, y D. Eloy y Padilla, que lo sustituyeron cuando se fue a la mili.
Con D. Baltasar se inició una época nueva: La cartilla Rayas fue sustituida por otra más moderna con colorines y dibujitos, apareció el Parvulito como la primera fase de aprendizaje una vez que el alumno sabía leer, y se impuso la Enciclopedia Álvarez en sus tres grados (hay que resaltar que fueron muy pocos los alumnos que llegaron al tercero).
Y lo más importante… D. Baltasar nos enseñó a cantar el Cara al Sol y el Himno Nacional con letra de José María Pemán. Y una vez lo aprendimos, al contrario de lo que pasaba otras provincias más rebeldes, no lo cantamos más.
Muchas veces he oído aquel chistecillo donde, al acabar de cantar el Viva España, el maestro gritaba:
     - ¡España!
     - ¡Una! -contestaban los niños.
     - ¡España!
     - ¡Dos! -gritaba el alumno despistado.
En El Pozuelo fue verdad. El Pollito (Huero para más señas) rayaba la subnormalidad y fue el alumno que gritó ¡dos! Sólo una vez

Por aquellos años aterrizó también una maestra nueva, Dª. Dolores, que cambió el sistema de enseñanza de las niñas. Avanzada a su tiempo, quería que niños y niñas pudiesen organizar juntos alunas cosas. Consiguió que, en el mes de mayo, D. Baltasar transigiera y aceptase celebrar juntos el mes de María. Juntos, pero no revueltos. Cedimos a las niñas los pupitres del interior y nosotros nos amontonamos de tres en tres en los que sobraban. Se trataba de rezar conjuntamente el rosario del sábado por la tarde. Con lo que no contaba nuestro maestro es que, una vez acabada la letanía, las niñas empezaran a cantar:
     Venid y vamos todos,
     Con flores a porfía,
     Con flores a María,
     Que Madre nuestra es.

Al acabar, se quedaron esperando qué íbamos a hacer los niños en nuestro turno. Empezó a darnos la risa tonta, ya que a nadie se le había ocurrido que tal circunstancia pudiera darse. Entones D. Baltasar alzó el brazo y entonó:
     ¡Cara al sol con la camisa nueeee…eva!
Nos incorporamos de un salto, apretamos los talones, levantamos el brazo y arrancamos:
     ¡Que tuuuú bordaste en rojo ayer!

Veía a mis compañeros henchidos de orgullo, con el rostro arrebolado y una sonrisilla de complicidad. No se me olvidará nunca la cara de satisfacción de Joseico el de Justo, que era el compañero que estaba a mi derecha.
No sé si fue por el éxito de nuestra intervención o por qué, lo cierto es que no volvimos a juntarnos con las niñas ningún otro sábado para homenajear a María.
Tampoco he vuelto a cantar el Cara al Sol.


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