sábado, noviembre 26, 2016

Fidel

A estas alturas de la vida no hay muchas cosas de las que pueda presumir. Digo mal. Sí hay bastantes cosas de las que puedo presumir y presumo, lo que pasa es que muchas de ellas no son mi mérito. De lo que estoy orgulloso es de las patadas que he dado por el mundo porque las he dado con mis pies, que no están muy cualificados que digamos y, a pesar de ello, puedo afirmar que “llevo a mis espaldas más kilómetros que el Ford de pedales de Hilario”. Y cuando se viaja, surgen multitud de anécdotas y casualidades, unas graciosas y otras tirando a dramáticas.
Hace ya algunos años (agosto de 2006) publique un post, que denominé “Casualidad o mal fario”, donde contaba muchas de estas anécdotas, desde el corralito en Buenos Aires, hasta la muerte de la reina madre en Londres. Con Quiosquera, Dalr y yo como testigos de excepción.
Cuando Dalr se emancipó y empezó a viajar por su cuenta, parece que se rompió el mal fario, la casualidad o lo que fuese y nuestras excursiones fueron menos movidas; aun así, hemos vivido una epidemia de gripe, que se llevo por delante cinco o seis pasajeros, en una travesía desde Barcelona a Río de Janeiro, Saramago las palmó mientras nosotros disfrutábamos de Lisboa, si bien él no se encontraba en territorio portugués, y en las playas del Caribe, a menos de diez metros de nuestra tumbona, se quedó seco un compañero de viaje, víctima de un infarto fulminante. Pero eran accidentes menores.

Desde que descubrí América ardo en deseos de visitar Cuba, pero con aquello de que estaba bloqueada económicamente por USA y hundida en la pobreza, no he encontrado el momento de visitar nuestra última provincia de ultramar. Había otro motivo: a fuerza de casualidades me estoy volviendo supersticioso y no quería tener nunguna mala influencia sobre el bienestar de Fidel Castro.
Esta mañana cuando ha sonado el despertador, le he dado una bofetada al móvil y lo he mandado a hacer puñetas. Al recogerlo, se ha iluminado la pantalla y Google me ha mostrado la primera noticia del día.
- ¡Quiosquera, a que no sabes quién se ha muerto!
- ¿Un compañero tuyo de estudios?
- No. Frío, frío.
- ¿Un político de la Gürtel?
- No.
- ¡Fidel Castro!
- ¡Bingo!

¿Que cómo lo ha sabido? Porque me he cansado de esperar y, no vaya a ser que la palme yo antes, hemos decidido ir a Cuba y tenemos los pasajes en mano para enero.

¿Casualidad o mal fario?