Cantinflas
Mi amigo Federico Galdeano era
aficionado al fútbol y al ciclismo. En fútbol encontró dos obstáculos
insalvables: su padre y Pontoni. Antonio Tomás, su padre, era un padre de los
de antes; quiero decir que era de los que pensaba que en la vida había dos
opciones de futuro: o valías para estudiar o… ¡a trabajar al campo! Lo demás
eran pollas en vinagre. Se decía que, alguna vez que tita Segundina le
había regalado una pelota (de goma, por supuesto), papá Antonio sacaba la
navaja corva y de un tajo hacía dos pelotas. Aun así, llegó a jugar en el Poli
Ejido cuando estaba en categoría regional. Allí lo vio Pontoni, a la sazón
entrenador del Adra, y lo puso a correr dando vueltas al campo; cuando a la
segunda vuelta se paró asfixiado, Pontoni lo mandó a casa:
- Haz mucha gimnasia y, cuando
seas un atleta, vuelve y lo probamos otra vez.
Al Federico le gustaba patear el
balón, pero en absoluto la gimnasia, así que allí terminó su aventura
futbolística. Bueno, en realidad no; jugó un par de veranos en el Club Juventud
Mediterráneo.
El ciclismo fue otro cantar; no
le gustaba lo suficiente como para dedicarse en plan profesional, sino que,
cuando pillaba una bicicleta, se marcaba un circuito entre la recurva de El
Pozuelo y el Cortijo de las Chumbas y se ponía a dar vueltas, tal que el Tour
de Francia estuviese disputando. Yo lo veía sentado en el tranco de la puerta
de mi casa. Cada vez que pasaba gritaba el nombre de un ciclista famoso; se me
quedaron unos cuantos:
- ¡Federico Martín
Bahamontes…! -decía-
- ¡Jiménez Quiles…!
- ¡Botella…!
- ¡Cantinflas…!
El Torres, al que ya presentamos con
ocasión de un artículo sobre la cría del arcagüey, también fue un gran
aficionado al fútbol y al ciclismo. Creo que también practicaba la caza del
conejo, pero eso no va con el tema de hoy. Como futbolista lo vi jugando de
defensa derecho en el Club Juventud Mediterráneo; me llamó la atención que,
cada vez que chutaba el rival y paraba nuestro portero, el Torres aparecía
corriendo como una exhalación para cubrir las espaldas del guardameta. Si el
portero no la paraba… el Torres llegaba tarde. Ha habido varios futbolistas a
lo largo de la historia que han jugado con un pañuelo en la frente: Pichichi,
Quincoces, Sertucha, Isidro… y el Torres.
Hoy me interesa su etapa como
ciclista. El Torres era tan rápido, proporcionalmente, dando pedales como
corriendo detrás del balón. Un día apareció con una bicicleta de carreras que,
según comentábamos los niños de la escuela, le había comprado mi tío Domingo,
médico del vecino pueblo de Adra; también decían los entendidos que no era una
bicicleta reglamentaria porque pesaba 12 kilos o más y la que usaban los
profesionales se quedaba en 8. Sea como fuere, alguien se enteró de que se iba
a disputar un trofeo ciclista en Adra, que tendría gran repercusión mediática
porque participaba nada menos que Cantinflas. No había oído ese nombre desde
que se lo escuchase al Federico, y eso que, durante la vuelta ciclista a España,
lo buscaba en la clasificación que daba Ideal de Granada. Sólo sabía que era pescaero
y que repartía el pescado pedaleando por aquellas sierras. No lo encontré nunca
en las páginas del diario y llegué a pensar que no existía.
El Torres entrenó como no lo
había hecho hasta entonces; cada vez que en el campo los hombres paraban para
un descanso (echar un cigarrillo), él cogía la bicicleta y subía y bajaba a
toda pastilla a la Torre de Huarea para llegar antes de que sus compañeros
apagasen la colilla.
Llegó el día de la carrera y
medio Huarea se desplazó a Adra para gozar del espectáculo y aplaudir a su
favorito. En Adra, un mecánico se encargó de poner las bicicletas a punto:
tensar la cadena, apretar las palometas, inflar las ruedas… Los corredores
salieron de estampida y se perdieron de vista. La espera fue tensa hasta que,
al fin, alguien gritó:
- ¡Ya vienen!
En efecto, a 500 m. apareció el
pelotón y el Torres a la cabeza; les sacaba una ventaja de 40 o 50 m. Cuando
faltaban menos de 200, la bicicleta del Torres hizo un extraño y empezó a
perder velocidad hasta pararse; entró el último de aquel pelotón con la
bicicleta al hombro. Se le había partido la cadena. Entre la gente de Huarea
corrió el rumor de que el mecánico que había puesto a punto las bicicletas era
hermano de Cantinflas. Blanco y en botella… Los huareeños se acercaron al
mecánico, que celebraba el triunfo de Cantinflas. Hubo una discusión agria,
pero algo debió de decir que no gustó a mi tío Pepe.
- ¡Cálmese usted y respete a
la gente -dijo mi tío-, que éste (levantó el puño izquierdo) es
primo hermano de éste (puso el puño derecho a la altura del izquierdo y
ambos delante de la cara del “hermano de Cantinflas”)!
Esto me lo contaba en el patio de
mi casa, junto al brocal del pozo, e imagino lo que debió pensar el adreño. A
ver, mi tío Pepe era como Obélix en versión Huarea, y si el galo había caído en
el caldero de la pócima de Panoramix, mi tío se alimentó del puchero de mi
abuela, que, aparte de los garbanzos, estaba aderezado con hinojos, unas
cucharadas de manteca y sus correspondientes morcillas. ¡Ah, Pepe Romero no
comía postre, remataba la comida con medio kilo de tocino de hoja, y si estaba
rancio, mejor!
No es de extrañar que el hermano
de Cantinflas hiciera como el valentón del soneto de Cervantes y actuara de la
misma forma:
“Caló el chapeo,
requirió la espada,
miró al soslayo,
fuese y no hubo nada”
No participó el Torres, que yo
sepa, en ninguna otra competición.
P.D. Si no fuera por esta
anécdota, que me contó mi tío, hubiera pensado que Cantinflas fue un invento de
mi amigo Federico. He buscado varias veces en Internet y el único Cantinflas
que encontré fue siempre Mario Moreno. Lo he intentado otra vez:
· Cantinflas (intro)… Mario
Moreno, actor mejicano, etc.
· Cantinflas adra ciclismo
(intro)… Clásicos populares (I): Isidro Fernández, “Cantinflas”|Adra, Ideal
¡Eureka!
“Clásicos populares” es una
columna de Francisco Cuenca, que publicó o publica IDEAL de Granada y que se
inició el 9 de enero de 2018, precisamente con el artículo dedicado a Isidro
Fernández, “Cantinflas”. La columna es muy de nuestro estilo y merece la pena
leerla (pinchar aquí)
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