jueves, mayo 21, 2020

Rutinas peligrosas


Cuando cada día repetimos una cosa, se convierte en rutina, o sea, que la realizamos sin pensar, automáticamente. Y eso puede ser peligroso.
Mi despertar diario es rutinario: me levanto, meo (primero levanto la tapa del retrete), me afeito, me lavo, me visto, recojo la ropa sucia y pongo rumbo a la cocina. En la galería, uno junto al otro, está el cubo de la ropa y el cubo de la basura. Más de una vez (la rutina) he levantado la tapa del cubo de la basura y he echado allí los calzoncillos. Pero, aunque lento, me suelo dar cuenta mientras vuelvo hacia la nevera; de modo que doy la vuelta, pongo la ropa en su lugar y sigo con la rutina diaria. Abro el frigorífico, cojo una naranja fresquita, la pongo en un plato chico, añado un cuchillo y lo pongo en la mesa. Regreso a la galería, trinco un par de rebanadas de pan bimbo y las pongo en la tostadora.
Ahora empieza la faena más peligrosa. Abro la puerta del armario que está entre la encimera y el fregadero y saco la cafetera exprés; destuerzo la cafetera, cierro la puerta del armario (importante), y me desplazo a la derecha para echar agua del grifo (digo lo de importante porque, de saltarme este paso, me pegaría con la frente en la puerta del armario), vuelvo abrir la puerta, saco el bote de café molido y relleno la cafetera. Entonces enciendo la encimera y la tostadora y a esperar; previamente, he vuelto a cerrar la puerta del armario.
Y todo eso lo hago de rutina, sin pensar, como un autómata.

Hace unos días, cuando iba por la parte de echar agua en la cafetera, Quiosquera entró en la cocina y ocupó mi puesto ante el fregadero; me quedé con el cacharro en la mano esperando mi turno. Y cuando llegó, me volví rápido hacia el grifo no se me fuera a colar alguien. Ni pensé que en mi casa no hay nadie más, ni cerré la puerta del armario. 
- ¡¡¡Cloc!!!
El cabezazo sonó a hueco. No me dio tiempo ni de ver las estrellas, porque con el golpe se desprendió la bisagra de arriba y la puerta se me vino encima. La cafetera se fue a tomar por donde amargan los pepinos y pude agarrar la puerta antes de que impactara en el otro lado de mi cabeza. Lo que más me jodió fue que arranqué el tornillo que unía la bisagra al armario y tuve que pegarle un taco con cola de avión. No sé cuánto aguantará.

De momento tengo la frente dolorida. No me queda claro si me he astillado el cuerno o si se me ha roto en la base.
Veremos.

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