Dirección prohibida
Creo que era por Semana Santa cuando los graciosos del pueblo decoraban las paredes de los vecinos con una frase, por lo general insultante, que resaltaba algún vicio o defecto del propietario de la pared. Recuerdo una especial ocasión en la que el aludido montó en cólera, no conforme, se supone, con el romancillo que le habían asignado: “Chaqueteros, lameculos, que con las bodas coméis”.
No entendí totalmente el cabreo, dado que el interfecto se dedicaba a la venta de objetos de oro y una boda era una buena ocasión para aumentar las ventas. Claro que, por otra parte, no había boda en la que la familia no apareciera entre los invitados.
Últimamente estoy como mi vecino de antaño… de boda en boda y tiro porque está de moda. En dos fines de semana, dos bodas; la de este sábado, en Granada. Además ha sido la primera vez que he visto oficiar a un alcalde. No sé si todas las bodas civiles son iguales o si cada alcalde o concejal monta su propio chou, que es lo que yo creo, pero este alcalde (no era el titular de Granada sino de un pueblecillo cercano) ha montado un pequeño espectáculo bastante agradable que, en cuestión de simpatía, echa por tierra el tópico de la malafollá granaína. Por lo demás, el rito del matrimonio civil tiende a emular el rito litúrgico. Sin cura, eso sí, y con la libertad que da el que cada oficiante pueda escribir él mismo el texto de su espectáculo.
Hace justo un año estuve en Granada. Bueno, pasé por Granada camino del aeropuerto donde tenía que recoger a Dalr. Uno de los agentes electrónicos del señor alcalde me recetó una sanción, foto incluida, por utilizar el carril bus de la Gran Vía en las circunstancias descritas en Sierra… ¿Nevada o Morena? Recurrí la sanción, me denegaron el recurso, pagué los 90€ que de no haber recurrido se hubieran quedado en 45, investigué en Internet y encontré miles de conductores quejándose del procedimiento recaudatorio del Ayuntamiento de Granada al que definían como el último reducto de la mangancia andalusí. Con los datos recabados hice un pequeño informe y se lo envié al alcalde en la convicción de que no iba a servir para nada. Hasta Quiosquera, que trabaja en la administración, me lo dijo.
- No sé para que pierdes el tiempo si sabes que no te harán caso.
- Ya lo sé, pero disfruto haciéndolo sobre todo si puedo llamarles “malas personas” en lenguaje fino.
- ¿Y qué? ¿Te has quedado a gusto?
La boda se celebró en las afueras de Granada y procuré que mis gastos no beneficiaran a los súbditos del señor alcalde. Me encantó ver cómo los autocares que recogían en los hoteles a los invitados estacionaban en el carril bus-taxi de la Avenida de la Constitución y daban por saco impunemente a los autobuses del transporte municipal y a los taxis. El señor alcalde sabe que a los turistas que se alojan en estos hoteles no se les puede tocar mucho las narices ya que, entre los que viajan, el boca a boca es la mejor publicidad y Granada no puede permitirse el lujo de menguar el número de visitantes. Así que lo mejor es hacer la vista gorda en estos casos.
Antes de emprender el viaje de regreso quise enseñarle a Dalr cómo usa el ayuntamiento las señales de tráfico y me acerqué hasta el Triunfo. ¡Sorpresa! Donde el año pasado sólo había confusas señales de aviso, este año el señor alcalde ha hecho instalar la señal que faltaba: una dirección prohibida casi del tamaño del edificio de la Normal o la fuente de colores.
Mejor dejar las cosas como están.
Y gracias, señor alcalde, por solucionar estos pequeños detalles que pueden hacer que la visita a una ciudad de embrujo se convierta en pesadilla.
No entendí totalmente el cabreo, dado que el interfecto se dedicaba a la venta de objetos de oro y una boda era una buena ocasión para aumentar las ventas. Claro que, por otra parte, no había boda en la que la familia no apareciera entre los invitados.
Últimamente estoy como mi vecino de antaño… de boda en boda y tiro porque está de moda. En dos fines de semana, dos bodas; la de este sábado, en Granada. Además ha sido la primera vez que he visto oficiar a un alcalde. No sé si todas las bodas civiles son iguales o si cada alcalde o concejal monta su propio chou, que es lo que yo creo, pero este alcalde (no era el titular de Granada sino de un pueblecillo cercano) ha montado un pequeño espectáculo bastante agradable que, en cuestión de simpatía, echa por tierra el tópico de la malafollá granaína. Por lo demás, el rito del matrimonio civil tiende a emular el rito litúrgico. Sin cura, eso sí, y con la libertad que da el que cada oficiante pueda escribir él mismo el texto de su espectáculo.
