El carrillo de los helados
Hemos
pasado unos días de calor y, además de una cerveza fresquita, el cuerpo ha
empezado a echar en falta un helado para postre… O merienda a media tarde.
Los
helados se compran hoy en Mercadona, Lidl, Día o Carrefour; los de andar por
casa se compran en cualquier sitio donde quepa un congelador, y los buenos, en
Heladerías Italianas o la Menorquina. Hubo un tiempo en que sólo en éstas últimas se
podían adquirir buenos helados…, menos en mi pueblo. Allí los únicos helados
los hacía y vendía Manuel el Churrero. Manuel era experto en muchas cosas: de
madrugada hacía pan en la panadería de mi tío José, por la mañana vendía
churros para el desayuno, y en las tardes de verano se paseaba empujando el
carrillo de los helados, mientras anunciaba:
- -
¡Al rico helado, mantecado!
Que
lo del helado lo entendía, pero, a pesar del anuncio, no lo vi nunca vender
mantecados; esos ya los hacía mi madre y los liábamos entre todos en papepillos
de colores con flecos.
Entre
los años 52 y 56, Manuel, que vivía y tenía su negocio en La Rábita, entraba en
El Pozuelo por la carretera, llegaba a la curva y allí daba la vuelta por la
calle de Enmedio. De vez en cuando no se volvía en la curva y seguía hacia
Huarea, pasaba por delante de mi casa y subía por la Barranquera hasta el
Cortijo de la Chumbas (creo). La verdad es que por aquella zona vivíamos pocos
niños y, además, nuestros padres no estaban por galocherías.
Algunas
veces, cuando pasaba por delante de casa, mi madre nos compraba un helado a mi
hermana y a mí; digo que “algunas veces”. Aún así, cada día, después de comer y
cuando el sol caía a plomo, mi hermana y yo nos sentábamos en la puerta del
almacén, con la vista fija en la curva, esperando que Manuel asomara y no diera la vuelta en la curva.
Había
dos tipos de helado: los de molde y los de cucurucho. Del mismo modo, había dos
tipos de cucurucho: el grande y el pequeño, cada uno con una bola de diferente
tamaño; no se había inventado (o no había llegado a La Rábita) aún el cucurucho
de dos bolas. El helado de molde era más sofisticado: el molde era un prisma
rectangular de 4 cm de ancho por 7 de largo. La profundidad se daba con una
plancha de metal que se movía con una especie de tornillo y podía llegar hasta
otros 4 cm. Sobre la plancha se ponía una primera galleta, se desplazaba la
plancha según el dinero que uno se quisiera gastar, con una paleta se llenaba
de helado el hueco resultante, y se remataba con otra galleta.
A
nosotros no nos tocaba nunca helado de cucurucho; tal vez el día de la Virgen.
Si no recuerdo mal, el molde completo valía 2 pts. Mi madre compraba un helado
de perrilla (o perra chica), lo partía en dos y nos daba la mitad a cada uno.
Teniendo en cuenta que 1 pts equivalía a 20 perrillas, el molde entero de
helado se correspondía con 40 perrillas, es decir, un helado de perrilla tenía
una profundidad de 1 mm. Y eso no era del todo exacto, porque el grosor de la
galleta también influía.
En
resumen: el helado de perrilla venía a ser como cuando se unta mantequilla en
el pan. Y el nuestro, repartido entre dos, no nos fuéramos a empachar.
¡Ah! El precio del helado, traducido a moneda actual, era de 0,0003€, si la coma no me falla.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio