martes, julio 10, 2012

El orgullo de ser español


Hace años me hablaron de una carta dirigida al presidente de la Generalitat, D. Jordi Pujol, donde el remitente le daba las gracias por haber devuelto la dignidad a los catalanes. No quedaba claro si el noble pueblo había perdido la dignidad por descuido, si se había deshecho de ella o si alguien se la había arrebatado. Puesto que el término define una cualidad humana, más espiritual (o de talante) que material, difícilmente puede ser sustraída por nadie, toda vez que, aun en las circunstancias más adversas, cualquier persona puede mantener su dignidad; vamos, que a una doncella se le puede quitar la virginidad pero jamás su pureza. Ya lo decía Pedro Crespo en El Alcalde de Zalamea:
Al rey la hacienda y la vida
se ha de dar, pero el honor
es patrimonio del alma
y el alma sólo es de Dios.
Desde ese punto de vista, la referida carta me sugería que los catalanes prepujolianos fueron seres dignos; después, debido a causas que no se citaban en la misiva, perdieron su dignidad, es decir, se convirtieron en indignos y, finalmente, el Honorable despertó sus sentimientos, recuperaron la dignidad perdida y volvieron a ser dignos.
 Durante la pasada Copa de Europa de Selecciones Nacionales de Fútbol, sobre todo a medida que nos acercábamos a la final, me ha pasado algo similar oyendo a los voceros (periodistas de radio, televisión y prensa escrita) tocar la fibra patria de aficionados y no aficionados con frases comoestamos muy orgullosos de ser españolesoestos chicos nos han devuelto el orgullo de ser español. Aunque la dignidad sea una virtud y el orgullo se aproxime más a un vicio bíblico, el modo en que aquí se emplean ambos términos es similar. Deducimos, pues, que los españoles anteriores a 2008 (salvo quienes vivimos lagestade 1964, gol de Marcelino incluido) deberían estar avergonzados de su nacionalidad, que hemos recuperado un orgullo que sólo adquirimos durante un breve periodo de tiempo y que, una vez la Selección Nacional Española vuelva a la normalidad, es decir, regresar a casa tras la eliminatoria de cuartos de final (o antes), volveremos a avergonzarnos de nuestro país.

No soy especialmente patriota, pero estoyorgullosode ser español en la misma medida que un francés pueda estarlo por haber nacido en Francia, un inglés en Inglaterra o un etíope en Etiopía; independientemente de que mi nacionalidad pertenezca a un país puntero o a un país de mierda, porque, al fin y al cabo, esta es mi mierda y la de mis vecinos y es la que huelo cada mañana al despertarme. Los patrioteros harían bien en dirigir sus esfuerzos a desarrollar y mejorar un país en el que todos viviéramos con comodidad, en vez de esperar a que el azar permita que unos virtuosos del balón coincidan en el tiempo y alcancen un hito del que podamos presumir (y sentirnos orgullosos) sin haber participado en su consecución. El orgullo de ser español (o el orgullo de ser lo que sea) no puede depender de que un balón pase o no entre tres palos. ¿Qué habría pasado con tal orgullo si el penalti del portugués hubiese ido cuatro dedos más abajo y el de Fábregas hubiera rebotado en el palo? ¿Habríamos de avergonzarnos de ser españoles?

¡Ojo! A todo esto, me ha gustado que fueran los nuestros quienes alzaran la copa aunque haya disfrutado con su juego mucho menos que en el campeonato de 2008. España sigue teniendo el equipo más sólido de Europa, pero les cuesta Dios y ayuda enlazar jugadas de gol (Italia, Croacia, Francia, Portugal); tiene la pelota pero le falta la chispa del último pase a Villa o a quien pase por allí. El 4-0 de la final me pareció excesivo y el 2-0 del primer tiempo, una jugada bien ligada y una genialidad de Xavi, inmerecido; la segunda parte, con Italia mermada, sólo cuenta para la estadística.

Lo que nos ha devuelto la Selección Española de Fútbol han sido los símbolos nacionales, símbolos que ni nos habían quitado ni habíamos perdido: los abandonamos voluntariamente hace mucho tiempo en manos de la extrema derecha porque, después de años de dictadura o dictaduras, nos avergonzábamos de ser españoles o no estábamos orgullosos de ello. Los símbolos a que me refiero son la Bandera y el Himno Nacional.

El Himno ya fue objeto de estudio a petición de los futbolistas de la Selección Nacional, que tenían que permanecer abrazados, silenciosos y mirando al cielo (tenemos un himno sin letra oficial), mientras otros equipos cantaban el suyo. Los aficionados ya le han puesto letra: simplemente tararean la música a pleno pulmón y son capaces de alzar su voz por encima de la mismísima Marsellesa (es un decir). Sólo falta que alguien nos enseñe la música de las versiones corta y larga para que podamos adaptar la letra. Hay estrofas que, musicalmente, se repiten y los aficionados cantores pierden el compás. Pero, al menos, ya se ha dado el primer paso.

La Bandera rojigualda está saliendo a la calle después de muchos años en los que lucir bandera estaba mal visto por los progresistas. Ellos, sin embargo, presumían desplegando al viento las insignias de su partido, sindicato o autonomía; incluso, años atrás, se manifestaban con la bandera de otro país. Por una vez, y que sirva de precedente, la gente no se ha avergonzado por hacer flamear la bandera española cuando recibían a unos compatriotas que han hecho historia deportiva y que deben sentirse orgullosos de si mismos por los trofeos que han conquistado. 
Ellos.

2 comentarios:

A las 11/7/12 20:50 , Anonymous janialidades ha dicho...

Excelente artículo,como los anteriores. cada día tengo que agradecer más a Bandolera Bando que me facilitara el enlace a su blog.

 
A las 18/7/12 10:11 , Blogger Quiosquero ha dicho...

Gracias, janialidades. Reconforta comprobar que alguien lee nuestros mensajes.

 

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