Hace justo un año estuve en Granada. Bueno, pasé por Granada camino del aeropuerto donde tenía que recoger a Dalr. Uno de los agentes electrónicos del señor alcalde me recetó una sanción, foto incluida, por utilizar el carril bus de la Gran Vía en las circunstancias descritas en Sierra… ¿Nevada o Morena? Recurrí la sanción, me denegaron el recurso, pagué los 90€ que de no haber recurrido se hubieran quedado en 45, investigué en Internet y encontré miles de conductores quejándose del procedimiento recaudatorio del Ayuntamiento de Granada al que definían como el último reducto de la mangancia andalusí. Con los datos recabados hice un pequeño informe y se lo envié al alcalde en la convicción de que no iba a servir para nada. Hasta Quiosquera, que trabaja en la administración, me lo dijo.
- No sé para que pierdes el tiempo si sabes que no te harán caso.
- Ya lo sé, pero disfruto haciéndolo sobre todo si puedo llamarles “malas personas” en lenguaje fino.
- ¿Y qué? ¿Te has quedado a gusto?
Esquema de la señal propuesta
¡Y tanto que me quedé a gusto! Hasta le dibujé al alcalde la señal que faltaba para evitar que los incautos contribuyesen al presupuesto municipal con pagos no deseados.La boda se celebró en las afueras de Granada y procuré que mis gastos no beneficiaran a los súbditos del señor alcalde. Me encantó ver cómo los autocares que recogían en los hoteles a los invitados estacionaban en el carril bus-taxi de la Avenida de la Constitución y daban por saco impunemente a los autobuses del transporte municipal y a los taxis. El señor alcalde sabe que a los turistas que se alojan en estos hoteles no se les puede tocar mucho las narices ya que, entre los que viajan, el boca a boca es la mejor publicidad y Granada no puede permitirse el lujo de menguar el número de visitantes. Así que lo mejor es hacer la vista gorda en estos casos.
Antes de emprender el viaje de regreso quise enseñarle a Dalr cómo usa el ayuntamiento las señales de tráfico y me acerqué hasta el Triunfo. ¡Sorpresa! Donde el año pasado sólo había confusas señales de aviso, este año el señor alcalde ha hecho instalar la señal que faltaba: una dirección prohibida casi del tamaño del edificio de la Normal o la fuente de colores.
Esquema de la señal colocada por el ayuntamiento
Primero pensé que en las elecciones municipales se había producido alternancia en la alcaldía. No. D. José Torres Hurtado es alcalde de Granada desde 2003. Entonces es que el consistorio se ha dado cuenta de que, como yo los informé, las señales que jalonan el acceso a la Gran Vía de Colón desde la Avenida de la Constitución inducían a engaño; en este caso, el Ayuntamiento de Granada debería devolverme mis 90€; a mí y a todos los ingenuos que están en mi caso. Y si, además, mi denuncia ha valido para que se ponga fin a una situación que ocasionaba injusticias, no estaría de más que se me hubiese concedido una gratificación (de dar las gracias) por los servicios prestados. Aunque dice Quiosquera que no, que lo normal en estos casos es conceder un porcentaje sobre el incremento de beneficios y, si no hubiese olvidado las matemáticas que sabía, me daría cuenta que la medida iba a originar una bajada en la recaudación. Y que de un porcentaje aplicado sobre una cantidad negativa se deriva una comisión igualmente negativa. Es decir, me tocaría pagar el diferencial.Mejor dejar las cosas como están.
Y gracias, señor alcalde, por solucionar estos pequeños detalles que pueden hacer que la visita a una ciudad de embrujo se convierta en pesadilla.
2 comentarios:
Buf! Quiosquero,Puedes sentarte a esperar si quieres que un estamento oficial te dé siquiera las gracias. Yo iba en tranvía al colegio Marista que estaba justo delante de la Diputación y bajaba justito en un paso de cebra. Aun así los (pocos) coches que habían entonces se lo pasaban por el arco de triunfo. Tuvo que atropellarme un seiscientos para que el ayuntamiento se dignara a poner un urbano a la entrada y salida del colegio.
¡Contra, alvarhillo! En la administración hay que seguir el protocolo: primero hay que declarar la zona de conflicto como punto negro y después s decide si merece la pena poner un urbano o un semáforo. Tuviste suerte. Antes de declarar una zona como punto negro se suele esperar a que haya dos o tres muertos.
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