miércoles, marzo 20, 2013

Despanzurrando tópicos


He leído bastantes veces esta definición; nunca he acabado de entender lo que los sesudos culos que se sientan en los sillones marcados con las letras mayúsculas y minúsculas asignadas a los sillones de la Real Academia Española de la Lengua han querido decir. Fue Antonio Sánchez Trigueros quien me lo explicó con claridad meridiana: “Habrás oído decir a menudo que los catalanes son muy trabajadores, que los vascos son muy serios, que en Galicia siempre llueve o que en Andalucía hace mucho calor. Eso es un tópico: lo que todo el mundo dice, sea o no verdad”. Vamos, lo que contaba Cristina Alberdi a propósito de los políticos:
- Tú repítelo continuamente.
- Pero es que no es verdad.
- Da lo mismo, al final la gente se lo cree.

Y eso es lo que me ha venido pasando durante mucho tiempo: cuando decía a mis amigos que me iba a Andalucía a pasar julio o agosto, repetían la misma frase:
- ¿A quién se le ocurre ir en verano a Andalucía? ¡Te vas a achicharrar!
He pasado muchos veranos en Andalucía (casi todos los veranos de mi vida) y apenas me he achicharrado; he pasado mucho calor, eso sí, pero no más en otros lugares que he visitado en verano. Hay que señalar que Andalucía es “mu” grande, casi tanto como el aeropuerto de Madrid (Magdalena Álvarez), y que no es lo mismo estar a las 8 de la tarde en una plazoleta de Sevilla, que sentarse a la misma hora en un chambao en una playa de Almería. Claro es que el tópico mediatiza y uno termina creyendo que también aquí acabaremos por derretirnos.
Fue después de una visita a Salamanca, en pleno mes de agosto, cuando comprobé que en Castilla-León también se las tienen tiesas con Lorenzo. El tío de la recepción me lo dejó clarito:
- Aquí vienen los sevillanos y se cagan.
No era para menos.
Se me ocurrió entonces hacer una comparativa de las temperaturas veraniegas de Almería y Barcelona. Comprobé (y sigo comprobando) que en julio o agosto la temperatura normal en ambas ciudades oscila entre los 27 y los 29º (31º los días más calurosos) y que, por lo general, la diferencia de temperaturas no supera un grado, y no siempre a favor de Almería. No sucede igual cuando se mete una racha de calor extremo: en estos casos, Almería puede marcar 3 ó 4 grados más de temperatura que Barcelona.

De la misma manera que he pasado muchos veranos en Andalucía, he pasado bastante pocos inviernos. La idea que me quedaba era la del tópico: los inviernos de Almería son templados y… ¡no sé para qué demonios quieren las almerienses abrigos de pieles! Hasta el eslogan lo dice claro: Almería, donde el sol pasa el invierno.
La verdad es que no sé dónde el sol pasa el invierno, pero en Almería, por lo menos este invierno ¡no! Hemos pasado tres semanas de lluvias, lo que no es normal, y viento, lo que sí lo es, pero lo que no me explico es que cada mañana, al levantar la persiana, me encontrase con una niebla que no me dejaba ver los cerros de enfrente y, el día que los veía, aparecían sus cumbres nevadas. Nada menos que en la costa del poniente, donde la única nieve que han visto en su vida era la que le ponían en el cucurucho de los helados.

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