martes, mayo 12, 2020

El carrillo de los helados


Hemos pasado unos días de calor y, además de una cerveza fresquita, el cuerpo ha empezado a echar en falta un helado para postre… O merienda a media tarde.

Los helados se compran hoy en Mercadona, Lidl, Día o Carrefour; los de andar por casa se compran en cualquier sitio donde quepa un congelador, y los buenos, en Heladerías Italianas o la Menorquina. Hubo un tiempo en que sólo en éstas últimas se podían adquirir buenos helados…, menos en mi pueblo. Allí los únicos helados los hacía y vendía Manuel el Churrero. Manuel era experto en muchas cosas: de madrugada hacía pan en la panadería de mi tío José, por la mañana vendía churros para el desayuno, y en las tardes de verano se paseaba empujando el carrillo de los helados, mientras anunciaba:
-              - ¡Al rico helado, mantecado!
Que lo del helado lo entendía, pero, a pesar del anuncio, no lo vi nunca vender mantecados; esos ya los hacía mi madre y los liábamos entre todos en papepillos de colores con flecos.
Entre los años 52 y 56, Manuel, que vivía y tenía su negocio en La Rábita, entraba en El Pozuelo por la carretera, llegaba a la curva y allí daba la vuelta por la calle de Enmedio. De vez en cuando no se volvía en la curva y seguía hacia Huarea, pasaba por delante de mi casa y subía por la Barranquera hasta el Cortijo de la Chumbas (creo). La verdad es que por aquella zona vivíamos pocos niños y, además, nuestros padres no estaban por galocherías.
Algunas veces, cuando pasaba por delante de casa, mi madre nos compraba un helado a mi hermana y a mí; digo que “algunas veces”. Aún así, cada día, después de comer y cuando el sol caía a plomo, mi hermana y yo nos sentábamos en la puerta del almacén, con la vista fija en la curva, esperando que Manuel asomara y no diera la vuelta en la curva.

Había dos tipos de helado: los de molde y los de cucurucho. Del mismo modo, había dos tipos de cucurucho: el grande y el pequeño, cada uno con una bola de diferente tamaño; no se había inventado (o no había llegado a La Rábita) aún el cucurucho de dos bolas. El helado de molde era más sofisticado: el molde era un prisma rectangular de 4 cm de ancho por 7 de largo. La profundidad se daba con una plancha de metal que se movía con una especie de tornillo y podía llegar hasta otros 4 cm. Sobre la plancha se ponía una primera galleta, se desplazaba la plancha según el dinero que uno se quisiera gastar, con una paleta se llenaba de helado el hueco resultante, y se remataba con otra galleta.
A nosotros no nos tocaba nunca helado de cucurucho; tal vez el día de la Virgen. Si no recuerdo mal, el molde completo valía 2 pts. Mi madre compraba un helado de perrilla (o perra chica), lo partía en dos y nos daba la mitad a cada uno. Teniendo en cuenta que 1 pts equivalía a 20 perrillas, el molde entero de helado se correspondía con 40 perrillas, es decir, un helado de perrilla tenía una profundidad de 1 mm. Y eso no era del todo exacto, porque el grosor de la galleta también influía.
En resumen: el helado de perrilla venía a ser como cuando se unta mantequilla en el pan. Y el nuestro, repartido entre dos, no nos fuéramos a empachar.

 ¡Ah! El precio del helado, traducido a moneda actual, era de 0,0003€, si la coma no me falla.

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